Capítulo 5

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Cuatro, un número un poco más grande que uno y dos, pero menos que cinco.

C-U-A-T-R-O.

Ahora entendía porque la bandeja reposaban cuatro tazas de plástico, pensaba que sería dos para los niños y las restantes para Clare y yo.

Me sentía estúpida.

Toda la sala estaba en silencio, lo único que se podía escuchar eran las leves gotas de lluvia impactando contra el techo, porque ni siquiera había una ventana en la habitación.

Clare se sacudió el delantal floreado y les sonrío dulcemente.


-He olvidado las servilletas - negó divertida - ya la memoria me falla, iré a buscarlas - informó más a mí que a ellos - sean buenos niños por favor.

No te vayas, no me dejes sola. Implore mentalmente, aunque no sirvió de nada.

Ahora estaba sola con cuatro pares de ojos viéndome fijamente de forma tan inocente, resultaba un poco intimidante. Y sí, ya sé que no deberían intimidarme unos simples niños, sin embargo estos no parecían de esos que correteaban y reían, se veían muy serios para ser tan pequeños.

La única niña del cuarteto fijó su mirada en mis pantuflas de Bob Esponja, dio un pequeño paso en mi dirección pero el mayor de todos agarro su pequeña mano y coloco su pequeño cuerpo detrás de él, formando una barrera protectora.

No recuerdo haber estado en una situación parecida, dudo mucho que en la habitación estuviera un manual donde me indicara como socializar con ellos, supuse que solo debía ser Eva.

Ser uno mismo no era tan malo a veces.

-Hola... soy Eva - dije amablemente.

Ni siquiera pestañearon o hicieron una mueca mostrando su desagrado hacia mí.

Eche un vistazo rápido a la habitación y encontré una mesa en el rincón, camine hasta allí para colocar la bandeja con cuidado para no hacer un desastre.

-Deberían tomar su chocolate - volví hablar pero de forma más animada - dudo mucho que Clare se sienta feliz si sabe que desprecian el trabajo que hizo al preparárselos.

Habían dos opciones: No me entendían o me ignoraban.

No me pasó desapercibida la mirada de la niña nuevamente en mi calzado y quise sonreír.

-Son lindas, ¿no? - Ella miro a su hermano y este aceptó, al tener su aprobación la pequeña asintió hacia mi dirección - te puedo conseguir unas idénticas - pase la mirada por los cuatros - a todos si así lo desean.

La frustración estaba empezando a colarse por mi mente, me había creado varios panoramas donde los niños eran groseros, ruidosos, alegres, llorones, nunca me preparé para que fueran tan inexpresivos.

Respire profundo mentalmente y me coloque los pantalones de niña grande, si su papá era serio y perfecto, sus hijos no estarían muy lejos de comportarse de la misma forma.

-Si no quieren hablar, lo entiendo - intente no mostrar que la situación estaba siendo incomodaba - solo estoy aquí para hacer mi trabajo, el cual es cuidarlos así que me sentare por aquel rincón - señale la parte más alejada de la mesa - para que ustedes pueden tomar su chocolate y comer sus galletas tranquilos, prometo que no me notaran en la habitación, seré un fantasma.

Él más alto entrecerró sus ojos hacia mí, si quería intimidarme no lo estaba logrando me resultaba muy tierno, no sonreí para evitarle molestias. Era muy notoria el aura de protección que desprendía todo su cuerpo, tal vez me veía como el enemigo por eso se comportaba de tal manera.

Aquello Que OcultamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora