"Lo que no decimos se nos acumula en el cuerpo, se convierte en insomnio, en nudos en la garganta, en nostalgia, en error, en deuda, en insatisfacción, en tristeza. Lo que no decimos no se muere, nos mata."
—AnónimoCAMILA
La gélida y oscura noche con aquella brisa nocturna congelaban sus extremidades provocando que se estremeciera, ya no sabía si temblaba porque sentía mucho frío o porque estaba muy nerviosa. Lo único que veía era sangre. Bajo la silueta de aquella mujer y las manos temblorosas de aquella niña estaban manchadas de ese liquido rojizo y espeso. Sus ojos estaban inundados en lágrimas, ella sentía esa ya conocida sensación de mareo, iba a desmayarse, no podía controlar los estímulos de su cuerpo hacia algo a lo que le tenía pavor. Pero quería quedarse con ella, la había perdido y necesitaba hasta el último segundo a su lado. No quería separarse de ella, pero tenía que hacerlo. En algún momento lo haría, en algún momento llegaría su última despedida, y lo era, fue su último adiós sin ni siquiera saberlo.
Porque nunca sabemos cuando será nuestro último día. Nunca sabemos cuando será el último abrazo, el último beso y, sobre todo; las últimas palabras.
Nuestros seres queridos pueden marcharse de nuestras vidas por siempre en el momento en el que menos lo esperamos. Y lo más triste de todo es que no valoramos aquellos momentos hasta que caes en cuenta que ya es demasiado tarde.
Los momentos que nos parecen más insignificantes, a veces suelen ser los más importantes porque pueden ser los últimos.
Quizás en su momento no valores aquella charla con tu madre, aquellas bromas con tu padre, aquel abrazo con algún familiar, pues los seres humanos llegamos a olvidar que somos más frágiles de lo que llegamos a pensar. Que en un momento en el que nuestro entorno y el silencio es llenado por risas, también es probable que en el siguiente segundo todo puede llenarse de un llanto desgarrador.
Esa niña no dejaba de llorar de una manera desgarradora, pues sentía que le habían arrancado una parte muy importante de ella.
—¿Mami? —sollozó ante la pregunta. No recibió respuesta, el cuerpo de esa mujer ya era inerte, aunque ella pretendía no aceptarlo.
De pronto, esa mujer quien era su madre abrió los ojos, unos hermosos ojos de un color verde tan claros con aquellas pestañas largas y espesas que los resaltaban. Ese Simple gesto le causó un pequeño destello de esperanza. Estaba viva.
No obstante, esa no era la usual mirada dulce y serena de su madre. Era una expresión de total decepción. La niña hundió sus cejas sin comprender porque ella la miraba de esa forma.
—Estoy tan decepcionada de ti, Camila. —musitó con desprecio y con mucha dificultad, como si arrastrara cada una de sus palabras e incluso le doliera demasiado pronunciar aunque fuera una silaba.
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Inevitable Destrucción (Libro#1)
Teen FictionNo logro entender cómo un rostro tan angelical es capaz de hacer tanto daño sin pensar en las consecuencias de sus actos. Eso confirma una vez más que las apariencias engañan. Y eso era Camila Anderson Smith, un rostro angelical al cual muy pocas ve...