Espejismos

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Si acercas una lámpara encendida al piso de un cuarto oscuro el reflejo es nada más que un círculo con apenas circunferencia, pero si la alejas, la luz crece y abarca más espacio. Nunca todo el espacio. Nunca toda la luz. Nunca todo el cuarto. Cuando Florencia bajó del taxi, Jazmín ya la esperaba en la puerta, no tenía llave aún, se vieron y sonrieron. Jazmín luego bajó la cabeza hacia su celular que seguía insistente con la fotografía de Berta. El tiempo se empezaba a descubrir insulso. Tras pagarle al taxista, Florencia atravesó la vereda y besó a Jazmín en los labios. Desarmándola. Jazmín apagó su celular y gruñó, dejando caer su cabeza en la espalda de su novia mientras ésta abría la puerta. "¿Cansada?" Le preguntó Florencia caminando hacia la sala con cuidado pues su novia como mono se colgaba ahora de su cuello dejándose arrastrar por ella hasta lanzarse al sillón. "Muy cansada, amor, ¿y tú? ¿Cómo sigue Manuela?" Tocó el turno a Florencia de gruñir y sin encender la luz le ayudó a Jazmín a quitarse los zapatos y recostarse en el sillón. El departamento no tenía muchos muebles y las paredes tenían aún un olor a pintura recién esparcida. "Está entre bien y mal, pero no puedo hacer más que acompañarla" Jazmín suspiró, no mentiría, el tiempo que pasaba Flor con Manuela era tiempo que ellas no pasaban juntas, pero la muerte todo transpiraba. Florencia se alejó hacia la cocina para prepararse un té, le ofreció uno a Jazmín, pero ésta se negó, pidiéndole mejor un vino. Jazmín requería alcohol para hablar de lo que tenía que hablar. Otra vez. Elena y su meritocracia etílica. "Todo lo que pasó con Manuela me ha hecho pensar más en mí" Dijo Florencia como hablándose a sí misma no tanto para retroalimentar la curiosidad de Jazmín quien seguía con la cabeza debajo de uno de los cojines del sillón. Moviéndose por su cocina nueva, Florencia abrió el vino y sirvió una copa. "¿Será que la vida es así? ¿Unos ceden su lugar en el mundo a otros?" ¿Será que el amor era así también un poco? ¿No existía algo hasta que algo más fenecía? Salió de la cocina para llevarle el vino a Jazmín que inmediatamente se sentó y la vio directo a los ojos. No había tristeza en ella. Era algo más o algo menos. Melancolía. Duelos migrantes. Jazmín se sentía egoísta por enfadarse con Manuela y sus circunstancias. "Curioso que digas eso, porque justo quería contarte algo que me pasó hoy" Florencia escuchó el silbido de la calentadora y se dirigió de nuevo a la cocina. "Cuéntame" Colocó la bolsita de té en la taza y vertió el agua hirviendo, ayudándose con una cucharilla para disolver la miel. Jazmín jugaba con la base de su copa, esperando a que Florencia volviera a la sala, aunque quizás hubiera sido más sencillo sostener la conversación así, a la distancia de una lámpara. A la asfixia de una circunferencia. ¿Desde cuándo Jazmín les tenía tanto miedo a sus conversaciones con Florencia? ¿Sería posible que Florencia tuviera el mismo miedo que ella? Sólo pensaba en Manuela y eso la disminuía. Sofocándola en el sillón. ¿Por qué en tanto más crecía la imagen de Flor, más pequeña se sentía la imagen de Jazmín? Como un juego de sombras contra la pared. Luces ancestrales. "Cuando pasó todo lo que pasó y te fuiste con Lucía al hospital, me quedé pensando en lo que dijo Rubén, lo de la familia, los hijos, quise llamarte pero no pude y..." Florencia la interrumpió, poniendo el té sobre la mesa de enseguida y sentándose en el sillón se llevó las piernas de Jazmín sobre las suyas. "¿No pudiste llamarme? ¿Por qué?" Desde que vio la muerte tan cerca de Manuela, Florencia se había prometido a sí misma no volverse a guardar