Un mes había transcurrido desde el regreso de la princesa otoñal al palacio. Las cosas no habían cambiado mucho. Los sirvientes seguían siendo igual de serviciales y los guardias igual de serios.La castaña casi hace que una de las mucama dejase caer un costoso jarrón al pasar corriendo por su lado.
—¡Perdón! —le gritó Kya.
A medio camino, una mujer se le interpuso. Su rostro regordete la mostraba descontenta.
—Alteza, aún no terminamos la lección —señaló.
—Lo siento, señora Olga. Tengo un asunto que atender —se disculpó Kya pasándola de largo.
La mujer negó con la cabeza con decepción.
—No hay quien controle a esa niña —declaró.
—Es una de sus mejores cualidades —expreso alguien a su lado.
—Su magestad —la mujer hizo una reverencia.
La reina de Otoño estaba a su lado, luciendo su porte elegante. Le sonrío amablemente.
—Tengale un poco de paciencia a mi hija —pidió en un suspiro—. Está atravesando una etapa difícil en estos días.
—¿A qué se refiere exactamente? —quiso saber Olga.
La madre de Kya guardó silencio. No pensaba revelar demasiado, podría ser contraproducente.
—Soy su madre, después de todo. La conozco mejor que ella misma. —se limitó a responder.
Por su parte, Kya estaba escondida en su armario. El lugar era amplio y estaba lleno de ropa. En su mayoría regalos de personas influyentes de Otoño que nunca llegaría a usar en su vida. Sin embargo, se vería como una falta de cortesía deshacerse de ellos, por lo que se quedaban en esa habitación como un mero adorno.
Le gruñó a la pantalla de su comunicador. La misma mostraba los mensajes recientes. No había ni uno solo del número que esperaba desde hacía semanas.
—¿Qué te cuesta mandar un simple mensaje, Allan? ¿Se te congelaron las manos o qué? —inquirió agitando el aparato en el aire.
Finalmente suspiró con cansancio y lo dejó sobre una repisa.
—No puede estar tan ocupado ¿o sí?
La incertidumbre no la dejaba tranquila. Había hablado con todos los demás en esos días. Incluyendo a la princesa de Invierno, quien le contó que había adoptado a los perritos que rescató de La Tierra.
Su hermano, por el contrario, no daba señales de vida. Kya no se atrevía a ser la primera en enviar un mensaje, su orgullo se lo impedía. Por lo que muy probablemente moriría de la curiosidad.
Recordó la razón por la que se había ido a ese sitio en primer lugar. Brial le había pedido que lo llamase cuando tuviera la oportunidad. Así que se puso sus auriculares, la última generación que los creadores habían diseñado, prendió su tebzion y realizó la videollamada.
En la pantalla apareció una mancha borrosa.
—¿Brial?
—¡Kya, por fin te comunicas! —se escuchó la alegre voz de Brial.
—Debe alejarlo de su oído para poder verla —le explicó Darian, alejando el dispositivo de la oreja del equidista.
—¡Anda! Si estás ahí —mencionó Brial hacia la pantalla—. Perdóname, querida. No manejo bien la tecnología.
La princesa de Otoño sonrío.
—Tranquilo, Brial. ¿Cuál era el asunto del que requeríamos hablar? —se interesó en saber.
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Staciony✓
FantasíaEn un planeta dividido en cuatro reinos que se han estado matando entre sí durante años, los príncipes y princesas herederos se odian los unos a los otros desde la cuna. Cuando el equilibrio mágico se ve amenazado, los jóvenes deben dejar de lado su...