Los efectos del tiempo

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No se había fijado antes en el techo de la habitación de Jazmín, se veía tan viejo y resquebrajado por la humedad de los años. La pintura se había levantado descubriendo el material gris de la base. Llevaba horas recostada en la cama, con los brazos cruzados sobre el pecho y un vaso de agua en la mesa de enseguida. El sol había caído junto con la pintura del techo uniendo ambos ocasos. La segunda sesión de terapia en casa de Manuela había sido muy intensa. El guía les comentó desde aquel primer día que eso podría suceder, que no se alarmaran si de pronto todo lo que acostumbraban a ver en lo cotidiano adquiría otros tonos, otros olores, otros ecos. Las palabras del guía le trajeron a Flor uno de esos lindos recuerdos con Virginia. Cuando caminaban juntas por su calle predilecta del centro. Aún se podía ver a sí misma embobada con las tiendas que cubrían ambos lados, lo luminoso de sus colores, los gritos de la gente, las cartelas con ofertas y el olor a panchos. Ahí en ese quiebre de pintura encima suyo podía cerrar los ojos e inhalar el olor de los panchos a media tarde. Al exhalar volvió a caer en el colchón, con ella y Vir de regreso a casa, dos horas más tarde, por esa misma calle, aunque las tiendas ya no eran las mismas, los colores atormentaban su visibilidad, los gritos de la gente se le hundían en las sienes y los olores nauseabundos se estampaban contra las cartelas. Así se sentía Flor con la terapia, como ir y venir por la misma calle ya transitada por años. La ida de la ilusión y la vuelta de lo real. Pero era algo bueno, le hacía mucho bien, se apreciaba radiante. Cerró más los ojos ni bien escuchó el ruido de las llaves en el picaporte de la entrada, un sonido que ya tenía acogido en la memoria pero que le seguía causando un latido discontinuo. No le había dicho a Jazmín que estaría en su casa esa noche, pero cuando salió de la terapia no le quedó mucha cabeza para ir al hotel, quería estar con ella, aunque fuera en ese silencio de las últimas semanas. "¡Hey! ¡Estás acá!" La escuchó exclamar con tanto entusiasmo tan pronto entró que pudo sentirlo vibrar en su cuerpo y sonrió sin darle encuentro aún con sus ojos. Jazmín arrojó la mochila al piso y cerró la puerta detrás, sin tiempo para sacarse los zapatos se subió así a la cama a un lado de ella y depositó un beso suave sobre su párpado. "¿Jaz?" Murmuró, mientras aquella separaba sus manos de su ubicación y la obligaba a rodearla en su lugar, acomodando su cabeza sobre su pecho. Flor suspiró con la paz que le brindaba el tener a Jazmín al pendiente de sus pulsaciones y con la punta de sus dedos empezó a trazar líneas en los pelitos de su antebrazo. "Dime" Balbuceó en un respiro que absorbió a Flor completa hacia sus pulmones. Se acordó que hace menos de un segundo Flor había entonado el Jaz de pregunta, no era un Jaz de petición, no era un Jaz de reclamo, no era un Jaz de frustración, ni un Jaz tierno ni sexual, ella ya se sabía todos sus Jaz. "Si sabías que el techo se nos puede venir encima en cualquier momento, ¿no?" Flor no había contemplado que el tono de su frase pudiera malinterpretarse, de hecho, esa no había sido su intención para nada. No le interesaba aún tener esa conversación. No obstante, tras el signo de interrogación implícito, Flor percibió la tensión en la mandíbula de Jazmín contra su pecho y por cómo encogió sus dedos en puño, ella supo que había entendido todo mal. El corazón de Jazmín iba tan fuerte que le producía cosquillas en las costillas con cada latido. La primera vez que Florencia se dio cuenta del efecto que ella tenía en Jazmín fue la última noche como amigas que pasaron en la cocina del hotel, cuando le preparó un té para calmarle los supuestos nervios por la boda con Dani. Desde entonces Flor tapizaba su memoria con estos efectos, desde el imperfecto escalofrío de la mañana al amanecer pegadas una a la otra hasta el rubor que le subía por las mejillas cuando tenía que usar el baño y le ganaba una vergüenza infantil. No conocía este efecto de ahora. Era el efecto de esa etapa medio turbia que estaban atravesando, su puño cerrado, su mandíbula tensa, su corazón vuelto mierda, sus piernas rígidas. A Flor le excitaba por igual, tanto o más que los gemidos, que la