La única vez que Florencia se atrevió a cocinar con su madre, tendría por allá unos siete años apenas, y de sus manos endebles había resbalado un paquete de harina que acabó regado por todo el piso de la cocina. La nena quedó paralizada frente al polvo blanco que volaba entre ellas, sublimando una potente amenaza urinaria. El silencio se hizo luego un cuadro diabólico de épicas y represivas proporciones. El enojo de Teresa se encapsuló dentro, quedó pegado a los contornos de su tráquea, aferrado dolorosamente a sus paredes. Sólo logró salir de ella una miserable sonrisa de compasión. La sonrisa de quien regala lástima. La sonrisa de condescendencia de quien se sabe superior a ti. Teresa se dio la media vuelta y tomó una franela de la mesa para limpiar, se arrodilló ante ella y con una melodiosa voz de enfado mandó a la nena a su habitación. Sin saberlo, tal como la harina que había ingresado a su nariz sin pedir permiso, la sonrisa le invadió el cuerpo, así como ocurrían los traumas, sin la conciencia que implicaba el reconocerlos. Con los años la sonrisa se había repetido una y otra vez, aunque siempre obedeció estándares jerárquicos. No aparecía en sus compañeros de clase que la burlaban, aparecía en los profesores que intentaban protegerla. Cuando algún chico le decía boca floja, el profesor acudía presuroso con una explicación del síndrome y concluía con esa sonrisa. Como si su labor docente y humana se cumpliera tras la emisión de una explicación ininteligible. A Florencia le dolía mucho más esa sonrisa que la burla, porque al menos la burla del compañero era sincera y nacía del corazón, mientras que la sonrisa del profesor era un hueco en la cara que dejaba ver el vacío del otro. Y a Florencia Estrella nunca le gustaron los vacíos, ella había nacido para llenar. Compraba y llenaba compulsivamente álbumes fotográficos, compraba y llenaba compulsivamente libros de estampas coleccionables de fútbol, compraba y llenaba compulsivamente de pulseras, anillos, cadenas, las manos, dedos y cuellos de sus compañeras del colegio. Ella encontró que su mecanismo de validación emocional era llenar y evitar esa sonrisa que la hechizó desde niña. El hueco que había visto en la cara de su madre aquel día lo había intentado llenar con diplomados, cursos, talleres, saltando de laburo en laburo, sin encontrarle un verdadero gusto a algo, pero fijada en llenar. Así también rellenaba sus minutos de rituales, de paranoias, de tics, de obsesiones, restándole espacio al pavor que sentía por el vacío, por la sonrisa, la lástima, la insuficiencia. Aunque claro, eso apenas empezaba a considerarlo, a recordarlo, ni siquiera era nítido, no sabía si lo estaba inventando o si había sucedido en realidad. No había podido conciliar el sueño después del malentendido del techo, con Jazmín aún dormida sobre su pecho, se dedicó a estudiar el hueco que yacía encima. Analizaba la cantidad de material que sería necesario para reparar ese agujero y luego sentía la respiración de ella en su cuello. Jazmín le había descubierto a Flor todos sus vacíos, bueno, no sabía si todos, pero muchos, supo gracias a ella que casarse con Dani habría sido un error, supo que ella podía ser actriz, hablar italiano o andar de guía turística si así lo quería. Supo cómo exponerse al mundo. Sonrió con ironía cuando sospechó que el único vacío que ella había descubierto en Jazmín era, precisamente, el del techo. Ella, que acostumbraba a llenarlo todo, no encontraba algo que llenar ahora. A veces creía que Jazmín ya lo sabía todo desde antes de conocerla, sabía que ella llegaría porque ya se la imaginaba, sabía que ella dejaría a Dani en el altar, sabía que Elena volvería, sabía cómo iba a reaccionar ella ante eso, sabía que estarían juntas al final. Sabía pintar, cantar, cocinar, sabía manejar sus emociones, sabía controlarse, sabía escucharla, sabía cómo hablarle. Jazmín todo lo sabía. Y si todo lo sabía y si todo en ella ya estaba hecho desde antes de que Florencia llegara ¿cuál era su función en su vida? ¿Tenía alguna? ¿Tenía funciones el amor? Muy probablemente, la confesión Elena más que joderle la vida, le había dado una táctica para entenderse. Desde aquel momento, Jazmín