16. Lágrimas falsas

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Cuando la sirena se fue ambos se sentaron en el sofá. Allan se acercó a Kya y susurró cerca de su oído:

—De nada —le insinuó.

—No tengo nada que agradecerte —la castaña se cruzó de brazos, tratando de ignorar sus nervios que se habían revolucionado ante el gesto del príncipe de Invierno.

Allan negó con diversión.

—Eres la persona más malagradecida que conozco —le dijo, sin perder aún la sonrisa.

La heredera de Otoño abrío la boca ofendida.

—Ja. Mira quien lo dice. Eres un auténtico bloque de hielo —contraatacó.

—Eres rencorosa, terca, infantil... —comenzó a enumerar Allan.

Kya se llevó una mano al pecho, sin creerse esas palabras.

—Pues tú eres un amargado, un idiota, imbécil y... y... —lo insultó Kya.

Hizo un puchero, tratando de encontrar otro insulto ya que no se le ocurría nada.

Allan se le quedó observando. Analizó con atención como su mentón se alineaba con su nariz. Detalló las pequeñas pecas en sus pómulos y cada parte de su rostro. Observó su cabello ondulado y como algunos mechones castaños recorrían sus hombros, desnudos debido a la blusa sin mangas que estaba usando.

—Tan jodidamente atractiva —susurró mordiendo su labio inferior ligeramente.

Kya sintió su corazón acelerarse al tiempo que sus hormonas comenzaban a agitarse y sus nervios a sacudirse, como si de un terremoto se tratase.

—¿Qué dijiste? —cuestionó, señalándolo atónita.

Allan deparó en sus propias palabras. Un celeste casi invisible ocupó sus mejillas.

—¿Qué? No he dicho nada —respondió haciéndose el desentendido.

Kya ladeó la cabeza confundida. ¿Había escuchado mal? Tal vez solo se lo imaginó. Sí, debió ser eso. Allan no le diría ese tipo de cosas ¿o sí?

Se formó un silencio incómodo. Ninguno de los dos dijo nada durante un minuto entero. Fue Toak quien disepó la incomodidad.

—Hola —saludó el vampiro, llegando a la habitación—. ¿Qué tal?

—Iré a ver a mi hermana —dijo Allan en tono cortante y sin decir nada más se retiró.

Los dos chicos pertenecientes al reino de las hojas secas observaron el lugar por el que se fue.

—Su carácter es voluble. No te lo tomes personal —le mencionó Kya a Toak.

—No lo hago. El heredero de Invierno me importa poco —indicó Toak alzándose de hombro—. ¿Tienes pensado hacer algo especial el día de tu cumpleaños?

—La verdad es que no.

Taok tomó asiento.

—Deberías ir pensando en algo —alegó el vampiro.

—No lo sé. De todas maneras es como cualquier otro día del año —minimizó Kya, sin mucho ánimo.

El chico pelinegro la miró, abriendo los ojos con espanto como si su alteza hubiera dicho la mayor atrocidad.

—Como alguien que ha cumplido más de 221 años, te diré que eso no es cierto. Cada año algo cambia en tí, por mínimo que sea —dijo

—Es verdad —analizó Kya.

—Tu cumpleaños es el día para celebrar todo lo que has crecido y aprendido este año. No lo pases por alto.

—Tienes razón. Eres tan inteligente —lo apludió Kya.

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