Islas

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Nunca tanta gente vio tantas luces de colores bailar sobre sus rostros al son de la música que reverberaba por todas las paredes. Las hermanas Estrella así lo quisieron que el volumen estridente que las caracterizaba soterrara los errores del pasado. Ni un fallo en la caja eléctrica. Ni una fuga en los caños de los baños. Nada sería como antes. A pesar de que era menester alzar la voz y en alzarla rasparse la garganta, nadie podía evitar alardear de lo increíble que la noche se anunciaba ante ellos. Los recuerdos tienen un singular modo de proceder, como si saltasen de mente en mente cual islas que sólo por medio de la evocación se uniesen. La comuna materna se olvidó del melodrama, sentadas las tres en la mesa del centro, entre chismes y desdoros hacia un común enemigo íntimo. Miranda veía desde la barra del deck a su vieja, feliz de que, al haber perdido a Mario Estrella, hubiese ganado su confianza. Ironías del amor. Federico y Leo, detrás de la barra, la acompañaban mientras agitaban las botellas y preparaban los cocteles que cada persona exigía al acercarse. Los tres gritaban sin estar seguros de estarse escuchando. Y, sin embargo, seguir gritando. Lucía y Gustavo Meiller con una copa de champagne cada uno, hablando con un hombre alto, fornido y pálido como el almíbar. La próxima elección y las predicciones de los medios. El candidato sonreía confiado de su triunfo y poniendo la mano al hombro a una de sus directoras de campaña, asintiendo, sin condescendencia, más con una reverencia absoluta. Mariano desde lejos trataba de ignorar el gesto y convencer a la vez a Lucho de retomar la gerencia del hotel. Minutos antes habiéndose Lucho peleado por centésima vez con Carla y renunciado por centésima y seis. Era el único que seguía sin firmar el nuevo contrato y Virginia ya hablaba de reemplazarlo por otra persona más capacitada. Quizás para Lucho esa noche sería la última que las puertas del hotel se abrían con tal esperanza para él. Florencia bajó las escaleras de caracol marmoleado con cuidado de no resbalar, aunque no fueran tan altos sus tacones ni tan corto el vestido azul que llevaba y que traslucía lo torneado de sus piernas largas. Trotar por las mañanas retribuía sus ventajas. Tomó una copa de champagne de uno de los meseros que pasaba y se acercó a su hermana, el candidato y el hombre misterioso con el saco satinado y corbata lila. "Flor, ¡qué bueno que llegas! Te quiero presentar a alguien" El hombre se ajustó su corbata y con suma distinción volteó a verla, dedicándole su total atención y esperando a que Gustavo los presentara. "Mi gran amigo y un as para los negocios, Servando. Servando, ella es Florencia Estrella, otra de las dueñas del hotel y de quien te hemos estado presumiendo la última media hora" Florencia lo saludó con cordialidad, sacudiendo su mano con firmeza. "Florencia, un gusto por fin ponerle cara al talento detrás de la campaña de Gustavo" Florencia se puso nerviosa y sintió el impulso de un insulto acariciarle la lengua, pero la resolución en los ojos de Lucía y la confianza que expedía el candidato a su lado la apaciguaron. "Un talento compartido. Lucía es realmente el cerebro de la campaña" Servando se rio y negó con su cabeza. "Lucía dice lo mismo de ti. Justo me estaba contando de tu estrategia para los spots, la encuentro, en verdad, fascinante y muy original" Su voz pausada ayudó a Florencia a relajarse aún más y apreciar el cumplido como antes no había podido hacerlo ante un desconocido. "Sí, fue un golpe de suerte, un libro que leí hace poco" Servando se tocaba la barbilla, contemplativo, viéndola con tal admiración que Florencia se sintió motivada a continuar. Le explicó sobre el trasfondo de la novela que había leído, las metáforas que se colaron entre los eslóganes, el arduo trabajo por parte de todo su equipo para proyectar sus ideas. Lucía y Gustavo sumaban a la conversación resaltando el despunte en las encuestas y el descenso en la popularidad de sus adversarios a partir de la propuesta delineada por Florencia. Una vez vaciado el champagne de sus copas, Servando alzó la voz maravillado para felicitar a Gustavo por su acertada selección de personal. Inevitable le resultaba sonreír al escuchar con detenimiento el maniobrar de Florencia. "Mi pregunta es, ¿tienen planes al terminar la campaña de Gustavo? Me encantaría que se integraran a mi equipo de publicidad ahora que hemos incorporado al complejo Rivera. Necesitamos personas creativas y sugerentes" La oferta de Servando tomó a Florencia por sorpresa, abrió la boca para responder, pero optó por no hacerlo sin hablarlo antes con Lucía. Y después volvió a abrirla al ver a Manuela en la entrada del hotel. Un vestido igual de corto que el suyo, pero con un escote más pronunciado, exhibiendo mucha más piel de la que la terapia y el tiempo libre permitían entrever. El color a la distancia perfecta de sus ojos y el cabello suelto abrazando sus hombros con descuido. El contraste ideal entre riesgo, sumisión y recato, las manos temblorosas aferradas a un bolso que al lado de su espléndida cintura aparecía ridículo y soberano. Las pupilas de Florencia se extendieron como mancha de tinta rebozando el punto final de una oración. Lucía entretenía la propuesta de Servando, pero su hermana, aunque intentase volver porque volver quería, atrapada estaba en el claroscuro embrujo de aquella mujer que con insistencia la buscaba desde la entrada.

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