se tornó vulnerable, la sentía temerosa, insegura, podía oler en ella la culpa, era después de todo, un vacío rellenable. Florencia temía que, si hablaba de eso, Jazmín lo aceptaría como hacía siempre y haría todo para que las cosas volvieran a la normalidad, para ser ella quien defendiera, cuidara y protegiera a Flor. Y Flor ya estaba harta de eso. No quería que Jazmín siguiera aceptando lo que no comprendía de ella, quería que se tomara la delicadeza de ver más allá, no quería que aceptara sus psicopatías, no quería que sonriera y siguiera, quería que asumiera la turbulencia en su cabeza y Florencia quería también asumir la suya, no quería más canciones, más ideales, más tés, más perfección, quería esa otra parte de Jazmín. Quería enamorarse de la parte de Jazmín que se escondía en la estructura de una receta, en la sintonía de un piano, en los trazos medidos de una pintura. No la quería fraccionada. Le estaba costando mucho entender por qué la gente prefería brindar explicaciones insulsas y plantarse una sonrisa falsa en la cara en lugar de compartirse. Quería, sobre todo, desde hace semanas, que Jazmín le confirmara que había confesado lo de Elena porque necesitaba su reacción y que además reconociera su pánico al no haber obtenido la reacción que esperaba. No obstante, con esa misma intensidad, Flor no quería que lo hiciera, que volviera a ser perfecta ante sus ojos, no ahora que apenas tenía el valor de pasarlo por el tamiz de su conciencia. Necesitaba hablar con Teresa, con su padre, con Virginia, sentía que debía hablar con todos, entender, entenderse. La ansiedad empezó a sentirse como calambres en los dedos del pie, estiró su mano y tomó el celular de la mesita de al lado. Buscó entre sus contactos sin saber a quién quería encontrar, pasó el dedo por Virginia, volvió arriba hasta Dani, se negó, bajó de nuevo a Miru, pero antes se cruzó con Manu. ¿Estás despierta? Se arrepintió en cuanto lo envió, trató de tapar el brillo de la pantalla volteándolo hacia un lado. Vio la hora, las 3 de la mañana, obviamente no estaría despierta. Volvió a colocar el celular en la mesita y cerró los ojos, pero el pinchazo del timbre retumbó por todo el cuarto, Flor se sobresaltó, despertando a Jazmín con su movimiento. "¿Qué pasa, Flor? ¿Todo bien?" Murmuró casi incomprensible con su voz ronca de sueño. "Sí, perdón, olvidé quitarle el sonido a mi celu, todo bien" Colocó su mano sobre la cabeza de Jazmín, haciéndole rulitos para que volviera a dormir, lo cual no tardó mucho en suceder. Con su otra mano tomó de nuevo el celular, primero lo puso en silencio y después leyó el mensaje de Manu. Sí, ¿qué haces tú despierta a esta hora? Le era difícil teclear con una sola mano, pero se las ingenió. No puedo dormir, pensando en la terapia. Las respuestas de Manu llegaban de inmediato, así que asumió que ella estaba en las mismas. ¿Qué piensas? Flor no supo si responderle por mensaje lo que estaba pasando por su cabeza esa noche, o todo lo que había sucedido, lo que sí sabía es que quería hablar con alguien de Jazmín, alguien que no la conociera, que no estuviera mancillado por la historia que habían compartido. Hablar con Lucía le había hecho bien, pero necesitaba saber si lo que pensaba se debía a la terapia o si se debía a la confesión Elena, estaba confundida. ¿Nos podemos ver mañana y te cuento? Mandarle mensaje a Manuela no estaba dentro de su plan, de hecho, por primera vez en mucho tiempo, no tenía un plan trazado en mente, se dejó llevar. Claro, ¿te parece el café que está cerca de tu hotel a las 6? Recordó que Jazmín tendría el turno de la tarde ese día, así que le pareció buena idea estar ocupada mientras ella también lo estaba. Le dedicó un último sí y un nos vemos mañana y se despidió, depositando el celular de regreso a la mesita. Después de eso pudo dormir plácidamente el resto de las horas antes de la alarma.
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Balance
FanfictionEl personaje de Jazmín en la tira aparece a veces idealizado, casi mágico, la única cicatriz que vemos es la de su cadera y el momento de Elena, aquí se intenta crear un balance en donde no sea sólo Jazmín rescatando a Flor como si ésta última fuer...