A la inversa

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A veces no alcanzaba y alcanzaba no veces a. Caminando por la acera, habiéndose apenas topado un par de cuadras atrás, y luego adentrándose por la puerta del hotel, Flor y Manuela. No habían bastado esos escasos metros para recobrar la noche perdida. Federico y Miranda las saludaron desde el deck justo al terminar de limpiar unas mesas. Los tics de Manuela las acompañaban y en lugar de dos eran seis de repente. Había en el aire una urgencia que brota cuando el encuentro de dos personas se amerita. Todo el día partido en vaguedades, con la obsesión de no pisar las líneas de la acera y cruzar las calles sin la vista atenta. Una misma urgencia a la inversa que salía de la cocina para sellar con aquel humo un horno en celos. "¿Me estás jodiendo, Flor?" Lo último que escucharon todos antes de que Jazmín saliera del hotel como lastre el delantal. La locura procustiana de Jazmín dejando a una Flor cercenada por las piernas y estirados los brazos con clavos oxidados. Flor lo intuía, sin embargo, desde antes de llegar, que llegando todo sería un bulto de explicaciones coaccionadas por la angustia y la culpa de haber caminado sin rumbo ni motivo. Salió de la casa, dejando detrás las llaves y el celular, uno el ancla y el otro radar. Los brazos cruzados defendiéndola de sí misma. Tics que resurgían cuando se creían superados. No había otras cuestiones que no fueran el restablecimiento de un puente propio que pudiera unir eventualmente los extremos que extiende la incertidumbre. Las calles vacías y frías antesala del día después. No iban los pasos en tratar de definir los límites erróneos de una amistad con Manuela. Tampoco iban de buscar dentro de las pocas ventanas iluminadas lo que, aunque necia, ya encontraba en sus propios escondrijos. El tono era otro. Una incertidumbre metódica. ¿Cómo se llega a donde se llegó y qué vías alternativas se toman por las que no se tomaron? No había problemas qué resolver salvo la angustia de no saber qué más hacer. ¿Por qué despierta tanta culpa el dejarse hacer por lo que pase y sin interrupción? Se repetía a sí misma que no había una determinación futura. Una verdad que parecía tan absoluta. No era tampoco que ella quisiera más ¿más de qué? ¿más de quién? Ni estaba inconforme con lo que recibía y tampoco con aquello que daba. Ya no era más el distinguir qué era lo que pensaba sino el cómo lo pensaba. Ya no era fachada en retina o calco de un amor pintado sin salir de la raya. Ahora el efecto era el yo. Pensaba en ella y luego existían los demás. Un Descartes a la inversa. No daba por omiso que durante semanas había sido tan manipuladora. Usaba lo que sabía que podía para lograr lo que no sabía entonces que quería. Todos esos años jugando el rol de víctima para respetar las reglas y conocer los resultados. Su vida entera habían sido las cercas cubriendo las canaletas de los bolos. Mario Estrella las había colocado y era ella ahora quien las quitaba. La verborrea espástica de Jazmín y el silencio de Manuela, cercas que había interpuesto para no fallar, para no rodar la bola como ella deseaba, rompiendo el piso a la mitad. Esa noche las quitó. No probó coquetear con quienes sabía que podían hacerla sentir hermosa, no jugó a la dama y al vagabundo con Manuela para sentirse más amiga que leal y tampoco le voló la cabeza a Jazmín para ganarse con sexo el puesto de novia espectacular. Sólo fue ella y ya. ¿Pero cómo se es uno cuando por fin se reconoce lo que uno es? Se empezaba por sentarse en una banca y ver los tintes de un amanecer distinto, configurado al son del uno mismo, la otredad en sepia, y el yo copioso y efusivo. Qué bien que se siente saber lo que uno quiere y cómo lo quiere. Cuando el sol haya quemado lo suficiente, levantarse y dejarse ser por lo que pase y sin interrupción. Florencia llegó al departamento de Lucía, tocó la puerta con calma y paciente, ella abrió y le sonrió por estímulo respuesta, una paz contagiosa. La invitó a pasar y las cuatro desayunaron tostadas y jugo de naranja. Lucía Mariana y Mariana Lucía dentro de la cavidad más inofensiva de todas también habían recibido la paz recién alumbrada de la tía todo terreno. Florencia