Dos días habían transcurrido desde la llegada de Hansa. Naina intentaba mejorar su humor recordándose a sí misma que la sirena se iría al finalizar esa semana.Desafortunadamente, no lo conseguía. Ryan pasaba todo el rato con Hansa, lo que provocaba unos celos hirientes en la princesa de Invierno.
—Se supone que me olvidaría de este sentimiento —se recriminó, revolviéndose el cabello—. Necesito despejar mi mente.
Con esa idea, se dirigió hacia el primer piso de la casa. Detuvo sus pasos a mitad de las escaleras, al escuchar una conversación telefónica que Hansa sostenía.
—Sí, todo está saliendo de acuerdo al plan —Hansa río por un comentario de la otra persona que Naina no alcanzó a escuchar—. Sin duda yo seré la próxima reina. En cuanto a nuestro querido príncipe... Ryan es ingenuo y fácil de manipular. No puede resistirse a mis encantos.
Naina se cruzo de brazos, furiosa por la forma en que Hansa se refirió a su mejor amigo. Esperó a que acabara la llamada.
Hansa volteó, risueña. Su expresión cambió al ver a Naina y encontrarse con su mirada de odio.
—¿Princesa Naina? ¿Hace cuanto está ahí? —tanteó, fingiendo inocencia.
—Lo suficiente —se limitó a contestarle la rubia.
Bajó los escalones que le faltaban, situándose frente a la morena.
—No sé que habrá entendido pero... —intentó decir Hansa.
—Ahorrátelo —la interrumpió Naina—. Lo escuché todo. Y estás equivocada, Ryan no caería en tus sucias trampas.
Ante eso, las facciones dulces e inocentes de la sirena, fueron sustituidas por una sonrisa cínica y una mirada burlesca.
—¿Lo crees? —preguntó alzando una ceja—. Siento tener que decírtelo pero el ya cayó en mis... sucias trampas, como tú las has llamado.
Naina frunció el ceño.
—¿Qué pasa? ¿No te lo ha contado? —la sirena hizo un puchero falso—. Él y yo estamos comprometidos. Nos vamos a casar.
Esas palabras causaron una punzada en el corazón de Naina.
—Eso es imposible —musitó Naina.
No era extraño que alguien contrajera matrimonio siendo tan joven. Pero, de ser el caso, Ryan se lo habría contado ¿o no?
—Siento tener que romperte el corazón, querida. Sé que estás enamorada de él —dijo Hansa—. Pero la culpa es tuya, en todo caso. No tienes lo necesario para atraer a un hombre. Eres tan desabrida e insípida como tu madre.
Ante la mención de su madre la rabia y la cólera nublaron todos los sentidos de la princesa lobo. Su difunta madre, a la que extrañaría por siempre, era un terreno intocable. Sus poderes acompañaron el empujón que le propinó a la chica de cabello negro.
Hansa cayó sobre una mesita pequeña que estaba en una esquina, causando un ruido muy fuerte y rompiendo la misma por el impulso que llevaba.
—¿Qué fue ese ruido? ¿Están bien? —el heredero de Verano llegó junto a ellas, alarmado por el estruendo.
Hansa se levantó como pudo y se refugió a sus espaldas actuando como víctima.
—Ry, no sé lo que le ha pasado a la princesa Naina. Me ha atacado. —lloriqueó como una niña pequeña.
—¿Nai, es eso cierto? —consultó Ryan a la rubia.
—Sí, pero...
—Ha-ha sido mi culpa en realidad —mencionó Hansa con voz rasposa, obteniendo la atención de Ryan—. Yo le dije que admiraba muchísimo a la reina Isha. Creo que me comporté de manera desubicada. Lo lamento, princesa Naina.
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Staciony✓
FantasyEn un planeta dividido en cuatro reinos que se han estado matando entre sí durante años, los príncipes y princesas herederos se odian los unos a los otros desde la cuna. Cuando el equilibrio mágico se ve amenazado, los jóvenes deben dejar de lado su...