respiración entrecortada, que las caderas en revolución. Y es que, de Jazmín, lo había aprendido, le excitaba todo, su tristeza, sus enojos, sus nervios, su felicidad, todo le provocaba vuelcos en su persona. Así que siguió con el juego. "Me imagino que lo habías notado, que algo no anda bien" Flor sintió los músculos de Jazmín constreñirse, seguramente quería levantarse y mantener una pose más seria para la discusión que presentía se avecinaba entre ellas, pero Flor no se lo permitió, la apretó más duro con su brazo rodeando su espalda y con su otra mano tomó su pierna y la acomodó sobre su cuerpo. La confusión en la cara de Jazmín era adorable, su pierna se sentía más pesada de lo común por el rigor crónico de sus nervios. Flor estuvo a nada de soltar la carcajada, pero más le animaba seguir incomodándola. "¿No vas a decir nada? ¿No te parece que estamos en riesgo?" Pronunció con una actitud desafiante, subiendo su mano izquierda por el muslo y empujando más su pierna hacia sí. Otra vez, Jazmín había intentado levantarse, pero ahora Flor había dejado caer su mano derecha desde su espalda hasta sus nalgas, atacando a Jazmín a dos puntas, mano en muslo y mano en culo. Sin alternativa, sin comprender lo que sucedía, sin mediar su siguiente intervención, Jazmín se aferró a su blusa por instinto, abriendo su boca y dejando salir un aire cálido que hacía regodear a Flor en su intención. No encontraba en el tono de Flor ni un ápice de doble sentido, Jazmín no sabía si se trataba de uno de esos juegos sexuales que se habían vuelto cotidianos para ella o si de verdad esa era su forma de conversar acerca del hoyo negro en el que flotaban. Hacía una semana que Javo le cantó las verdades, hacía una semana que lloró en la cocina los mares que no lloró nunca en sus tristezas más reservadas. No había encontrado tampoco las palabras para hablar ni el decodificador para entender el nuevo lenguaje de Flor. "Jaz" Y ese Jaz era un nuevo Jaz. Inquietante. Conmovedor. Contundente. No sabía qué contestar o si debía contestar no sabía cómo proceder o si debía proceder. Permaneció buen rato sin responder y volvió a sentir el agarre de Flor en su parte trasera y un suspiró le atravesó la garganta. Levantó la cara con cuidado para no golpearse con la barbilla de Flor y encontró un refugio entre su cuello y la clavícula, no se atrevió a darle un beso, temía que tuviera que pedir permiso. "Me parece que esto cada vez está peor" No podía creer lo mucho que estaba disfrutando ver a Jazmín retorcerse sobre ella y no necesariamente por los motivos recurrentes, a cada palabra de Flor, Jazmín se restregaba más contra su cuello. De nuevo quiso reírse ante esa preciosidad de persona que como perrito regañado se escondía en su regazo. Flor separó sus piernas con dificultad por el peso de Jazmín, pero cuando por fin lo consiguió se llevó el muslo de ésta más hacia su centro, permitiéndole a ella también notar el efecto que tenía. Sin querer, Jazmín empuñó tanto su mano sobre su blusa que alcanzó a pellizcar su piel, a Flor no le molestó, se dedicó con más ahínco a disponer de su muslo con ritmo y precisión. "¿No te parece que... que debemos arreglarlo... antes de que sea tarde y nos aplaste?" El juego ya lo estaban perdiendo las dos, porque la última pregunta de Flor apenas y pudo escapar de su boca, tan quebrada como quebrado estaba el techo de esa habitación. Jazmín seguía sin atreverse a hacer más que dejarse llevar por el vigor de Flor, ni los besos en el cuello acababan pronunciándose, quedaban a medias como roces inexpertos. De pronto, como crujido de tormenta, inesperado totalmente, todo se detuvo. Movimiento, respiración, esfuerzo, preguntas. Flor alzó su cuerpo con cuidado, obligando a Jazmín a salir de la ensoñación y levantarse de su pecho. Flor no quería perder ese juego por entrar sin querer a otro. "Jaz, lo digo en serio, algo debemos hacer" Volviendo a tomar las riendas de la situación, Flor soltó su pierna y se sentó en la cama, recargando su cuerpo en el respaldo y viendo cómo Jaz se recomponía lentamente, llevándose la mano al pecho y sentándose también sobre su lado. No la volteaba a ver, jugaba en cambio con las figuras del cobertor, tratando de reincorporar su aliento al cuerpo y coordinarlo con su cerebro. Había mucho de esta sensación últimamente, como