Consecuencias

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"Tener el corazón roto es una buena señal: significa que hemos intentado algo."

—Elizabeth Gilbert

CAMILA



Aún no procesaba nada de esto.

Que mi mejor amiga resultara una demente buscando venganzas sin sentido.

Y que quien se supone que era mi novio resultara ser el mellizo de la misma chica que se quitó la vida.

Ni siquiera sabía el apellido de Jane como para sospechar que Jayden podía ser su hermano. Sabía desde un principio que me había creado desconfianza, que me miraba de una forma extraña, pero nunca pensé que yo pasaría por esto.

No sé exactamente como explicar todo lo que siento en estos momentos. Es como si hubiera volado demasiado alto y de un momento a otro cayera y en lugar de aterrizar me estrellara con mis propias ilusiones en la cara. En el fondo siempre tuve un mal presentimiento, como si estuviera escogiendo el lado equivocado. Quise ignorar mis alertas de desconfianza y quise creerle, y una vez más, me habían traicionado.

Bajé del auto una vez que aparcaron. No quería que me buscaran un paraguas, ni siquiera que me hablaran. La lluvia me cubrió por completo nuevamente. No estaba de ánimos y no me importaba agarrar un resfriado. Caminé sin ganas cerca de la fuente de agua y seguí mi recorrido hasta llegar a la puerta. Toqué el timbre porque ni siquiera tenía mis llaves.

Margareth abrió la puerta y observó mi lamentable aspecto con genuina preocupación. Por más que quisiera buscar algo malo en esta mujer no podía, sus ojos reflejaban pura sinceridad y bondad.

—Cariño, ¿qué te sucedió?

No dije nada y la abracé, sintiendo cada parte de mi rota, completamente rota. Ella me abrazó de inmediato sin decir una sola palabra. Recuerdo que una vez la escuché decir que hay que respetar el silencio y el llanto de una persona porque a veces lo único que necesitamos es desahogarnos sin que nos interrumpan.

A pesar de todo no lloré pero era como si en mi interior todo estuviera hecho pedazos.

—Todo estará bien —murmuró.

Y por primera vez en mucho tiempo, sentí no solo un abrazo por parte de Margareth, sentí ese abrazo tanto como si fuera maternal.

Y es que me hubiera gustado abrazar a mi madre y escuchar algunos de sus consejos respecto a lo que estaba pasando. De todas formas, Margareth se había ganado su lugar en esta familia y nunca se metió conmigo o se tomaba atribuciones que no le tocaban.

—Ven, linda. Te prepararé un té.

Ella no me soltó en ningún momento y le pidió a una de las chicas de servicio que me traera una toalla. Mi vestido se me pegaba más al cuerpo como una segunda piel, mi cabello estaba completamente mojado, pero eso no me importaba.

Inevitable Destrucción (Libro#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora