Fotografías

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Se requiere de un cuarto oscuro para revelar una verdad. Todo en el departamento de Manuela era un recipiente de ausencias fotográficas. Tan inexplicable también era la manía de querer aferrarte a la vida de alguien justo después de su muerte. Desde las fotografías hasta los videos donde aún se podía comprobar su viveza y las sonrisas. Porque no hay quien almacene en evidencias y juegos de luces los momentos más desagradables de su existencia. Manuela escarbó caja tras caja sin encontrar nunca una fotografía de su madre. No había considerado que algún día después de que ya no estuviera con ella querría volver a verla a los ojos aunque proyectada en un trozo de papel lustre. Una de sus tardes, saliendo de terapia, Florencia acompañó a Manuela a la antigua casa de su madre a registrar en cada uno de los baúles abandonados la poca trascendencia que posee realmente el ser humano. Toda una vida juntando los objetos que se quedaban detrás de uno tras la muerte. La ilusa colección de vanidades. La prisa de Manuela era incontenible, no había cama que no volteara patas arriba ni silla que no viera el cielo desde su base. A pesar de los siglos que les tomó a ambas revolcar cada espacio, en ningún sitio resistía el tiempo una imagen de su madre. ¿Qué habría hecho con todas las fotografías? ¿Cómo asegurar la existencia de una persona si no quedaba ésta para siempre entre los límites de una cuatro por seis o un marco de madera clavado a la pared? Manuela estaba desesperada, su llanto ya no se distinguía entre una garganta rota y las franjas permanentes del rojo que orbitaba alrededor de su mirada. Florencia, en un acto de pureza empática, emulaba esa misma desesperación y desesperanza recorriendo con sus manos temblorosas las cubiertas de todos los portafolios, de todos los cajones, de cada closet. Florencia se sentía impotente por no extender más ayuda que su compañía. "¿Y si revisamos en su computador? ¿Es ese sobre la mesa?" Lanzaba la pregunta pero hacía días que sus preguntas eran más un regalo para sí misma que para su amiga. No podía juzgarla. La parte de Manuela que se extinguió tras la muerte de su madre se había extinguido también en Florencia. Como si la hubieran compartido o ellas mismas se terminaran compartiendo. Todo entre ellas durante los últimos días había sido un traslado de cajas de un lado a otro, en un silencio que no incomodaba, pero que tampoco facilitaba la deducción. Manuela le ayudó a Florencia a acarrear sus escasas pertenencias a su nuevo departamento. Florencia le ayudaba a Manuela a limpiar la casa de su madre para ponerla a la venta. Cajas y más cajas sin fotografías. Todo sería mucho más fácil si junto con la casa que habitaba esa persona que se va pudiera venderse también el dolor que invade cuando ya no se le ve. Manuela se acercó a la mesa de la cocina y le pasó el computador portátil de su madre a Florencia. Florencia lo encendió y empezó a rastrear entre los archivos con diversos nombres. El celular de Florencia sonaba desde el otro lado de la habitación, pero eligió ignorarlo en aras de encontrar lo que ambas anhelaban. "Es Jazmín, ¿te lo paso?" Manuela se asomó hacia la pantalla, pero no se movió de su sitio cuando Florencia se negó a responder. "No, yo le llamo más tarde, mira, ven, creo que encontré algo". La emoción en la voz de Florencia era casi inauténtica ante la conmoción de la mala noticia que primaba en el aire. Sin embargo, Manuela sintió una ola de ternura invadirle ante la imagen de una amiga que la había acompañado en uno de los instantes más espantosos hasta entonces por ella experimentados. Acercándose a la mesa de la cocina, sacó una de las sillas y se sentó a un lado de Flor, mirando ambas la pantalla. Justo en el centro entre álbumes y carpetas apareció una fotografía en blanco y negro de sus padres. Manuela nunca hablaba de su padres, pero al menos ahora los veía y sonreía. Lo más insólito de la muerte es que rota toda tu perspectiva. La madre viva de Manuela no era nadie comparada con la madre muerta de Manuela. Todo lo que rodea a la persona que queda detrás cae en un perpetuo estado de inacción. Un flujo sin fricción. Manuela quedó atrapada a la imagen y Florencia quedó atrapada a Manuela.