se transmitía sola y era de una fuerza incontenible. Después de desayunar y hablar y hablar, tomó el teléfono de su hermana y le marcó a Jazmín. El timbre agudizaba el dolor de cabeza de la cocinera, estiró el brazo tratando de ubicar el ruido para atenuarlo, tocó el vidrio frío de la pantalla, un rugido cuando había resaca. Nada. No alcanzó a responder, con un sabor ácido en la boca se probó la lengua y abrió apenas los ojos. La luz brutal y sus párpados inservibles. "¿Flor?" Preguntó al aire, tanteando su lado de la cama, sin ocupar, sin la sombra de un sueño profundo. Renegó y se sentó con mucho esfuerzo, sintiendo la nueva náusea subir, la retuvo y vio el número perdido en la llamada. ¿Lucía? ¡Qué extraño! Vio la hora y las diez de la mañana. "¿Flor?" Gritó más alto esta vez, arrojando las frazadas lejos de ella y obligándose a levantarse. Náusea que insistía. Buscó en la habitación, luego en el baño, ni rastro, ni de la noche que pasó, ni la madrugada que fue, ni de Flor. Se observó en el espejo del baño, tentándose las ojeras, más que verlas, las sentía. Exhaló un aliento macabro y se lavó los dientes. Sola esta vez. Sin la ayuda de su novia. No se había hallado el tiempo para preocuparse consumida por su incomodidad estomacal y el penetrante dolor de cabeza. Después de orinar dos de las algunas cervezas que se había bebido la noche anterior y parte del magnesio que su cuerpo necesitaba para funcionar, bajó con cuidado las escaleras, alcanzando a dibujar un cuerpo inerte en el sillón. Sonrió, pensando que era Flor. Bufó, sabiendo al acercarse que no lo era. El corazón se le fue a la garganta, tapando el conducto por el cual la náusea pretendía salir. Se hizo toda ella una bola de nervios expuesta por todo su cuerpo tan débil. No quería suponer situaciones, no le daba la mente para eso, no le daba el pasado, no le daba la memoria. Antes de despertarla, siguió buscando a Flor por la cocina, una explicación tendría que haber. Pero, no estaba Flor por ningún lado, volteó a ver a la mesa y ahí estaban sus llaves y su celular. Empezó a temblar, efecto combinado entre una resaca que no sanaría ese día y un miedo de que todo hubiese estallado. Se rascó la parte de atrás de la cabeza y empezó a llorar. Un llanto ahogado, un puchero, lágrimas que salían sin querer, sin saber por qué. Lanzó las llaves contra la mesa y el ruido despertó a Manuela. Quizás esa fue su intención. Con el mismo dolor de cabeza, el mismo rugido del ruido, la misma confusión de un despertar abrupto, Manuela se alzó alerta sobre el sillón. Se cruzaron las miradas. Manuela se llevó por instinto las manos a la boca, limpiándose los labios. ¿Limpiándose qué? Jazmín la veía con una furia a nada de explotar, detenida en su sitio, no iba a acercarse, tenía que ser racional. Manuela lanzó la frazada y se puso los zapatos que no recordaba haberse quitado. "¿Me puedes explicar qué carajos haces en mi casa? ¿Dónde está Flor?" Manuela se terminó de ajustar los zapatos y se levantó del sillón acercándose a Jazmín, quien a su vez dio dos pasos hacia atrás, temiéndose a sí misma y su propia reacción. "No tenía a dónde ir anoche y Flor me ofreció el sillón, pero..." Sin dejarla terminar, Jazmín se acercó a la mesa y tomó el celular de Flor, trató de descifrar la contraseña, pero no pudo. Se dio cuenta que en realidad nunca había intentado indagar en su intimidad telefónica. ¿Debería empezar a hacerlo? "¿Qué pasó? ¿Dónde está Flor, Manuela?" Lanzó el celular de Flor sobre la mesa, desesperada, nerviosa, enfurecida. Manuela volteaba a todos lados, tratando de encontrar algún indicio del paradero de su amiga, pero era imposible, no se acordaba de mucho. "No sé dónde está Flor, Jazmín, pero no pasó lo que estás pensando, te juro que..." La volvió a interrumpir, caminando de vuelta a la cocina y luego deteniéndose a medio camino. León enjaulado. "¿De verdad crees que porque identificas a Flor con un estúpido personaje la conoces mejor que yo? Yo sé que no pasó nada entre ustedes, Manuela, conozco a Flor, pero obviamente algo pasó porque ella, que debería estar acá, no está, y tú, que no deberías, estás tan cómoda tirada en mi sillón" Le gritó, alzando las manos y apuntando al