Capítulo 26

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Daniela obviamente seguía enojada con Poché. La evitaba a toda costa y las pocas veces que se veían, sólo se burlaba de Poché.

Habían pasado unos días desde que hablaron, pero la morena no podía estar más feliz. Cada vez que cruzaban miradas, Poché la miraba burlona y formaba con sus labios la palabra "celosa" haciendo sonrojar cómo loca a Daniela, quien comenzaba a gritarle. La vida era hermosa para la morena, eso hasta que llegó a su casillero.

Esperaba encontrarse con Daniela, considerando que eran vecinas, pero allí estaba nada más y nada menos que, Sebastián.

—Hola, rarita —dijo burlonamente, pero en sus ojos había odio. Poché no se acercó, intimidada ¿Qué había hecho ella ahora?

—Quítate de mí casillero —dijo ya que el chico estaba impidiéndole abrirlo.

—No lo creo, primero quiero hablar contigo —dijo agitando un dedo amenazador, delante de ella.

—No quiero, ahora apártate —dijo firme, frunciendo el ceño, el chico soltó una carcajada hipócrita.

—Pues vas a tener que querer —otra vez ese brillo asesino en sus ojos, la asustaba un poco.

Intentó alejarse, pero él la sujetó por el brazo y apretó el agarre, comenzó a arrastrarla por el pasillo mientras Poché se quejaba.

—¡Déjame! —le exigía, pero el chico no la escuchaba.

Llegaron hasta los baños para chicos y la obligó a entrar. Ya dentro, la apretó contra la pared y la jaló del cabello, quedando frente a ella. Poché se mordió la lengua por el dolor.

—Me estás lastimando... -comenzó a decir, pero Sebastián la jaló más fuerte del cabello—. ¡Auch!

—Escúchame bien, Garzón, porque no pienso volver a repetirlo —comenzó, acercando su rostro a la oreja de la chica—. Te quiero lejos de Daniela, es mi novia. Yo soy quien la manosea cuando quiero, el que la besa y le mete la polla hasta el fondo, haciéndola delirar —le rectificó riendo y Poché sintió su rostro arderle.

Levantó la rodilla, queriendo darle un golpe, en verdad quería molerlo hasta que sangrara, pero el chico se anticipó a su movimiento y lo bloqueó antes de propinarle un puñetazo en el estómago. Poché perdió el aire.

—Buen intento, no caigo dos veces —dijo arrastrándola hasta que cayó al piso, sostenía su cabeza por el cabello mientras Poché se sujetaba con la mano—. Ella te odia, te detesta y en verdad, le asquea que la andes acosando. Por eso te quiero lejos de ella.

—Yo... ahhh —gimió sin poder aguantar el dolor, el cuero cabelludo le dolía y las rodillas se le estaban afincando dolorosamente en las baldosas del piso.

—Te dejaré una advertencia —dijo el chico, obligándola a arrastrase hasta una de las casetas y abriendo la tapa del escusado—. Espero que tengas un buen buceo.

Le hundió el rostro en el agua del retrete, no le dio tiempo ni de aguantar la respiración y Poché comenzó a tragar agua mientras el oxígeno se le escapaba de sus pulmones. Se estaba ahogando y en eso, Sebastián volvió a levantar su cabeza, mientras Poché respiraba a ahorcadas.

—¿Te mantendrás alejada de mi novia?-preguntó amenazante, Emily lo miró con odio y dio a entender que no—. Sigue buceando, entonces.

La volvió a hundir unas veces más y ya Poché estaba exhausta, lloraba amargamente y sentía los pulmones repletos de agua sucia. —¿Seguirás acercándote a mi novia? —preguntó por décima vez, ya aburrido, pero por primera vez observó la desesperación en los ojos aceituna.

—Sí... sí... sí... sí —murmuraba una y otra vez con pánico, Sebastián sonrió.

—Me alegra —dijo soltándola y dejándola acurrucarse en el piso—. Más te vale —le dijo antes de salir con paso seguro, del baño.

Poché se volvió un ovillo e intentó no llorar, su cabello estaba empapado y seguía tosiendo agua. No lo pudo evitar, volvió el rostro hacia el retrete, pero esta vez para vomitar, hasta allí había llegado el almuerzo.

Ella no sabia qué iba a hacer. Si Sebastián tenía razón, puede que Daniela tampoco la quisiera cerca y alejarse sería hacerle un favor. Pero Poché la amaba, joder. Y la amaba mucho, la sola idea de alejarse de ella la volvía loca. Pero no importa cuán enamorada estuviera, ahora había algo nuevo. Tenía miedo, mucho miedo.

Cerró los ojos, jurando aún poder escuchar las risas de Sebastián dentro del baño. Al salir, intentó sacarse el cabello y fue a su casillero por una muda nueva, en el camino se encontró a Daniela junto con Sebastián.

La castaña la miró, preparada para insultarla y pelear con la morena, en sus ojos había un brillo divertido.

Poché observó a Sebastián, quien la miraba dándole un guiño y la morena tembló por el pánico. Abrió rápidamente su casillero y al encontrar sus cosas se fue a toda pastilla, mirando hacia el suelo, sin prestarle la acostumbrada atención a la castaña.

Daniela la miró confundida. ¿Qué había hecho?

Se encontró con sus amigas en el pasillo y terminó en la casa de Laura, contándole sus penas. Estaba con la cabeza recostada en las piernas de su amiga, llorando. Las dos estaban en la cama, mirando una película, mientras Laura observaba a su amiga con dolor, Noel era un ser desalmado.

—No llores cariño, shhh —le decía acariciándole el cabello y Poché sollozaba.

—Ahora... no podré acercarme... igual ella... ella... me detesta —decía entre hipidos y Laura opinaba todo lo contrario.

Últimamente había observado a la castaña y todo lo que Daniela demostraba, era lo contrario a lo que Poché pensaba. Esperaba que sus ideas fueran correctas, ya que no quería ver a su amiga llorar aún más. Decidió distraerla y las dos se abrazaron, mientras veían por segunda vez en esa noche el Titanic. Las dos lloraron durante un buen rato.

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¿Qué creéis que pasará?

Adeu :)

Rivales | Caché Adaptación | Corrigiendo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora