Escondidas

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El titileo de la lámpara sobre la mesa en el centro de la habitación provocó que ambas volvieran a la realidad. Manuela sintió el final de aquel abrazo en la rigidez del cuerpo de Florencia. "Tenemos que hablar" Le susurró afligida la Estrella, perdiendo el ánimo festivo que la acompañaba desde que salió del juzgado. "No te preocupes, Dani también va a arreglar esa luz mañana" Manuela intentó bromear con ella, pero sabía que venía algo serio que debían abordar antes de que las perjudicara de manera irreversible. "¿De qué hablabas con Dani antes de que llegara?" Florencia le buscó la mirada, pero Manuela seguía evadiéndola, hasta que optó por su mejor arma, la honestidad. Mucho antes de que sus tics traicionaran. Con lágrimas crecientes en los ojos, alzó el rostro, mordiéndose el labio cargado de nervios, abrió la boca para responder, pero Florencia se negó moviendo la cabeza de lado a lado con pausa. Lo sabía. Ya sabía lo que diría. "No... Manu" Manuela exhaló, tomándola de la mano y jalándola hacia fuera de la habitación. "Hablemos, pero no aquí. Te quiero enseñar tu nueva oficina" Florencia se dejó guiar a través de toda la casa, subiendo las escalaras hasta el último piso, después de que Manuela sacara una lámpara de halógeno del armario de herramientas. "¡Pensé que odiabas las sorpresas!" Se rieron ambas antes de ayudarse a abrir uno de los ventanales que daban al tejado. El techo de la casa tenía una vista espectacular de toda la ciudad. La hora aún no oscurecía las calles. Los naranjas y púrpuras del ocaso se desbordaban por el horizonte. Junto a la pared al fondo se había instalado un tejaban con aristas de madera y cubierta de manta beige. Debajo había un sofá azul marino con un océano de cojines y almohadones de varios colores. En el centro una mesa de madera oscura. El tejaban se rodeaba de plantas en macetas de todos tamaños y entre poste y poste pendía una sonrisa de focos antiguos que desprendían una luz tenue. Florencia boquiabierta caminó hacia el tejaban, absorbiendo la vista de la ciudad y los olores de la tarde. Embobada. "¿Esta es mi oficina?" Manuela acomodó la lámpara a un lado del sofá pues aún no la necesitaba gracias al reflejo de la ciudad que rebotaba en los blancos de los bordes. Se sentó luego invitándola a sentarse con ella. "Al menos por ahora. Luego podríamos acondicionarla mejor, pero pensé que sería inspirador ¿no crees?" Florencia suspiró, tenía que confesarle a Manuela su inquietud por lo que ella suponía estaba sucediendo entre ellas. Nadie daba tanto de sí sin esperar algo a cambio. ¿O sí? Caminó hacia uno de los postes del tejaban y acarició los focos que colgaban de él. No quiso sentarse. La distancia entre ellas aminorando su ansiedad por lo que vendría. Cuando estaba por decir algo, Manuela le ganó la palabra, recargando ambas manos sobre sus rodillas y volteando a verla directamente. "No necesito que sientas lo mismo por mí, Flor. Yo soy feliz así" Florencia expulsó el aire que llevaba almacenado y abandonó los focos, introduciendo sus manos en los bolsillos del pantalón, sin atreverse aún a acercarse. "Eso, precisamente, era lo que quería evitar. Que dudaras de cada gesto. Lo que más me gusta de nuestra amistad es lo libre que me siento. Lo natural que se da todo entre nosotras. Lo que yo siento por ti es mío" Florencia gruñó, cubriéndose la cara con ambas manos, después caminó hacia ella, subiéndose al sofá de rodillas un lado suyo. Queriéndola ahorcar y concluyendo con una sonrisa sesgada. Cómplice. "No voy a negar que sentí celos al verte con Dani... Tampoco puedo negar que... me atraes mucho, pero tú sabes que estoy absolutamente enamorada de Jazmín" Manuela se ladeó un poco, subiendo también las piernas al