38. Dudas

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Toda la sala quedó sumida en un silencio que incluso hizo temblar a los cuadros debido a toda la tensión que albergaba. Nadie dijo nada después de que Kya culminara su relato.

—Espera —Naina ladeó un poco la cabeza—. Aún no logro entender del todo. ¿Dices que nuestra madre está viva?

Kya asintió con la cabeza.

—Sé que suena imposible y que es difícil de creer pero...

—Te creo.

Kya miró a Allan cuando este la interrumpió.

—Ya cometí el error de no creerte una vez —mencionó mirándola fijamente antes de voltear a ver el retrato de su madre—. Todos sabemos cómo acabó eso. No sé ustedes, pero si Kya dice que está viva yo lo creo. Sé que no nos mentiría con algo así.

Kya no había dejado de mirarlo. Una sonrisa quiso apoderarse de su rostro. Luchó por contenerla y mantenerse seria.

—Es que es de locos —musitó Naina—. Si mamá está viva, si realmente es esa mujer que cuidó de Kya en esa aldea remota ¿por qué crecimos pensando que estaba muerta?

Allan se quedó callado. No sabía que contestarle a su hermana menor. Para él eso también era una gran incógnita.

—Para tener la respuesta a esa pregunta, primero habría que ir a verla —razonó Agata.

Naina fue a sentarse en uno de los sillones que habían en el lugar, justo al lado de una estatua de material muy brillante.

—¿Dónde queda esa aldea exactamente? —le preguntó a Kya.

La princesa de Otoño lo pensó un minuto.

—Al suroeste de Primavera, cerca del bosque de Gionnal —respondió cruzándose de brazos.

—Tenemos que ir allí —declaró Ryan.

Todo el mundo pareció estar de acuerdo.

—Salimos mañana. ¿Les parece bien? —propuso Kya.

—Nos encontraremos en la ciudad de Gionnal —anunció Agata—. Es la más cercana al bosque.

No era de extrañar que la princesa de Primavera conociera su reino como la palma de su mano. Sin embargo, no estaba enterada de la existencia de esa aldea en concreto.

Salieron de la habitación y Kya pensó en dirigirse al salón de baile para encontrar a sus padres.

—Kya —Agata la llamó, deteniéndola—. ¿Podemos hablar?

Su mirada era suplicante. Kya tuvo que forzarse para ignorar a quien hacía meses consideraba su mejor amiga. No estaba lista para esa conversación, aún no.

—En otra ocasión, tal vez. Debo irme ahora. Lo siento —se disculpó con cortesía.

Agata la observó marcharse y soltó un suspiro de pesadumbre. El error que cometió por culparla injustamente ahora le estaba cobrando factura.

 El error que cometió por culparla injustamente ahora le estaba cobrando factura

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