ninguna duda, ninguna suposición, lo preguntaría todo. Si antes se había sentido rebasada de culpas, la muerte de la madre de Manuela se las había llevado consigo hasta la tumba. Cada trago de té era un alivio, ya no tenía más la garganta obstruida de emociones conflictivas. Llegar a casa y hacerte tu propio té aunque huela mal y aunque sea de hierbas y aunque nadie más lo tome. Era tu casa, era tu té, eran tus hierbas y eran tus tragos a tus propios tiempos. "No quise molestarte, sabía que estarías con las nuevas bebas, no sé, era tu momento" Florencia asintió, olvidando el té en la mesa otra vez y tomando en su lugar los pies de Jazmín con todo y medias. "¿Y no te parece que me podrías dejar a mí decidir cuáles serán mis momentos o si me molesto o no?" La pregunta no llevaba un tono retador ni agresivo, brotaba natural, tan clara como el agua sin hierbas. Sin subtextos. Jazmín tragó parte del vino que le quedaba en la copa y siguió jugando con la base. No supo qué más decir. En realidad la muerte les había pausado muchas de las conversaciones que tenían pendientes, pero la actitud de Florencia no era de intermitencia, era de abandonar la misma página de un libro que ya se había cansado de leer. ¿Por qué cruzar puentes cuando no hay nada peligroso debajo que deba evitarse? "Bueno, entonces, no me pudiste llamar a mí, ¿a quién llamaste?" Florencia la volteó a ver con tanta inocencia que Jazmín llegó a creer que podía leerle la mente o que la culpa le salía por los ojos y la exudaba por la piel. Florencia la esperaba, masajeando la planta de sus pies, deshaciendo el cansancio del día. Con fuerza quiso deshacer hasta la desesperanza de Manuela en los pies de Jazmín. "¿Tú quieres tener hijos conmigo, Flor?" Preguntó con voz suave y Florencia le dedicó la más bella de todas las sonrisas que guardaba en su repertorio. Esa fue una conversación que dejaron en pausa y a Jazmín enojada. "Sería muy lindo eso, me encantaría, pero no ahora, Jaz" Jazmín se encogió, dejando la copa debajo en el piso, sobre la alfombra que recién le había regalado Manuela a Florencia. "Pero ¿qué cambió, Flor? Porque hace meses fuiste tú quien me habló de ese sueño de tener hijos con mi cara ¿te acuerdas? ¿Soy yo? ¿Crees que he cambiado contigo? Quizás lo que ha pasado en los últimos días, mis celos, mis dudas, porque si fue culpa mía Flor yo..." Florencia le puso la mano en los labios para silenciarla, Jazmín pudo sentir la tibieza del té, casi pudo probarlo en sus dedos. "Basta de culpas, Jazmín. No es culpa de nadie. Hace unos meses no tenía idea de todos los vacíos que intentaba llenar mirando siempre para afuera. ¿Cuántas veces no me lo dijiste tú y yo no te escuché? Quería que tú quisieras tener hijos conmigo. Quería que tú me necesitaras como yo a ti. Quería que me eligieras a mí" Bajó la mano que tenía en sus labios y la posó sobre su rodilla, aún tibia. "¿Y ahora?" Jazmín comenzó a llorar, deseando que el nudo que tenía en la garganta se disolviera en lágrimas. "Ahora me quiero elegir a mí. Escucharme a mí y no a mis miedos. No puedo ser madre de alguien cuando no he sabido cómo ser hija. Culpando toda la vida a mis padres por todo lo que veía mal en mí. Necesito descubrirme antes y también descubrirme contigo. Una confesión bastó para desatar todas nuestras inseguridades, Jaz" Las lágrimas de Jazmín no cesaban, pero Florencia no sentía el impulso de ahorcarla en un abrazo o mecerla como velero a la deriva de un naufragio. Florencia se acercó más hacia ella y le preguntó "¿Por qué quieres tener hijos tú, amor?" Jazmín se limpió las lágrimas con el dorso del cuello de su remera "Conocí a Berta".

BalanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora