Capítulo 31

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— ¿Esta vez no hay cachetada? —alce una de mis cejas y la comisura de sus labios se alzaron un poco.

—Vaya, vaya, Señor Goldssom no sabía que tenía esos gustos tan exóticos — reí al ver como su boca formo una línea y su ceño se frunció— ¡Vamos fue gracioso!

—No es así Eva— pellizco mi mejilla y a pesar de mi queja, repitió la acción dos veces más — que tú veas todo gracioso, no significa que lo sea.

—Que tú seas aburrido, no significa que todos lo seamos — sonreí — y puedo seguir toda la noche hablando solo para llevarte la contraria, es gracioso ver como pierdes tu amada paciencia.

—Eres una experta en acabar con las paciencias de hombres indefensos Niña de 13 años — ahora hacia bromas, un poco aburridas pero viniendo de él, era todo un acontecimiento mundial.

— ¿Indefensos?, tengo mis dudas al respecto —su expresión cambió — ¿Qué pasa Eros?, si te has ofendido porque no eres indefenso, debes aceptarlo.

—No sé cómo seguir a partir de aquí — en su palabras había cierta inseguridad — todavía no puedo creer que te bese... estoy rompiendo muchas reglas.

—Si sueltas que rompes la regla de oro porque eres mi estúpido Jefe, te golpeare y muy fuerte — rodee los ojos, solo él se ahogaba en sus propios pensamientos — Tú querías y yo quería que lo hicieras, ¿es tan difícil aceptar la verdad?

—Un poco — al menos lo admitía — No quiero lastimarte, debes saber la fama que precede mi apellido...

—Eros, no voy a meterme a tu amada Wikipedia para buscar tu historia — suspire— lo que digan las personas, me tiene sin cuidado.

— ¿Por qué no lo has hecho? — estaba sorprendido.

—Quiero conocer todo pero viniendo de ti — acaricié su cabello y soltó un pequeño jadeo, le gustaba— se nos hace fácil juzgar cuando no vemos la historia desde ambos puntos de vista y no quiero juzgar a tu familia. Quiero que confíes y me digas todo, desde la muerte de tu hermano hasta porque te duele la cabeza.

—Gracias por no investigar — me abrazo, Eros no lo sabía y tampoco se lo diría, pero daba muy buenos abrazos, de esos que lograban calmarte.

—Ya sé qué haremos a partir de ahora — rompió el abrazo y me miro interesado— seguimos compartiendo saliva hasta que nos duelan los labios.

—Bonita forma de llamar a un beso — asentí con una sonrisita juguetona— ese término no me gusta, deberías...

—Cállate Eros, no eres embajador del idioma — lo bese y aunque lo haya tomado por sorpresa, segundos después fue él quien guiaba nuestro beso.

Besarlo se sentía igual que comer chocolate, disfrutabas cada bocado y luego terminabas feliz.

Eros no era un hombre de dar pequeños y suaves, tal vez al principio lo hacía pero duraba más un estornudo que ese tipo de besos. Todo en él podía ser tan intenso, quemaba cada uno de mis nervios, hacía que mis piernas se sintieran como gelatina y sentía que podía tocar las nubes por tal descarga de energía.

Mordisqueo mi labio un par de veces y solté pequeños gemidos.

—Necesito... parar — nuestras respiraciones eran un asco, cualquiera que nos viera pensaría que estuvimos corriendo — si... sigo no podré detenerme y tú mereces mucho más que...

—He tenido mucho sexo en mi vida — entrecerró sus ojos y note las llamas del infierno aparecer en sus pupilas — no te daré mi flor o algo así.

Aquello Que OcultamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora