28. Aguas sangrientas

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Decir que esos últimos días habían sido sumamente ajetreados, era poco. Literalmente no hubo descanso para los gobernantes de ninguno de los cuatro reinos.

Un mes atrás se había dado a conocer que los herederos llevaban algún tiempo de conocerse y que habían establecido fuertes vínculos de amistad. Esa noticia asombró a casi todo el planeta. Incluso los árboles conversaban al respecto.

Hacía ya una semana los herederos habían dejado clara su pocisión de repudio a la guerra. Explicando las concecuencias de esta en el equilibrio de Staciony. En consecuencia todo el planeta había quedado en un estado de detención.

Ya no se escuchaba el tétrico sonido de las detonaciones de las bombas. Sin embargo, nadie podía estar completamente tranquilo. No había una garantía de que en el momento menos esperado no fuera a explotar la siguiente.

—Princesa, díganos por favor ¿qué es lo que sucederá a partir de ahora?

Agata miró a los reporteros que no dejaban de tomar fotos. Los flashes de las cámaras parpadeaban una y otra vez sobre su figura. Sus escoltas se encargaban de mantener a las personas alejadas.

—El pueblo quiere saber la verdad. No nos deje en la incertidumbre —le pidió una mujer entre la aglomeración de personas.

Agata pensó detenidamente antes de hablar.

—En primer lugar, debo decirle a nuestro pueblo que mantenga la calma. No deben tener miedo. Con o sin guerra, es deber de la corona velar por el bienestar de los ciudadanos —aseguró con firmeza—. No puedo darles más información. Lo siento.

Atravesó la muchedumbre a paso rápido, ayudada por los hombres uniformados de negro. Al llegar junto al auto sacó unas llaves del bolsillo de su pantalón y se las tendió a un hombre medianamente jóven de cabello moreno.

—Phillip, por hoy conduces tú. Yo tengo que hacer unas llamadas —le ordenó.

—Sí, alteza.

Una vez dentro del auto y mientras este estaba en marcha. Agata marcó un número.

—¿Brial? Esto es un caos. ¿Qué haremos? —cuestionó con preocupación.

—Tranquila, ya estoy en ello. —Agata se recostó en el asiento del auto—. ¿Cómo se lo han tomado los reyes de Primavera?

—Como todos, muy mal —le respondió la chica.

Sus padres estaban tan enojados con ella que hasta le prohibieron acercarse a su hermana menor.

—No te preocupes. Tengo un plan un poco descabellado.

Agata rodó los ojos, la mayoría de los planes de Brial eran una locura. Dio una corta risa antes de pedirle que se lo contara todo.

La princesa de Otoño solía visitar a su amigo vampiro sin necesidad de pedir permiso

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La princesa de Otoño solía visitar a su amigo vampiro sin necesidad de pedir permiso. Eso nunca le había creado problemas. Simplemente se transportó a su casa en la aldea de los vampiros, como habitualmente hacía.

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