sofá e imitando la pose de Florencia, sentadas ambas sobre sus talones. "Lo sé y es lo que más admiro de ti, tu lealtad. La muerte de mi mamá me ayudó a entender mucho más de lo que yo pensaba. Yo creí que jamás me pasaría a mí. Viví temiéndome incapaz de sentir esto que siento por ti. Y ahora que sé que puedo, no lo voy a maltratar, ni menospreciar, ni empujar de mí. No necesito algo a cambio, te juro, Flor. Yo me soy suficiente" Florencia se rascó la cabeza confundida y cerró los ojos. Tratando de empaparse de la voz de su amiga. Encontrándole sentido aunque se apreciara tan distante y elusivo. "Eso dices ahora, Manu, pero no quiero hacer algo que vaya a confundirte o confundirnos. No quiero que después me tengas rencor por no corresponderte o que pienses que me aprovecho de ti por eso" Manuela la veía a los ojos creando un aleteo elíptico que la hizo sacudirse. Nadie nunca la vio así. Cayendo al vacío sin terror del abismo. Un alivio estacionario de pertenecerse. "No creo que tengas control sobre lo que pienso de ti, por mucho que me gustes. Nunca has dejado de ser honesta conmigo. La decisión de quedarme y vivirte así es mía. No pido más. Sólo sé tú" Florencia bajó las piernas del sofá, sentándose como acostumbraban cuando estaban juntas en su departamento, recargándose en el respaldo lateral y estirando las piernas obligando a Manuela a sentarse igual del otro lado. Quiso preguntarle qué pasaría cuando esa sensación le fuera insuficiente y quisiera más, pero la verdad es que Florencia se dio cuenta ahí mismo, mientras Manuela le quitaba los zapatos, que no necesitaba esa respuesta. Tenía la seguridad de que si eso sucedía ella sería la primera en saberlo. La intuía total sin asumirla. Lo que escondía o disfrazaba con libros, personajes o semblanzas. Florencia también empezó a quitarle los zapatos a ella, hasta que ambas quedaron descalzas y masajeando los pies exhaustos de la otra. "Cuéntame. ¿Qué te dijo Dani?" Florencia aprovechó la distracción de Manuela que le quitaba una pelusa de sus medias para apretar más su arco del pie, provocando en ella un quejido de dolor que la hizo carcajearse. "¡Au! ¡Mala! Nada, me invitó a salir y le dije que no sería justo" Florencia asintió, reduciendo la fuerza de sus manos sobre sus pies. "No tardó ni una semana el pibe" Dijo en voz baja, achicando los ojos, confrontándola. Manuela irguió sus hombros e intentó cambiar el tema. "Entonces, ¿te gustó la habitación de Jazmín o hacemos algo más con ella?" Florencia refunfuñó, echando su cabeza hacia atrás y enfocándose en las ondas de focos que pendían del tejaban. "No lo sé, no he hablado con ella desde hace días. No sé si es buena idea tenerla aquí diario. Estoy muy confundida. Quiero de verdad estar con ella, pero al mismo tiempo siento que ninguna de las dos está lista" Manuela respiró profundo y también dejó caer su cabeza, sin abandonar los pies de Florencia. "Si tienes dudas aún, será mejor esperar, dejar de confundirse. Lo bueno que yo podré dar sus clases mientras te decides" Manuela escondió su sonrisa anticipando la reacción de su amiga que no demoró ni un segundo en manifestarse. "¿Tú? No te sabes ni pintar las uñas, Manu" Le puso la oportunidad de vengarse en bandeja de plata. Manuela pasó su pulgar con más fuerza por el arco de su pie, ganándose un chillido gatuno y una patada en el muslo. "Lo decía porque hoy en la mañana presenté mi renuncia por escrito. Efecto inmediato. Soy libre" Florencia se incorporó en el sofá con urgencia, haciendo los pies de su amiga a un lado y acercándose más a ella. "¿En serio? ¿No más jefe de mierda?" Manuela también se enderezó en el sofá y quedaron otra vez frente a frente. "No más jefes, no más horarios, no más estrés" Terminado el listado de ventajas con sus dedos, Florencia se