Mak gimió cuando su rostro se estrelló, boca abajo en la nieve en polvo. Gruñó, se enderezó después de dos fracasos dolorosos.
--"Y si vuelves, te mataremos. Estoy seguro de que debes valer una pequeña fortuna."-- Uno de los guardias advirtió, antes de volverse para alejarse.
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Elsa llegó a su habitación sin aliento. Cerró la puerta dos veces y corrió al balcón de la habitación, que ofrecía una vista perfecta de la entrada al reino.
La princesa había corrido por el castillo, con la esperanza de tener tiempo para vislumbrar a su lobo en el horizonte. Tenía que verla, al menos una última vez. Entrecerró los ojos, se inclinó sobre la balaustrada y vio a Mak tirada en el suelo frente a las puertas. --"Levántate..."--
La rubia pudo entonces notar la silueta de Olaf que apenas se podía ver, mezclándose con el paisaje. El muñeco de nieve parecía tener miedo de tocar a su lobo, pero Mak comenzó a moverse, luchando por ponerse de pie.
Elsa suspiró, Mak no estaba muerta, se iba a recuperar. El corazón de la princesa se hundió cuando vio el cuerpo que había amado de nuevo la noche anterior, tambaleándose, seguida de cerca por Olaf. La princesa entrecerró los ojos aún más, tratando de grabar cada rasgo de ese cuerpo en lo profundo de su memoria, esperando que nunca lo olvidara.
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Mak caminó sin realmente intentar ir a ningún lado. ¿Qué iba a hacer ahora? Ella no tenía ni idea. Quizás se dejaría llevar donde sus pasos quisieran guiarla. Mak sintió un enorme vacío. Ahora no tenía más misión que cumplir, nadie a quien proteger, no más enferma que detener. ¿Para qué? ¿Por qué existiria ahora? Incluso su impulso de gruñir la había abandonado. No le quedaba nada. Solo un toque de desesperación por el único pésimo consuelo. Elsa la llamó monstruo. Quizás finalmente lo era.
--"¿En qué estas pensando?"-- Preguntó Olaf, mirando inquisitivamente en su dirección. Mak dio un salto. Ni siquiera había notado su presencia. Su instinto normalmente agudo ahora estaba oxidado.
--"¿Qué haces aquí? Dejame."-- Regañó el lobo, esperando intimidar al pequeño ser. Éste suspiró, Elsa tenía razón, no sería fácil domesticar al joven lobo.
--"¡Creo que necesitas un gran abrazo!"-- Dijo, esperando al menos hacerla sonreír.
--"Creo que necesito estar sola. ¡No necesito un estúpido muñeco de nieve parlante!"-- La loba gritó mucho más violentamente de lo que le hubiera gustado. Este comentario pareció herir al pequeño ser. Mak se detuvo por un momento, mirando al frente.
--"Lo siento, no tuviste nada que ver con lo que pasó."-- Respiró, reanudando su caminata con paso resignado.
Cada paso lo alejaba de Arendelle. Cada paso lo alejaba de Elsa. Todo lo que, lamentablemente, siempre había buscado sin saberlo. Ella no era más que un lobo sin sentido, seguido por un muñeco de nieve de aspecto melancólico.
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--"Mak ... estoy cansado ..."--
Mak sonrió con tristeza. Es cierto que habían caminado toda la noche y ni siquiera se habían molestado en ver caer la noche. La joven suspiró sonoramente, era inútil que gastara sus nervios en el pequeño ser. Y, de todos modos, ella también debería descansar en algún momento.
Con conciencia de ser responsable y razonable, la loba se dispuso a establecer su campamento en el corazón del bosque de Arendelle.
Por su parte, Olaf se dedicó a preparar una comida con toda la buena voluntad de la que fue capaz, esperando aliviar un poco a su amiga.