Esa mañana, Elsa se despertó con dificultad y sintió que le dolía el cuerpo desde el primer gesto. La factura por sus locuras con su loba acababa de caer, lo que le provocó moretones y muchos dolores. Es cierto que su amiga, a pesar de su enfermiza moderación, no había sido amable con ella.
La princesa sonrió al recordar lo que ocurrió anoche y abrió un ojo vago. Junto a ella, se había colocado religiosamente una taza humeante.
Elsa se enderezó, frunciendo el ceño.
–"Para tu rigidez."–
Elsa miró a Mak, quien estaba de espaldas, obviamente ocupada limpiando el campamento. La princesa entrecerró los ojos.
–"La última vez que me hiciste beber de esta taza, me encontraba en un pueblo que no conocía, en medio de una multitud de aldeanos que querían verme muerta."–
Mak sofocó una risa, feliz de escuchar que la rubia todavía la conocía, Elsa no se arrepintió, sus miedos se desvanecieron.
La mujer lobo se dio la vuelta y dijo:
–"Sí, nunca me disculpé por eso. Lo siento..."– Dijo, arqueando una ceja encantadora, sabiendo que la princesa nunca había podido resistirse a esa mirada.
–"¿Por qué lo hiciste?"–
Mak hizo una mueca mientras consideraba cómo responder a esta pregunta, tratando torpemente de ser discreta, algo que nunca hizo:
–"Bueno ... eres hermosa y olías bien, así que eras una amenaza."–
Elsa sonrió con tristeza, poniéndose en el lugar de la loba por un momento. Ella podría haber tomado esta revelación con reproche, es cierto, pero recordó que la primera vez que la loba se enamoró, la habían golpeado hasta la muerte y le había costado su lugar entre su gente. Por tanto, le parecía lógico que su amiga quisiera deshacerse de ella, guiada por su miedo a cometer el mismo error.
A pesar de todo, Mak parecía hablar de todo esto a la ligera, incluso si todo se fusionaba en una simple fachada. Elsa lo sabía, su loba nunca le diría que estaba sufriendo. Por eso también la amaba.
–"Te advierto que si me despierto sin ti después de beber esta cosa, buscaré por todas partes hasta encontrarte."–
Mak se rió. –"Tiemblo de miedo, alteza."–
Elsa bebió la mezcla, haciendo una mueca, diciéndose a sí misma que era por su propio bien.
Mak sonrió y puso los ojos en blanco, los modales de princesa de Elsa a menudo volvían inesperadamente. La mujer lobo arrojó una masa de nieve al fuego, que se había encendido antes.
–"¡Lo has matado! ¡Asesina!"– Gritó Olaf, levantando los brazos, genuinamente herido.
Mak gruñó en voz alta. –"Acabo de salvar tu trasero. Has estado frente a este fuego durante horas. ¡Te derretirías eventualmente, cosita estúpida! Y si me llamas asesina una vez más, te mataré, ¿entendido?"–
Olaf frunció el ceño. –"¿Derretirme? ¿Pero por qué me derretiría?"–
Mak entrecerró los ojos, no había pensado hasta que nivel llegaba la estupidez del muñeco de nieve. La mujer se inclinó hacia el oído de Elsa y preguntó, sin atreverse a creerlo:
–"¿Nadie se lo ha dicho nunca, de verdad?"–
Elsa no respondió, no queriendo participar en la puerilidad de sus dos seres, quienes definitivamente no parecían estar hechos para llevarse bien.
–"¿Decirme que?"– Preguntó Olaf.
Mak abrió la boca, lista para romper su sueño de calor en una frase, pero la tos falsa y la mirada clara de Elsa la disuadieron.