paró de súbito, buscando sus zapatos. "¿Qué haces?" Le preguntó Manuela buscando también sus zapatos en el piso. "Tenemos que festejar. Las dos somos libres después de meses de agobio. Me imagino que no tienes alcohol en esta casa. ¿Vamos a mi departamento o al tuyo?" Manuela se levantó y tomó a Florencia de los hombros empujándola de nuevo hacia el sofá. "Imaginas mal. Vine preparada. Voy por la cerveza y el pie. Tú pon la música" Manuela se dio la media vuelta y empezó a caminar hacia el ventanal para bajar. "Estás llena de sorpresas hoy ¿no? Cajita feliz". En lo que esperaba a que llegara, Florencia sacó su celular del bolsillo y abrió su reproductor, seleccionando una de sus canciones favoritas. Sonrió y dejó el celular sobre la mesa. Caminó un poco hacia la baranda y se asomó abajo, recordando aquel instintivo impulso de saltar del que había escuchado hablar a Javo. Hoy era un espasmo justo en el centro del tórax y la pelvis. Merodeaba ondulante por su cuerpo. La excitaba. Cerró sus ojos dejándose llevar por el claxon agudo de los autos, el olor a motor que ascendía hasta su nariz, lo cálido de una tarde que amainaba. El viento le produjo un ligero escalofrío pero no lo suficiente para irritarla. "Listo, creo que ya podemos encender la lámpara o no veremos nada. No tengo platos así que comeremos directo del contenedor" Manuela subió con las manos llenas, entre el brazo un cobertor, en el bolsillo del pantalón dos tenedores, en la mano derecha un paquete de seis cervezas y en la izquierda el contenedor del pie con servilletas en la tapa. En lugar de ayudarle, Florencia caminó hacia el sofá para encender la lámpara y evitar que Manuela se fuera de boca. Entre las dos pusieron todo en la mesa y mientras Florencia extendía el cobertor sobre sus piernas, Manuela le pasaba uno de los tenedores y volvía a quitarse los zapatos. Una vez que abrió dos de las cervezas se sentó a un lado de Florencia integrándose a la cúpula que había creado con el cobertor. "¿Cuántas veces has repetido la misma canción desde que me fui?" Le preguntó burlona, dándole un trago a su cerveza y recargándose en el respaldo del sofá con el contenedor de pie sobre sus muslos. "Shhh chito la boca" Florencia la apuraba para que quitara la tapa del pie, ya estaba lista con su arpón para embestirlo. Cuando por fin lo destapó, lanzó la tapa sin misericordia al otro lado de la mesa, provocando la risa estridente de Florencia. Mientras masticaba la porción que se llevó a la boca, hizo una de tantas preguntas que se habían quedado confinadas en su cerebro. "¿Te han gustado otras mujeres antes?" A diferencia de la Estrella, Manuela no era experta en ventriloquia y hubo de esperar a que todo el pie bajara por su garganta para poder contestar. "Sí, pero nunca así" Florencia volvió a meterse un pedazo de pie a la boca. Quizás con la intención de encubrir su curiosidad. Suavizarla. "¿Así cómo?" Manuela no leía más que ternura en las palabras masculladas de Florencia. "Me han gustado otras mujeres, pero muy por encima... o muy por abajo..." Antes de que pudiera continuar con su respuesta, Florencia escupió parte del trago de cerveza que acababa de echarse y empezó a toser, golpeándose el pecho mientras se reía sorprendida por la confesión de su amiga. Manuela se dejó contagiar por su carcajada y se dobló de la fuerza de su risa. El pie olvidado por algún vado del sofá. "¡Basta, Flor! ¡Vamos a tirar el pie! Y ya vaciaste media cerveza con tu boca explosiva" Se enderezaron ambas, rescatando el pie y sus cervezas del descuido. Limpiándose las lágrimas de los ojos con una servilleta, Florencia volvió a su posición previa. "No puedo creer que no hayamos platicado de esto antes" Manuela siguió comiendo su mitad del pie y acomodó el cobertor sobre su pecho, empezando a