Quería agarrar su perfecta cabeza y meterla en el fondo de la tonta y asquerosamente costosa fuente. Me sentía engañada y eso me molestaba a niveles que no se podían cuantificar.
El señor perfecto no quitaba su sonrisita estúpida del rostro y eso incrementaba mi molestia inicial.
¿Por qué no fue sincero?
¿Qué ganaba ocultando la verdad?
¿Es que acaso le daba vergüenza?
Tenía muchas interrogantes nadando por mi mente inquieta y al no saber las respuestas, me dejaba con un sentimiento amargo en la boca.
—No sé a qué se refiere con lo de "Me ha mentido" señorita Dixon.
—Usted... — apunte con mi dedo índice — el trabajo no es solamente cuidar individuos... O bueno sí, pero no de la forma en que creía —Me sentía confundida.
Y para dar fe de lo que hablaba, seguían observándome con curiosidad. Incluso Clare que no sabía en qué momento llegó lo hacía, solo que con una pequeña sonrisa en su arrugado rostro.
—Habrá sacado conclusiones erróneas o mejor dicho no habrá leído bien la propuesta de trabajo— dijo de manera prepotente.
—Con razón nadie dura en el trabajo, únicamente tenerlo como jefe es un dolor en el cul...— tosí para corregir mi casi metedura de pata — trasero.
Él más grande de todos los que estaban sentados comiendo soltó una pequeña risa y la expresión del señor perfecto cambio por una más seria.
—No puede hablarme así delante de nadie, es una falta de respeto.
—Vuelvo y le repito, no soy su empleada todavía, y viendo cómo me ha mentido no es que tenga muchas ganas de serlo. No estoy en contra de nadie — expresé, observando a las personas delante de nosotros— es solo que su padre no me comentó que de...
—Señorita Dixon — su tono de voz fue fuerte y tosco — lo mejor es que hablemos en mi despacho antes que siga con su verborrea insensata.
¿Verborrea Insensata?
Exclusivamente estaba expresándome, no sabía que había un problema en hacerlo y no me consideraba una persona insensata, dudaba mucho que le importara saberlo.
—Oh no, gracias — sonreí— al despacho del diablo no entraré ni porque me pague desde hoy — me observaba como si quisiera estrangularme y eso me provocaba echarme a reír.
Parecía que alguien no poseía la suficiente paciencia para soportar unos cuantos comentarios.
— ¿Tanto le cuesta hacer caso?
— ¿Tanto le cuesta dejar de ser tan mandón? — Su ceño se frunció, estaba pensando en llevar la cuenta de cuantas veces lo hacía — parece un dictador.
Su mirada marrón podía ser un poco intimidante, sin embargo no iba a ser la primera en quitar la mirada.
Si esto era una competencia de orgullo, no perdería.
—Lo mejor es que hablen en la cocina — la voz tranquila de Clare hizo que volviera al presente, por un momento se me olvidó que teníamos público — he dejado tu desayuno allá Eros y puedes darle un poco de té a Eva. Así pueden llegar a un acuerdo que los beneficie a los dos.
—Gracias Clare, señorita Dixon sígame — el señor perfecto empezó a caminar en la misma dirección por donde habíamos venido.
Lo seguí no muy contenta, él caminaba más rápido y ni siquiera se tomaba las molestias de esperarme por cortesía, es como si quisiera dejar en claro la jerarquía con la que iba a encontrarme.
Estábamos cerca de la puerta por donde habíamos entrado, cuando las palabras de Clare volvieron a mi mente y sin poder evitarlo termine soltando un par de carcajadas.
— ¿Te llamas Eros? — Detuvo su caminata y se giró para observarme de forma seria— tienes el nombre del Dios del amor — empecé a reír nuevamente. — Dios bendito, que ironía.
— ¿A dónde se dirige su comentario?
—Le quedaría mejor el nombre de Lucifer, va más con toda su aura oscura — lo dije antes de poder detener las palabras.
Lo vi respirar profundamente y camino los pocos pasos que nos separaban.
—Eros no solo era el dios del amor, también lo era del deseo sexual y el sexo —estaba muy cerca de mí, nuestros zapatos casi se rozaban — Usted tiene el nombre de una pecadora, si mal no recuerdo señorita Dixon. No le vendría mal leer un poco de historia.
Di un paso hacia atrás, necesitaba un poco de espacio personal, toda su presencia me inquietaba.
—Anotado, más tarde lo busco en Wikipedia — hizo una mueca mostrando su desagrado — Sabe he contemplado estatuas de Eros y déjeme expresarle que lo tenía pequeño— apunte con mi dedo hacia su bragueta — Oh, lo siento — me mordí la parte interna de la mejilla para no reír por la cara de horror que tenía.
—Mejor no diga nada y sígame.
—Está bien dios de la lujuria y el sexo — lo escuché gruñir y si esperaba algún comentario de su parte, este nunca llego.
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Aquello Que Ocultamos
RomanceUn trabajo, una nueva oportunidad, fue lo que pensé cuando el apellido Goldssom llegó a mi vida. No solo fueron nuestros caminos los que se cruzaron sino también nuestros secretos. Y aquello que ocultamos resultó ser una pieza decisiva en el juego...