33. Corona

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En los últimos meses el reino de Otoño había sufrido mucho por la pérdida de su princesa. Al no tener un heredero ligado al linaje real, las cosechas se secaron, los suelos se volvieron infértiles y el clima era más frío a cuasa de las corrientes de viento provenientes del este.

El ánimo de todo el pueblo estaba por los suelos. Hacía mucho tiempo que no se realizaban festivales de Hazure en las distintas ciudades. Dichas celebraciones reunían a un montón de gente cada semana en los parques y plazas. Pero considerando que era una celebración en honor a la heredera al trono, consideraron cancelarlas por tiempo indefinido.

Las noticias iban de mal en peor. Después de la muerte de Kya, la reina cayó en una grave depresión. Semanas más tarde se informó con gran pesar que la encontraron muerta en sus aposentos. Había decidido quitarse la vida ante tanta tristeza.

El rey de Otoño se quedó solo, acompañado únicamente por su madre. Aunque se decía que la ex—reina Afia estaba un poco distante, muy pocas veces se la veía salir de su zona del palacio.

Tiempo después se anunció algo que cuasó verdadera polémica. El rey Oscar celebraría una ceremonia de unión con la duquesa Farina. Muchos lo vieron mal pero otros lo entendieron a la perfección. Otoño necesitaba un nuevo heredero o heredera para recuperarse.

Debido a los tratados y pactos que se estaban concretando, la realeza y nobleza de todos los reinos fue invitada. Toda la sala de fiestas del palacio fue destinada para ese propósito. Estaba muy bien decorada y adornada.

—¿Podrías al menos cambiar la cara? —le susurró entre dientes el rey de Invierno a su hijo.

Allan blanqueó los ojos.

—Cuando me hiciste no me pusiste otra cara de repuesto. Esta es la única que tengo.

Iker chasqueó la lengua y negó con la cabeza ante esa respuesta. Allan tenía últimamente un humor demasiado áspero.

—Si me disculpas, iré con mi hermana —informó Allan.

Se encaminó hacia dónde se encontraban sus amigos y los saludó.

La ceremonia dio inicio un par de segundos después. Todos los presentes dirigieron su atención al lugar donde se hallaba el rey de Otoño.

—Este gran reino al que todos amamos muy pronto tendrá una nueva reina —dijo un hombre de túnica dorada, situado frente a la pareja.

La mirada de Oscar estaba perdida. Mientras su acompañante, la duquesa Farina, sonreía con expectación, igual que su hija Danna. Ambas estaban más que felices.

Por fin tendrían lo que siempre habían deseado: las riquezas de la corona otoñal. Bendecían el momento en el que Kya había muerto. Con la princesa heredera fuera de juego ellas habían tenido el camino libre para ejecutar su plan.

—Puedes ir olvidándote de eso —una voz se alzó entre los presentes.

El resto de invitados observaron a la figura encapuchada, anonadados. ¿Quién se atrevería a irrumpir una ceremonia real de ese modo?

Agata abrió los ojos, parecía que se le iban a salir del rostro.

—Esa voz —balbuceó en voz baja, sus manos temblando ligeramente.

—Mientras yo esté aquí, tú nunca serás la reina de Otoño. Tenlo por seguro.

La capa que no dejaba ver su rostro cayó finalmente, revelando su identidad. Un silencio abrumador se apropió de todo el salón. Luego lo siguieron exclamaciones de asombro.

La duquesa dio un paso hacia atrás asombrada. Casi cae de espaldas cuando sus zapatos resbalaron contra el mármol del suelo.

—¿La princesa?

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