11. Algodón de azúcar

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Naina odiaba el instituto humano y lo odiaría por el resto de sus días. La razón de mayor peso era lo distinto que era del sistema educativo en Staciony. Enseñaban cosas que, en su mayoría, no serían útiles a los estudiantes en un futuro.

Ni siquiera tomaba apuntes de las clases, no le veía el propósito. El maestro de Matemática notó su falta de interés y la invitó a resolver el primer ejercicio en el pizarrón.

Naina se levantó de su sitio peresozamente y caminó al frente de la clase. Al ver la ecuación logarítmica le envió un mensaje de socorro a su hermano mayor.

«Allan, ayudame a resolver estos jeroglíficos extraños» le pidió telepáticamente.

Allan se recostó al espaldar de su asiento

«¿Qué ganaré yo?» negoció.

Naina frunció el entrecejo al escucharlo.

«Soy tu hermanita, no dejarías que pase vergüenza ante todos estos humanos».

Allan sonrió. En efecto, eso era verdad.

«De acuerdo, pero tendrás que hablar con el niño sol en el próximo descanso» indicó Allan.

«Está bien. Pero date prisa» lo apuró la chica.

Allan le indicó que número o signo debía colocar, uno a uno, hasta que terminó la ecuación completa.

—Muy bien —indicó el profesor, sorprendido ya que creía que lo haría mal.

—Gracias, profesor. Estudié mucho el fin de semana —mintió Naina.

Regresó a su lugar, burlándose para sus adentros de los humanos, que no se enteraron de nada.

—Le dijiste las respuestas ¿cierto? —consultó Kya a Allan.

Estaba sentada a su derecha y logró notarlo.

—¿Y a ti qué te importa? —le espetó Allan.

—Agh, eres realmente un pesado —determinó Kya, negó con la cabeza para volver a prestar atención a la clase.

Minutos después el primer descanso llegó y con él la mirada insistente de Allan a Naina, indicándole que era momento de hablar con Ryan. El pobre chico estaba bastante desanimado ya que aún no entendía su comportamiento.

—Ryan —Naina se dirigió a él, decidida.

—Naina —le respondió Ryan.

—Kya —agregó la princesa otoñal, guardando unos materiales en su mochila.

Los demás la miraron exépticos.

—¡Ay ya! Era una broma —rió Kya—. Copito, vamos.

—¿Ahora a dónde? —Allan la miró inquisitivo para luego mirar su muñeca izquierda, donde estaba su eslava— Odio estas cosas.

Junto a Agata fueron a tomar una merienda. Una vez solos, Naina volvió su vista a Ryan.

—Siento mi comportamiento en el barkaraoke —se disculpó—. No me sentía del todo bien.

Ryan frunció el entrecejo.

—¿Estás mejor ahora? —Naina asintió a su pregunta—. De acuerdo. No te preocupes por eso, entonces.

Una sonrisa cálida volvió a posarse en su rostro.

—Gracias, me preocupaba que nuestra amistad se viera afectada —confesó la rubia.

Ryan golpeó su hombro con camadería.

—Eso no pasará. Somos amigos desde hace mucho. Nada podría afectarnos —aseguró antes de arrastrarla a sus brazos.

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