entrar y salir de un jacuzzi hirviendo a una pileta congelada. "¿De verdad está todo tan mal? ¿Es por...es por lo que te dije yo aquella vez?" Preguntó angustiada, animándose a alzar la mirada y notando una sonrisa clavada en el rostro de Flor, lo cual la tomó sin cautela. "No, es por la humedad yo creo" Reprimiendo en lo posible la explosión de risa, Flor sentía un pesar en la comisura de los labios. Jazmín arrugó la frente y agitó su cabeza confundida sin llegar a comprender que tenía que ver la humedad con sus problemas. En cuestión de dos segundos Jazmín repasó todos los posibles significados de esas últimas palabras de su novia. No quería pensar que tenía que ver con la confesión Elena o peor aún con algún conflicto sexual entre ellas, porque si de algo estaba segura es que al menos en eso nunca les iría mal. "¿Qué humedad, Flor? No entiendo" Se rascó la cabeza con desesperación y Flor sólo alzó su dedo índice apuntando al techo y forzándola a ella a seguirlo con la mirada. "Eso... es por la humedad y si no hacemos algo pronto se nos va a venir encima" Jazmín resopló aliviada y largó una risa nerviosa, cubriéndose la cara y dejándose caer sobre la cama, pegándose más a ella. "¡Por Dios... Flor... me asustaste un montón!" Flor se seguía riendo, pero paró de golpe al advertir la palidez en el rostro de Jazmín y sus manos temblorosas. El pinchazo en su pecho y la fragilidad de Jazmín ante sus ojos le recordaban que había algo pujante que atender. Miranda le había comentado que había visto a Jazmín llorando en la cocina con Javo. La sabía al borde, pero ¿cómo hablas de lo que no sabes enunciar? "Mañana voy a llamar a Dani para que venga a repararlo, no quiero morir aplastada" Sacudió sus pensamientos y tomó a Jazmín del brazo, arrastrándose hacia abajo y poniéndose a su nivel en la cama, con naturalidad la más alta recostó su cabeza en su hombro y subió su pierna al cuerpo de Flor como antes lo había hecho ella. "No, Dani no" Respiró contra su cuello, dejándole un besito en la calidez de su piel. Flor soltó una risa burlona y la apretó más hacia ella, enlazando sus propias manos como eslabón de cadena. "¿De dónde salen estos celos y dónde estaban antes, Jaz?" O nunca los había hecho conscientes o de verdad la Jazmín de los bordes era más insegura de lo que ella temía. No lo armaba aún en su cabeza, pero la inestabilidad de Jazmín la calmaba. Mujer de contrastes después de todo. Si era eso bueno o malo evitaba considerarlo, como le había pedido el guía hacerlo. Bastaba entonces con aceptarlo, después arreglarlo. "No son celos, bebé... sólo no me gustaría que Dani viniera a casa, eso es todo" Flor se debatió entre seguir con el juego y provocarla o detener la contienda y declararse en empate, había batallas más importantes que seguían posponiendo. "Bueno, entonces le pediré a Lucho el número del tipo que arregló los techos del hotel" Jazmín colocó la mano de Flor en su mejilla, permitiendo que lo tibio de su piel le quitara el frío que sentía. "Mejor así" Musitó, cerrando los ojos y dejándose llevar por el cansancio del día. Aunque la tranquilidad no duró mucho cuando Flor volvió a erguirse y sentarse en la cama, resucitando los nervios de Jazmín. Con agilidad, Flor se acercó a los pies de Jazmín y desató los cordones de los zapatos, deshaciéndose de ellos y jalando el cobertor para taparla. "Sí, todo tiene solución al final, nada nos va a aplastar" Ni el techo, ni los miedos, ni las Elenas, ni los Danis, ni el privilegio ni el contraste. "¿No te vas a quitar el pantalón para dormir?" Jazmín ya estaba más dormida que despierta, movió sus caderas hacia ella invitándola con un guiño. "¿Me lo quitas? No puedo más, Javo me explotó hoy en la cocina, odio a tu hermana y sus eventos... y súmale que me pegaste el susto de una vida con lo del techo" Gruñó contra la almohada y siguió empujándose hacia sus manos, Flor desabotonó con apuro el pantalón y lo sustrajo sin problema, con vasta experiencia en el asunto, lo lanzó hacia el cesto de uniformes y recuperó su lugar en la cama. Volvieron a asumir la misma posición en la que estaban antes de todo, Flor quería que ella sintiera su corazón toda la noche, quizás él inventaba las palabras que a ella no le alcanzaban. Todo latía en la espera.

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