Blass se le quedó observando por un largo tiempo. Escuchaba los latidos de su propio corazón tan fuertes que llegó a pensar que alguien le estaba martillando la cabeza.El silencio pesaba como nunca. Incluso la caída de una diminuta hoja podría romper la tensión del momento como si fuera un finísimo cristal.
—¿Isha? —preguntó Blass, estupefacto.
La mujer desvió la mirada un par de segundos. Quiso asegurarse del estado de sus hijos, de que estuvieran medianamente bien. Luego volvió a mirarlo a él.
—Soy yo, estoy aquí —se acercó unos cuantos pasos—. Por favor, detén esto.
Blass no le respondió y eso inquietó a Isha. Temía muchísimo su reacción. Esos ojos tan suyos se limitaron a analizarla. El silencio volvió a instalarse por un extenso tiempo.
Un silencio que era tan incómodo como asfixiante. Capaz de agitar los ánimos y poner las emociones de todos a pender de un frágil hilo.
—Por nuestro hijo, Blass —insistió Isha—. Podemos comenzar otra vez, ser felices. Esto no tiene que terminar así de mal.
Cuando se acercó otro paso, Blass reaccionó. Se alejó de ella lo más posible. Quedó más cerca del precipicio. Isha notó ese detalle.
—No. Tú... —murmuró confundido—. No, no puede ser. Todo esto es un maldito sueño.
Estaba sencillamente delirando. Como si se hubiera ido del mundo real.
Isha aprovechó su distracción y miró el panorama. En un corto tiempo escaneó todos los posibles factores. La situación era una completa desventaja. No quería que sus hijos salieran heridos. Y sabía que si las personas a quienes amaban morían, ellos estarían mucho más que heridos, totalmente devastados.
No les deseaba eso. Quería protegerlos por una vez en su vida. Pero ¿cómo podría hacerlo?
—¿Naina, cuánto tiempo queda? —se dirigió a su hija menor.
Naina pareció perdida por un instante. Miró el reloj de bolsillo en sus manos y negó con la cabeza.
—Poco más de un minuto —mencionó. Su voz sonó suave y con pocas energías.
Aquello constituyó un catalizador para toda la tensión del ambiente. Fue como echarle sal a una herida.
Allan cerró los ojos como aceptándolo. Naina solo se cubrió el rostro con la mano. Ambos se dieron por vencidos. Sus fuerzas se habían consumido demasiado como para intentar hacer algo al respecto.
Darian, en cambio, miraba a su madre fijamente. Tenía las manos manchadas de sangre primaveral y se notaba que contenía las ganas de echarse a llorar ahí mismo. Le pedía ayuda de manera silenciosa. Una gota casi perdida de esperanza, pidiéndole que hiciera algo.
Isha volvió a mirar a Blass y comprendió algo terrible. Ya no había salvación para él. La única vía que encontró era horrible, pero era la única a fin de cuentas.
Era eso o la completa destrucción. Puestos en una balanza, la decisión era clara.
—Blass —lo llamó con voz ligera.
Contuvo la respiración y se mordió la lengua al notar sus ojos llorosos cuando él alzó la vista para mirarla. Se acercó a él, acortando más sus distancias.
Le sonrió como pudo.
—Amarte fue lo más hermoso que me pasó —declaró en tono triste—. Lo siento.
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Staciony✓
FantasíaEn un planeta dividido en cuatro reinos que se han estado matando entre sí durante años, los príncipes y princesas herederos se odian los unos a los otros desde la cuna. Cuando el equilibrio mágico se ve amenazado, los jóvenes deben dejar de lado su...