Estuve caminando de un lado a otro frente la puerta de su despacho por un buen tiempo, por tan solo un segundo tomé el pomo para entrar, pero no tuve el valor suficiente para girarlo.
¿Qué podía decirle?
¿Querría hablar?
¿Estaría de buen humor?
La mejor decisión que tome fue no entrar, así evitaba molestarlo más de lo que se encontraba, si es que eso podía ser posible.
Ahora estaba en la cocina comiendo helado de fresa y para ser sinceros, no se comparaba a mi poderosísimo helado de vainilla con galletas de chocolate amargo, que resultaba ser la perfecta combinación de sabores.
—Por alguna razón sabía que podía encontrarte aquí, comiendo cualquier cosa que hayas conseguido.
— ¡Por amor a los dioses! — lleve una mano hacia mi pecho, podía sentir como mi corazón palpitaba muy rápido gracias al susto — si me causabas un infarto en plena cocina, no sé qué medidas tomarías para que no muriera — comí una gran cucharada de helado.
Si iba a morir que fuera con el estómago lleno al menos.
—Llamaría a una ambulancia Eva, eso es lo que se hace, no soy doctor para auxiliarte.
Tachado de la lista el trabajo como doctor.
Seguiré reportando. Cambio
— ¿Qué haces aquí?, sí sé que es tu casa, pero... en la tarde no estabas muy bien... ¿Te sientes mejor? — hacia las preguntas con cierto cuidado, no necesitaba provocar una de nuestras discusiones.
—Vi tu sombra moviéndose de un lado a otro por debajo de la puerta del despacho— que vergüenza, todo el tiempo supo que estaba ahí — después tocaste y saliste huyendo, porque cuando abrí la puerta no estabas — culpable — aunque vi tu pequeño detalle.
Vi un atisbo de sonrisa, parecía más calmado.
— ¿Cuál es el puntaje?
—Un diez de diez, es el pastel de limón más delicioso que he probado, aunque no esperaba menos ya que ayudé con la preparación — dijo de forma petulante.
—El señor Perfecto ha dado su veredicto.
—Sí, niña de 13 años — reí — debo agradecerte, el gesto fue inesperado y la nota ayudó que mi mente se aclarara un poco.
Sonreí mentalmente.
La idea era entregarle su trozo de pastel en persona, solo que no estaba preparada para ser rechazada por si estaba de mal humor.
—Me alegra saber que estás mejor... Lo estás, ¿cierto?
—Estoy tan bien como puedo.
No era la respuesta que esperaba sin embargo se podía trabajar para obtener una mejor.
—Observa tu entorno y notarás que no estás solo, te veo y puedes verme — terminó de repetir la frase y sentí un leve cosquilleo en la punta de mis dedos — No hubiese tenido mucho significado sin la presencia de la foto.
Oh sí... la foto.
Una donde sus sobrinos y yo salimos, fue una selfie. La había tomado cuando estábamos en el jardín, una tarde fresca observando el cielo buscándole formas a las nubes.
—Si te molesta mi presencia en la imagen, puedo tomar otra... — no encontré ninguna foto donde salieran solos.
—Eva, quedó perfecta me gusta — sonaba seguro y eso me tranquilizó un poco — solo debo encontrar un buen marco y quedará perfecta — asentí, aunque todavía tenía mis dudas— ¿Cómo puedes comer esa cosa tan helada a esta hora? — cambio de tema y miro mi litro de helado como si fueran alcachofas.
ESTÁS LEYENDO
Aquello Que Ocultamos
RomanceUn trabajo, una nueva oportunidad, fue lo que pensé cuando el apellido Goldssom llegó a mi vida. No solo fueron nuestros caminos los que se cruzaron sino también nuestros secretos. Y aquello que ocultamos resultó ser una pieza decisiva en el juego...