12. Tregua

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Cuando terminaron de limpiar todo Agata fue a dejar los productos de limpieza al sótano de la escuela, mientras que Ryan y Naina daban pruebas a uno de los docentes de haber cumplido con el castigo para que este los dejara irse. En la oscuridad, la princesa de Primavera tropezó con algo.

—¡Ay, por el sauce llorón! —exclamó con susto al divisar un cuerpo humano.

Se trataba de un chico tirado en medio del lugar. Tomó el palo del trapeador y lo tocó con cuidado.

—¿Está vivo? —cuestionó con temor—. Por favor, dime que no eres un cadáver.

La princesa de Primavera no estaba mentalmente preparada para lidiar con una persona muerta. Agarró más firmemente el utensilio de limpieza y volvió a tocarlo con más insistencia.

El muchacho abrió los ojos y la miró, desconcertado por haber sido golpeado con un palo de plástico. Agata dejó el trapeador en su lugar.

—Disculpa —musitó nerviosa.

Darian estiró su cuerpo con pereza, había pasado demasiado tiempo durmiendo.

—¿Quién eres? —le preguntó a Agata.

No parecía incómodo. Actuaba como si le fuese normal dormir en un sótano oscuro y húmedo. Eso era extraño a ojos de Agata.

—Soy Agata Spring —se presentó la chica de ojos verdes.

—¿Y limpias la escuela? —cuestionó Darian.

—Oh, no, no. Es por un castigo, tuvimos que limpiar parte de la escuela después de clases —explicó Agata—. ¿Y tú? ¿Por qué estás aquí?

El pelioscuro dejó escapar un suspiro cansado.

—Unas chicas no dejaban de perseguirme —dijo, recordando como huyó de ellas—. Este es el único lugar donde puedo tener un poco calma.

Acto seguido, frunció el seño. ¿Por qué le estaba contando eso a una completa desconocida? Se levantó del suelo, donde había permanecido sentado.

—De igual forma, ya debo irme —acotó antes de salir por la puerta.

—Espera, no me has dicho tu nombre —alcanzó a decir Agata.

Demasiado tarde, el chico se había marchado ya, y sin presentarse. Un gesto poco cortés. ¿A dónde iría con tanta prisa?

La comida estaba lista para ser servida. Kya la había preparado. En Staciony solía pasar tiempo en las cocinas de su hogar, por ello las artes culinarias no le eran desconocidas.

Allan estaba sentado en uno de los asientos frente a la isla, tecleando y enviando comunicados. A la vez giraba de un lado a otro como si se tratase de un columpio.

—Si sigues haciendo eso. Juro que te volteraré agua hirviendo encima —lo fulminó Kya.

—Y yo que juraba estar tranquilito. ¿Qué hice ahora, según tú? —Allan dejó el intercomunicador sobre la superficie.

—Estás dando vueltas como tonto. Quisiera que se rompiera el mecanismo que hace girar esa silla —Kya río con malicia—. Sería muy divertido de ver.

Allan optó por no responder a eso. Minutos después Kya retomó la palabra, esta vez con algo de seriedad.

—Deberíamos pactar una tregua al menos, o intentar llevarnos mejor. No soporto verte en todos lados —pensó en voz alta, al tiempo que recostaba su espalda a una alacena.

—Si así podemos hacer que nos quiten estas eslavas, estoy a favor —asintió el príncipe de Invierno.

Kya lo pensó un poco.

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