La misma desesperación de Florencia por encontrar la fotografía le causaba ahora una fotografía de Berta en su celular a Jazmín. Saliendo de la casa de Elena intentó llamarle a Florencia para contarle lo que había sucedido. No respondió. Llevaba varios días queriendo decirle que había hablado con Elena, pero la muerte exigía otras prioridades. Jazmín estaba segura de que la historia se repetiría. Lo intuía. Aunque lo más irónico de sus preocupaciones era que Elena le había otorgado claridad. Elena fue bastante puntual en recordar que justo cuando la relación entre ellas entró en sus complicaciones más severas, Jazmín se apresuró a desear una familia. Elena sintió la amenaza común de quien deseaba alterar una rutina que funcionaba. Jazmín había entendido en su reunión con Elena que muchas veces el huir no se daba de adentro para afuera, no consistía en salir corriendo de una habitación, de una boda, de una casa o de un país. A veces el huir se daba de afuera para adentro y eso era precisamente lo que ella estaba haciendo. Lo que hacía cada vez que podía. Quería albergar en su interior lo que no alcanzaba a remediar en su exterior. Una forma poco ortodoxa de huir de lo que más miedo provoca en una persona. Cuando se huye hacia el interior es más fácil fingir que todo lo que haces parte de la razón y la cordura. Manuela seguía ocupando la mente de Florencia con lo que le ocurrió a su madre. Al mudar sus cosas desde el hotel hacia su nuevo departamento, Jazmín sólo las veía sin poderse comunicar con ambas. Como si la muerte de una hubiera matado a la otra. Saliendo de su reunión con Elena, Jazmín tomó un taxi hacia el departamento de Florencia, ansiosa por una nueva confesión que habría de hacerse antes de que provocara otra vez una hecatombe. ¿Habría peores hecatombes que la muerte? Mientras el taxi se deslizaba por las calles de la ciudad y Jazmín se recargaba sobre el respaldo del asiento trasero, volvía a revisar la fotografía de Berta. La pequeña tenía los mismos ojos de Elena, era increíble que un diminuto ser humano que apenas nacía pudiera contener tantas semejanzas con su madre quien ya llevaba generaciones habitando el mundo. La conexión que se estrechaba entre ellas era tan extraordinaria que ambas, madre e hija, tenían a Jazmín embobada. ¿Y si ella hubiera sido la otra madre de Berta? Sin arrepentirse de su vida actual ni demeritar su amor por Florencia, Jazmín recapacitaba sobre lo que pudo haber sucedido pero no sucedió. Ni sucedería. Una lágrima se desprendió de Jazmín al enlazarse casi espiritualmente con la fotografía. Berta. La acariciaba con la yema de sus dedos, yendo de las mejillas regordetas hacia la cabellera despeinada. Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y volvió a marcarle a Florencia. Necesitaba verla.


Manuela fue atravesada por la fotografía en blanco y negro de sus padres con un llanto que la azotó con fuerza volcánica. Llevándose las manos al estómago se dobló por la mitad, dejando caer la cabeza sobre la mesa. Florencia colocó su mano sobre su espalda y acariciaba parte de su dolor. La vida de Berta pudo confundir tanto a Jazmín como la muerte de la madre de Manuela a Florencia. ¿Pueden la felicidad y el dolor enamorar con la misma intensidad a una persona de otra? Florencia empezó a jugar con el pelo de Manuela mientras la escuchaba llorar, dejándose envolver por ese canto de sirena que la llevaba a otro puerto impidiendo que como Ulises llegara a su hogar. ¿Cuál era su hogar? ¿Su nuevo departamento? ¿El hotel? ¿La casa de Jazmín? La construcción de ese enigma tenía a Florencia dudándolo todo desde la infancia de sus inexistentes hijas hasta sus futuros cinco años lidiando con su aplicada fortaleza. El celular de Florencia volvió a sonar y sabía que Jazmín se encontraba del otro lado de la línea, pero no quería desprenderse de Manuela. Jazmín estaba a dos segundos de colgar porque tampoco quería desprenderse de Berta. "Contesta, yo estoy bien, ve" Manuela se levantó para ir al baño y Florencia sintió sus manos húmedas y solas. Se quedó viendo un rato hacia la fotografía de los padres de Manuela. Sintió el vacío. ¿Cuál habría sido su historia de amor? ¿Se amaban? Florencia suspiró y se levantó para responder su celular. "¿Jaz?" Preguntó en un susurro. "Flor, estoy yendo a tu departamento, ¿dónde estás? Necesito estar contigo" Florencia sonrió y contestó "Estoy yendo a mi departamento, también quiero estar contigo, Jaz" ¿Una quería y la otra necesitaba? No se habían dado cuenta que ambas lloraban sin conocer sus motivos. "Nos vemos ahí" Y colgaron sin decirse te amo como solían siempre hacer. Porque también era justo decir que se requiere de una verdad para revelar un cuarto oscuro.

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