sentir más lo fresco de la altura y la tarde en despedida. "Tenemos tiempo. Me han gustado muchas personas en mi vida, pero nunca me había enamorado. No sabía lo que era. ¿Y tú? ¿Jazmín ha sido la única?" Florencia arrojó el tenedor en el contenedor del pie y le dio un trago más a su cerveza, recargando después su cabeza en el hombro de Manuela y viendo el cielo oscurecido. "La única persona que conozco por abajo no... bueno mujer sí, pero también la única de la que me he enamorado así" Manuela se agachó para dejar el resto del pie en la mesa y volver a recargarse esta vez más cerca de ella, entrelazando sus brazos y tapándolas enteras hasta el cuello con el cobertor. "¿Y qué te hace sentir que no estás lista para estar con ella?" Manuela reposó también su cabeza sobre la de Florencia, lo cual incitó a ésta a alzar su brazo libre para acariciar su cabello. "Tú. El cómo encaraste la terapia, cómo fuiste ajustándote, entendiéndote, perdonándote, tu independencia, tu pasión por la lectura, cómo abordaste lo de tu mamá, y, hoy, justo, el saber que te atreves a amar sin esperar algo de mí. Me fascina cómo te amas, cómo te lo demuestras, cómo brota de ti. He aprendido poco a poco a amarme también, cuando antes era Jazmín quien nos amaba por las dos" Manuela asintió con cuidado de no ahuyentar las caricias en su cabello. "Y no quieres repetir el mismo error a la inversa" Florencia también asintió con delicadeza, sin moverse mucho, le gustaba sentir el peso del cuerpo de su amiga en el suyo. "Eso pensaba, pero ya no lo sé, ya oíste a Miranda la otra noche, se fue con una mina del bar. Quizás estamos yendo en direcciones opuestas" Manuela se aclaró la garganta y cambió de posición, alzando un brazo por encima del respaldo del sofá e invitando a Florencia a acomodarse sobre su pecho para rodearla después con él. "No te preocupes. La tierra es redonda, Flor, ir en direcciones opuestas es bueno, eso confirma que algún día volverán a encontrarse" No lo había visto desde esa perspectiva tan geométricamente perfecta. Florencia se pegó más al cuerpo de Manuela, abrazándola con todo y cerveza que al rozar con la piel de su abdomen le provocó un estremecimiento que las hizo sonreír a ambas. "Cuéntame más de la cara que puso tu jefe cuando supo que renunciaste" Manuela subió las piernas a la mesa, cruzando los pies y dejándose desinflar por el estrés que expiaría tras su renuncia. Florencia la escuchaba con atención, sintiendo su respiración cálida en su oreja y sus dedos acariciando su espalda mientras hablaba. Todo el cuerpo erizado como su mente. Un balanceo incesante en sus palabras hasta claudicar y ceder y en ceder amarse.


Virginia y Lucía, cada una con una bebé en brazos, terminaron de inspeccionar las modificaciones del lobby y se dirigían al restaurante. Una nube de polvo gris les dio la bienvenida al magnífico desastre. Mariano estaba detrás de una estufa industrial tratando de alcanzar uno de los tubos de acero de la pared, vestido con una musculosa sin un solo espacio para otra mancha. Javo tenía la cabeza metida en el horno, pasándole a Mariano unas pinzas por debajo de las rejillas. Jazmín arrodillada a un lado de Javo tratando de entender las instrucciones del manual. "¿De quién fue la maravillosa idea de instalar una estufa sin un experto?" Lucía se mofaba de las gotas de sudor que escurrían de la nuca del trío. Símbolo de frustración e intento repetido. "Sobran expertos, querida" Se atrevió a revirarle Mariano dejando caer las pinzas en la cabeza de Javo. Lucía se volvió a reír de ellos mientras Javo se sobaba la frente roja. "¡Por favor, boludo! Si por ti fuera las nenas durmieran en la alfombra, ni las cunas pudiste armar" Jazmín gruñó y se levantó del piso, lanzando el manual a la mesa más cercana y sacudiéndose el