CAMILADespués de aproximadamente media hora llegamos a un elegante restaurante al que desde hace un tiempo no venía. El lugar estaba ubicado en una zona un poco retirada, y, aunque en la noche lucía igual de hermoso y sofisticado, yo prefería ir en el día porque si reservabas un buen lugar te llevaba una hermosa vista del mar a través de los ventanales en cristales. La iluminación era perfecta, con grandes lámparas de cristales colgando en el techo. En una parte estratégica había un piano y otros instrumentos donde habían unos hombres vestidos con formalidad tocando música clásica de fondo para un ambiente más tranquilo. Las mesas eran cubiertas por manteles blancos con sillas de cuero marrón ubicadas en diferentes puntos estratégicos del lugar.
Papá tuvo que haber hecho una reservación con anticipación porque generalmente este restaurante estaba siempre lleno de reservaciones todos los días, no es como que lo reservabas de un día para otro y ya.
Después de que papá confirmara su reservación uno de los empleados amablemente nos dirigió hasta nuestra mesa. Yo tragué grueso cuando finalmente llegamos y en la que se supone será nuestra mesa está noches y pude ver a tres personas dándonos las espaldas. Entonces papá se acercó a ella colocando una mano en su hombro para hacer acto de presencia no pude verle el rostro porque se dieron un corto beso y yo desvié mis ojos para sentarme en mi lugar correspondiente. Cuando me senté quedando frente a ellos papá hizo lo mismo sentándose a mi lado, levanté mi vista casi obligándome mentalmente para tener las fuerzas y enfrentar esta situación.
Mi primer objetivo: Saber quien era la mujer que ahora estaba entrando en la vida de mi papá.
Sería muy hipócrita de mi parte si dijera que aquella mujer era fea, vieja, o demasiado joven al punto de que me daba mala espina. Al contrario, parecía de la edad de mi papá, como unos 40 y algo... ella tenía una larga cabellera negra estirada, unos ojos color chocolate grandes y expresivos, luciendo un vestido color beige que le quedaba muy bien. Su semblante era pasivo, somo si su sola presencia transmitiera paz y serenidad. Suspiré aliviada con esperanza de que no fuera una cualquiera y al menos ella no me miraba como si fuera su enemiga del momento.
Bien, podemos ir bajando las armas por el momento.
—Camila ella es Margareth Pratt, y sus hijos Kedrick y Claire . Ella es Camila, mi única hija y mi mayor tesoro.
—Es un placer conocerte al fin. —me dijo Margareth amablemente con una sonrisa que parecía sincera y no forzada. Yo asentí con una sonrisa de boca cerrada.
Esta vez observé al chico que estaba al lado de su madre. Tenía el cabello tan oscuro como el ella, aunque eran hebras lisas este tenía un aspecto un poco desordenado y despreocupado, pero le quedaba bien a su tipo de rostro. Su piel era igual de pálida y sus ojos como un mar de oscuridad. Facciones perfiladas y en su labio inferior que era un poco más grueso que el superior, llevaba un piercing plateado con el que jugaba inconscientemente. Parecía hasta irritado por estar llevando un traje formal. Sus expresiones faciales cargaban un semblante neutral y me observaba de forma directa e intimidante, aunque a mí no me intimidaba porque lo miraba de la misma forma despectiva en la que él me observaba a mí. Podía asumir que era de mi edad más o menos. Él tenía ese típico aspecto de chico malo y misterioso que podría volver loca a cualquiera chica. Incluso podía notar algunos tatuajes en sus manos. Después que dejé de observarlo sin ninguna emoción pasé a la chica que estaba a su lado.
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Inevitable Destrucción (Libro#1)
Novela JuvenilNo logro entender cómo un rostro tan angelical es capaz de hacer tanto daño sin pensar en las consecuencias de sus actos. Eso confirma una vez más que las apariencias engañan. Y eso era Camila Anderson Smith, un rostro angelical al cual muy pocas ve...