Capítulo 35

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A los dos días, Poché se encontraba en su habitación, aburrida. Llevaba un gran yeso que le cubría su brazo fracturado. Debía esperar un mes para que sanara. ¡Gracias, Sebastián-pito-corto!

Por suerte sus amigas, que la habían visitado ayer, le contaron, que después del incidente expulsaron a Sebastián del colegio durante una semana y, que había recibido una gran reprimenda de la entrenadora. También le contaron con detalle la gran pelea que había tenido con Daniela, en la cual la castaña le gritaba que era un idiota como unas cien veces.

Eso mejoró su día al máximo, el cual era un asco, ya que estaba sin hacer nada. Respirar no contaba como una actividad. Sólo podía pensar en la castaña y, para ser sincera, también en cómo estarían las cosas en la escuela. Sus pensamientos también viajaban a las otras dos castañas que adoraba, las Calle la tenían a hundida.

Su brazo dolía si se daba un golpe o lo sacudía. Así que ella no podía moverse mucho.

Ya era por la tarde y sus amigas debían de quedarse para el entrenamiento de Nora. Entonces Daniela también debería de estar allí, se lamentaba ya que quería ver a la castaña. En verdad, quería ir a la escuela, pero su madre era paranoica.

Leyó varios libros durante las últimas horas, pero le aburrían. Vio la televisión, e intentó hacer cualquier otra cosa que no requiriera utilizar su brazo. Gracias a Dios que era el izquierdo, si no estaría completamente inútil.

Ya era tarde noche, cuando llegó su mamá y la saludó, ella estaba abajo en la cocina mientras Poché seguía encerrada.

Estaba terminando de usar el ordenador, y llevaba uno de los audífonos, cuando escuchó el timbre. No le prestó mucha atención, ya que, debía de ser una visita para su madre.

Seguía mirando unos vídeos en YouTube, cuando escuchó la voz emocionada de su madre.

—¡Cariño, es para ti! —dijo con la voz alegre, y Poché frunció el ceño, quintándose los audífonos.

—¿Para mí? —preguntó gritando, para hacerse oír.

—¡Sí! ¡Es una amiga tuya! —dijo aún a gritos, y Poché se extrañó, una sonrisa estuvo en sus labios. ¿Podría ser Laura?

—¡Ya voy! —exclamó, divertida, sabiendo que Laura igual subiría.

Pero si fuera ella, ¿su madre no se lo diría como siempre? Digo, ella solo tenía tres mejores amigas.

—¡Tomate tu tiempo, cariño. Yo le muestro la casa a Daniela! —dijo Martha riéndose, mientras Poché se caía de la silla.

—¡¿Quién?! —gritó, alarmada, agradeciendo no haberse golpeado el brazo, y salió corriendo por la puerta.

—¡Daniela, cariño! ¿No escuchas? ¡Me la llevaré un rato! —dijo su maligna madre, mientras Poché corría por las escaleras.

Prácticamente saltó los escalones y quedó de rodillas frente a la entrada, con el cabello alborotado. Llevaba unos short de lana y una camiseta holgada para dormir. No era la mejor vestimenta para dar saltos mortales.

Se levantó lentamente, ayudándose con la barandilla. Hizo una mueca por su brazo, y se encontró con su madre mirándola con desaprobación. Pero sus ojos se clavaron en la castaña en la puerta.

Daniela vestía una falda y una blusa muy linda, mientras mostraba a Poché una sonrisa tímida, y sus ojos marrones brillaban con diversión.

—Poché, debes tener más cuidado con tu brazo. No quieres volver al hospital, ¿verdad? —advirtió su madre, al notar el rubor en el rostro de su hija. Observó cómo miraba a la castaña y aplaudió. ¡Era la chica de la cual su bebita estaba enamorada!

Rivales | Caché Adaptación | Corrigiendo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora