CAPITULO 17

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A Emily no le agradaba permanecer en la habitación del hotel mientras el resto del equipo se encargaba de atrapar al asesino, pero no quería que su presencia incrementara la tensión entre Hotch y Morgan. Además, si era sincera consigo misma, y a pesar de que había tratado de justificar al Sr. Murray, el hecho de que por un momento se hubiera convertido de nuevo en víctima, aunque sólo hubieran sido unos segundos, había revivido en ella parte del trauma que trataba de ocultar.

A última hora de la tarde, J.J. había vuelto para asegurarse de que estaba bien y para informarla de que habían atrapado a Michael Murray justo en la frontera. Una vez resuelto el caso, y con las pruebas añadidas que Morgan y Rossi había encontrado en su casa, Hotch los instó a que descansaran hasta el día siguiente. Había aviso de tormenta, y su piloto había considerado más seguro esperar al día siguiente para regresar. Emily declinó amablemente el ofrecimiento de J.J. para cenar todos juntos en el restaurante del hotel, y finalmente pidió algo ligero para que se lo subieran a su dormitorio.

Con su insomnio habitual, escuchó cuando tanto J.J. como Morgan volvían cerca ya de la medianoche. Como si estuvieran sincronizados oyó el agua de la ducha correr en sus respectivas habitaciones, solo que Morgan terminó mucho antes que J.J. que al parecer había decidido relajarse un poco antes de dormir.

Unos minutos más tarde, se hizo el silencio en ambas habitaciones y Emily por fin pudo centrarse de nuevo en su lectura nocturna. Pero esta vez su habitual truco parecía no servir para mantenerla tranquila. Se removió de un lado a otro, puso la tele, se paseó por la habitación, e incluso se dio una ducha antes de regresar a la cama donde se dispuso a permanecer sin más aspiración que esperar a que se hiciera de día.

De algún modo se adormeció. Al fin y al cabo el cansancio acumulado era más fuerte que su propio temor. Sin embargo, no fue un sueño plácido. En aquel instante que separa el sueño de la vigilia sintió que había alguien a su lado, inclinado sobre su cama. Una figura negra sin rostro. Trató de moverse y de gritar, pero no pudo. No era la primera vez que experimentaba una parálisis del sueño, pero era imposible acostumbrarse a ellas.

Finalmente consiguió que su cuerpo reaccionara, y se despertó entre jadeos. Por supuesto era muy consciente de que todo había estado en su mente, pero eso no lo hacía menos aterrador. Encendió la luz y fue al baño para refrescarse el rostro.

Al regresar a la habitación sonaron dos golpecitos en la puerta. En un primer instante se quedó petrificada. Nunca superaría la ansiedad que le provocaban las visitas inesperadas, y más aún si eran casi a las dos de la madrugada. Antes de dirigirse a la puerta, cogió su glock, que había dejado sobre la mesilla de noche.

- ¿Quién es?- Preguntó controlando el temblor en su voz, mientras su mano permanecía sobre el pomo de la puerta.

- Emily, soy yo- Dijo Morgan al otro lado.

¿Morgan? ¿Qué diablos hacía Morgan en su puerta a aquellas horas? Abrió la puerta sólo para encontrarse a un Derek Morgan realmente preocupado.

- ¿Va todo bien?- Le preguntó Emily con más inquietud que curiosidad.

Derek frunció el ceño, sorprendido.

- Te he escuchado gritar.

Maldita sea. Por supuesto.

- Yo... Lo siento....- Se disculpó con nerviosismo- Sólo fue una pesadilla. Al parecer las paredes son aún más finas de lo que había imaginado.

Se quedaron allí de pie, uno frente al otro, con la puerta entornada, separándolos.

- Oye, ¿Puedo entrar?

Casi había desesperación en su voz.

Emily dudó un momento, mientras se debatía en lo poco profesional que parecería aquello si alguien los veía juntos a aquellas horas en su habitación.

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