sillón mientras hablaba, su dolor de cabeza intensificándose a cada paso. "Jazmín, honestamente creo que estás exagerando con eso del libro, por Dios, fue una tontería, jamás he dicho que conozco a Flor mejor que tú, ni siquiera estoy compitiendo ¿qué te pasa?" La afronta de Manuela, quien no cedió a los gritos de Jazmín, la hizo sentir mucho más frustrada y ofuscada. Estaba por responderle con algo más fuerte, pero recordó la llamada de Lucía hacía unos momentos y supo que se trataba de Flor. Subió corriendo por su celular a la habitación y bajó para llamarle a Lucía, no quería dejar a Manuela sola en su sala. "Creo que es mejor que te vayas Manuela" En cuanto le dijo esto, marcó el número de Lucía y le dio la espalda a Manuela, quien perpleja ni siquiera intentó moverse de su lugar. "¿Flor?" Flor respondió el teléfono de Lucía, pues sabía que sería Jazmín quien llamara. Le dijo que estaba bien y que había ido a desayunar con su hermana para ponerse al día, que la noche de ayer había sido muy interesante. Todo parecía normal, pero no lo estaba. Después Flor le explicó que Manuela había pasado por algo complicado con su madre y que le había ofrecido quedarse en casa, que ella esperaba que eso no le molestara ya que Manuela era su amiga y en esos momentos la necesitaba. Jazmín no pudo evitar sentirse culpable por haberle gritado de la forma en que lo hizo, pero obviamente no se lo iba a decir por teléfono, se iba a esperar a que llegara a casa por la noche. Después Flor le dijo que estaría todo el día con Lucía y que después iría al hotel por ella porque sabía que tenía turno de noche. También hubo un dato extraño, Florencia le recordó de aquella vez que Jazmín le había hablado de sus compañeros de la escuela de chef, y Jazmín le respondió que sí se acordaba pero que no sabía a qué venía eso ahora. Entonces Florencia le ofreció que los invitara a su casa para cenar con ellos o que salieran a algún restaurante porque le encantaría conocerlos. Se sentía lista para entrar en ese mundo de Jazmín. Jazmín suspiró y sonrió, a medias, de nuevo inundada por la culpa de haber tratado mal a Manuela. Casi por colgar la llamada, Jazmín le preguntó si había pasado algo para que ella se sintiera así, le dijo que ella no recordaba mucho de la noche anterior, pero que si había dicho o hecho algo malo la disculpara. Florencia le contestó que había salido temprano para poner en orden sus ideas, que nada grave había sucedido, pero que no quería hablar de eso en ese momento. Jazmín le dijo que estaba bien y que la veía luego y colgó. Puso el celular en la mesa y volteó a ver a Manuela quien seguía ahí expectante. "Flor está bien, está con Lucía, su hermana" No dijo más porque a veces la culpa enmudecía a una persona. Manuela asintió, más tranquila de saber que su amiga estaba bien, aunque no le había dado mucho tiempo para carburar lo que estaba aconteciendo. Justo cuando estaba por darse la media vuelta y salir, el teléfono de Manuela sonó y respondió ahí mismo. "¿Sí? Hey, ¿dónde estás? ¿Por qué te fuiste así?" Jazmín escuchaba atenta a la conversación de Manuela, le dio curiosidad saber con quién hablaba, había sido raro que justo cuando Florencia colgaba con ella, sonara el celular de Manuela. "Claro, dime dónde queda su departamento y voy a verte" Manuela decía eso sin voltear a ver a Jazmín, alejó el celular de su oído para anotar la dirección que le daban en un mensaje y después volvió a colocarlo sobre su oreja. "No te preocupes, voy para allá, no te muevas de ahí" Sin decirle nada a Jazmín, dobló la frazada con celeridad y tomó el resto de sus cosas. "Me tengo que ir Jazmín, perdón por el malentendido" Salió sin darle oportunidad a Jazmín de preguntar si había sido Flor quien la llamó. ¿Habría sido Flor? Pero, Flor le acababa de decir que pasaría el día con Lucía, ¿estaría mal y no quería preocupar a Jazmín? No, no dudaría más de esa amistad, no tenía ni siquiera motivos para hacerlo salvo sus propias inseguridades que recién interpretaba como tal. No era Flor la del teléfono con Manuela, y ella y Manuela no iban a verse ese día. Flor estaría todo el día con Lucía y llegaría al hotel sola. Sola.   

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