Revolvía sin ánimos la comida en mi plato, sentí las miradas de mi mamá y abuela encima de mí, pero no le di más importancia de la necesaria.
Las personas siempre me han tildado de ser muy "arcoíris", por muchos años siempre quedaba con la duda del verdadero significado de tal término hasta que un día mamá lo explico: "Estás llena de colores, brillas con tanta luz iluminando a los demás, eres algo que nace entre la unión de la tormenta y el sol, algo que no se puede ver todos los días, como son los arcoíris"
Debo decir que el arcoíris ya no brillaba como antes.
—No has ido a ver a Didi — su voz era cuidadosa, muy pocas veces hablaba de esa forma — sé que no debes hacer mucha fuerza, pero estoy segura que verla, te ayudara un poco con la tristeza que cargas.
—Mamá déjala — la reprendió mi mama — necesita tiempo.
— ¿Tiempo?, parece una de mis flores plásticas, sin vida —hice una mueca — Eva Dixon, saldrás de esta situación solo si así lo quieres. Tu madre y yo ya hemos vivido lo suficiente, no lo haremos por ti.
— ¡Mamá! — su hija la miraba horrorizada, no me extrañaba, la abuela tenía su propio estilo para decir lo que pensaba.
—Tiene razón — las mire, ellas eran las únicas que no tenían una mirada de lastima cuando ve observaban — estoy haciendo un intento abuela...— los sonidos de la puerta callaron mis palabras.
— ¿Esperas a alguien? — mi mama miró a su madre extrañada y esta solo negó— iré a ver, si es de nuevo el señor Rockefeller, le voy a lanzar una piedra.
No éramos muy buenos amigos de los vecinos.
Dejé la comida intacta y me levanté con cuidado de la silla, caminé hacia la sala para poder ir a la habitación de mi abuela que ahora mía, no podía subir las escaleras hacia mi habitación.
—Eva, cariño te buscan — la miré con cierta confusión, no tenía amigos, ni compañeros interesados por mi salud.
Me acerqué hasta la puerta y me quedé algo petrificada cuando vi al señor alto vestido con un perfecto traje negro, su mirada era fría y calculadora, erizó cada uno de mis vellos.
—Señorita Eva García — no lo quise corregir — Soy Adler Bähr, disculpe importunarla, he venido para hacerle entrega de algo muy importante — me dio un sobre blanco, sin ningún tipo de identificación.
—No lo entiendo, ¿Qué es esto señor Bähr?
—Un citatorio, en el sobre esta lo que necesita saber, éste lunes debe asistir a la corte...
Menos de cinco días.
—No... no puedo asistir, estoy recuperándome de una operación, apenas llevo una semana de reposo.
—Lo siento señorita, es importante su presencia —miré de reojo a mi mamá, sabía que se estaba conteniendo para no gritarle — de no asistir, será declarada culpable.
¿Qué?
— ¿Culpable? — Agarré con fuerza el sobre a tal punto de arrugarlo — ¿de qué se me acusa?
—Homicidio involuntario hacia Steven Prescott — cerré la puerta de golpe, sin importar que fuera de mala educación.
Me deslicé lentamente por la puerta abrazando el sobre de manera fuerte.
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Aquello Que Ocultamos
RomanceUn trabajo, una nueva oportunidad, fue lo que pensé cuando el apellido Goldssom llegó a mi vida. No solo fueron nuestros caminos los que se cruzaron sino también nuestros secretos. Y aquello que ocultamos resultó ser una pieza decisiva en el juego...