polvo impregnado en sus pantalones. "No puedo creer que diga esto, pero Lucía tiene razón, debimos llamarle a un experto" Jazmín se acercó a Lucía y empezó a hacerle muecas a la bebé. "¡Llegaron los refuerzos!" Dani y Federico irrumpieron el lugar cargando una monstruosa caja de herramientas. Lucía los volteó a ver y soltó aún más la risotada. "¡Vaya refuercitos! Chicos, la reapertura es en dos días, ¿seguros que estará todo listo para entonces?" Jazmín alzó la cara para responder, pero el estallido metálico, el bramido de Javo y el llanto de las bebé la distrajeron. Uno de los tubos de acero salió rodando hasta caer a los pies de Lucía. Sumiso. Todos voltearon a verse entre sí. Lucía inhaló maliciosa y le entregó la bebé a Jazmín. "¡Muévanse los dos! No debe ser tan complicado instalar una estufa" Javo extrajo su cabeza del horno e hizo espacio para que Lucía pudiera maniobrar con las tuercas que sus toscos dedos no conseguían apretar. Dani y Federico colocaron la caja de herramientas enseguida de ella y le pasaban las piezas que iba solicitando. Javo aprovechó para limpiar una de las mesas para que Jazmín y Virginia pudieran sentarse con las nenas. "Lu, supongo que ya no alcanzaremos a Flor. ¿Quieres que le llame y le diga que se venga para acá?" Virginia alzó su mano para verificar la hora en su reloj. Jazmín se aclaró la garganta de forma inconsciente, apretando más a la bebé y sintiendo esa distintiva agitación al escuchar el nombre de su exnovia. "No, no creo que se haya desocupado aún" Lucía le arrebató el sellador que tenía Mariano en la mano y Federico le ayudó a distribuirlo por la manija de la estufa y en el puerto de la pared. "¿Y dónde anda Flor?" Preguntó Dani, quitado de la pena, con un tono de intriga que Lucía detectó tan pronto salió de su boca. "¡Y a ti qué te importa dónde está Florencia, ortiva!" Daniel tragó saliva, asustado, volteando a ver a Jazmín como queriendo confesar un crimen pero perdiendo las agallas. Los demás quedaron en silencio mientras Lucía seguía instalando la conexión del gas. Al fondo se escuchaban los jugueteos de Javo y Jazmín con las bebés y el ridículo tarareo de Mariano que fingía ayudar a su novia. Cuando puso la última tuerca, se paró del piso y se lavó las manos en el lavabo contiguo. Volteó a ver su reloj y se secó las manos en su saco de lino. "¡Justo a tiempo! Si llegamos, Virginia. ¿Nos vamos?" Como si nada hubiera sucedido, Jazmín le regresó a la bebé y Virginia besó a Javo antes de salir detrás de su hermana. "¡Dos días!" Gritó Lucía perdiéndose en el hall del hotel. "No logro decidir aún si eso me aterró o me excitó sobremanera" Javo exhaló aliviado, acercándose de vuelta a Mariano para terminar de fijar la estufa a la pared. "¡Bienvenido a mi mundo!" Gritó Mariano exasperado, provocando la risa de los demás. Jazmín suspiró, pensando aún en la bebé de Lucía, su aroma, sus brazos regordetes, sus pucheritos. Quería con tantas ganas una familia. "Tenías razón" Dijo Dani con seriedad, acercándose a la mesa y sentándose frente a ella. Jazmín alzó una ceja confundida. Dani volteó a ver a los otros y después se inclinó más hacia ella para evitar que lo escucharan. "Manuela. Está muy enamorada de Flor... y, si no haces algo ya, vas a terminar como yo" Jazmín expelió el aliento, sintiendo un regurgitar en su estómago y la piel encresparse. Escalofrío. Tragó el nudo en su garganta y volteó a ver a Javo, la estufa, las mesas, la cocina. Todo. ¿Qué tan malo sería desprenderse de ella? ¿Qué restaba? La familia que anhelaba, porque los años se iban, el cuerpo envejecía, las opciones se agotaban, y Florencia Estrella seguía jugando a las escondidas. Harta de contar, sin permiso siquiera para espiar, la dejaría de buscar. 

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