Contraste y privilegio

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El coraje para vengar la muerte de su padre lo había obtenido Emma Zunz de haber provocado un ultraje sobre sí misma y después sólo trucar al culpable. Borges era un genio se repetía Florencia y su compañera de terapia lo negaba. Ella no creía que fuese un genio, de hecho, lo odiaba. Cinco personas de distintas edades sentadas en el living de uno de ellos leyendo cuentos. Esa era la primera fase de la terapia. ¿Qué te parece a ti, Manuela? A mí me revienta ¿Por qué? No entiendo cuál es su afán de vengarse. Y bueno le mataron al padre. ¿Y qué gana con haberse dejado ultrajar? Hay sacrificios necesarios. Y luego todos discutían de sacrificios en un carnaval de tics disfrazados de autocontrol y un par de halagos entrelíneas. La terapia era muy poco convencional, pensaba uno de ellos, una sala de living, tazas de té, café, panecillos, charla. Incrédula, Florencia lo disfrutaba, meditando sobre Emma Zunz y su ultraje, nadando en un sillón gigante, taza de té en mano. Ella sentía que hacía lo mismo con Jazmín, dejándose ultrajar por esos recuerdos tergiversados entre ellas. Y luego trucando al culpable. ¿Estaba bien? Probablemente no, pero el guía les había pedido dejar de juzgar sus reflexiones con binarismos morales. Dejarse sentirlo todo era un buen primer paso hacia la aceptación. Ayer después de que Miranda, Carla y Virginia se quedaron dormidas ella salió al deck y se dio encuentro sin planearlo con una Lucía hipersensible por el embarazo. Lucía notó el ceño compungido de Flor tan pronto la observó y supo asumir que no se trataba de un insomnio común. "Les duró bastante la luna de miel" Espetó ásperamente sin ninguna otra intervención, Flor figuró mentirle, pero de todas sus hermanas ella sabía que Lucía era la más indicada para contarle lo que le pasaba. Virginia y Miranda le habían intentado sacar información en medio de los bailes y la teatralidad improvisada de la pijamada, pero Florencia no se animó. Lucía le ofreció sentarse enseguida de ella porque la silla de enfrente estaba ocupada por sus pies hinchados. Al sentarse, Flor refunfuñó y se cubrió la cara con ambas manos, aclarando su garganta después. "Me confesó hace unos días que se había acostado con Elena" Soltó sin tics ni alteraciones corporales, simplemente observando el florero de la mesa, jugando con sus pétalos artificiales. Lucía no la iba a juzgar porque a Lucía no le importaba lo que hicieran sus hermanas con sus vidas mientras no las cagaran. "¿Elena? ¿La rubia?" Era verdad Lucía no tuvo mucha oportunidad de convivir con ella, estaba con sus propias telarañas de Mariano, las mentiras y sus escapes a España. "Esa misma, la ex de Jazmín, me dijo que habían tenido... algo cuando yo estaba luchándola por decidirme ¿viste?" Lucía asintió sin prestarle mucha más atención visual, estaba más enfocada en sobar las plantas de sus pies. "¿Y? Ustedes dos no estaban juntas aún, lo mismo da que se haya metido con ella ¿no?" Su tono era invariablemente suyo, fuerte, independiente, bien montado. "Cinco personas me preguntaron hoy que si mi cara de culo tenía que ver con Jazmín... cinco" Flor jaló una de las sillas e imitó la pose de su hermana, subiendo los pies y cruzando las piernas más relajadamente. "Y sí son muchas" Dijo Lucía desviando su mirada hacia el cielo para no poner nerviosa a Flor, presintiendo alguno de sus tics ante el contenido de la conversación. "No sé si me copa tanto eso, Lu, que toda mi vida gire en torno a ella o al menos no así" Terminó de decir, imitando nuevamente, la pose de su acompañante. "¿Y qué tiene que ver eso con que se haya metido con la ex?" El interés de Lucía por la respuesta de Flor iba en aumento, no era la típica temática que manejaba su hermana. "La comida con la familia de Daniel aquella vez me abrió los ojos con él, me gustó decirle que no, dejar de depender de él... esto de Elena me abrió los ojos con ella... Lu...yo... yo lo doy todo por Jazmín... todo, pero ¿y luego con qué me quedo para mí? ¿Me explico?" Y sí, sí se explicaba, porque si había alguien que entendiera de idealizaciones románticas era Lucía. "¿Y si yo me quedo con Mariano porque es remisero? Por saber en el fondo que nunca será más que yo, que no tiene una carrera, una educación, una profesión redituable... ¿qué es más triste, Flor? ¿Idealizarlo o menospreciarlo? ¿Subirlos o bajarlos?" Flor resopló, se rascó el antebrazo con ímpetu y después como si se le hubiese encendido una bombilla en la cabeza saltó hacia el frente bajando las piernas de la silla e irguiendo su cuerpo entero "¡Eso! Eso preciso es lo que creo que estoy haciendo, Lu, buscándole defectos. Cuando me dijo lo de Elena me sentí muy humillada, por ahí todo conmigo fue mentira, ¿cómo puedo ser yo el amor de su vida si lo dudó en cuanto Elena volvió? Habíamos hablado de tener hijos, Lu y ¿sabes qué hizo tan pronto vio a Elena embarazada? Apresurase a recordármelo ¿qué quiere? ¿competir con ella? ¿le pesó tanto lo del embarazo? Ahora sólo estoy dándole vuelta a todo lo que alguna vez dijo" El cambio de postura de Flor convenció a Lucía de bajar los pies de la silla con pesadez y girarse para verla de frente. "¿Y ella qué dice? Me imagino que ya lo hablaron" Esa cínica sonrisa característica de Flor, esa que hace con los ojos entreabiertos llenos de misterio se instaló en su rostro. "No, ella no dice nada, Lu, digamos que... que no le he dado la oportunidad de hacerlo" Alzó sus cejas sugestivamente, pero Lucía no entendía nada. "¿Qué significa eso, boluda?" Flor volteó hacia la entrada del deck, aunque siendo las dos de la mañana dudaba que alguien estuviera rondando por ahí. "Que como no sé bien qué decirle aún, prefiero no decirle nada y hacerle de todo" Lucía se desprendió de una carcajada contagiando a Flor y cayendo en esa complicidad fraternal que momentos antes había compartido con Virginia. "¡Vaya! No te veía a ti tan... activa, Florcita" Dudó por un segundo de la palabra que utilizó, no quería dar pie a imponer ningún estereotipo o a inquietar a su hermana con tremendas etiquetas, pero se relajó cuando notó que Flor no perdía la sonrisa "¡Uff ni idea te das!" Bromeó por últimas Florencia sellando la noche con esa declaración. Algo había comenzado a reaprender Flor con esa sesión con Lu a las dos de la mañana y esa primera mesa redonda con sus nuevos compañeros, que ella era una mujer que se superaba en el contraste. Probablemente por su genética competitiva o esa generosidad que se prestaba ahora a sí misma. Lo áspero de Lucía sacaba a relucir su suavidad. Lo aprehensivo de Virginia la incitaba a dejarse llevar. Lo disperso de Carla la obligaba a reacomodarse. La candidez de Miranda resaltaba su atrevimiento. Salió de ese living fascinada, repitiéndose la puteada del día que le había causado tanta gracia, nunca antes había hecho consciente una puteada que le resultara tan hilarante: Manuela, su compañera, que infortunio de nombre se decía su Tourette, cada vez que Flor escuchaba el nombre, el eco le traía un muñeca cansada, mano peluda, paja profunda, chaquetera, dj vulva...

BalanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora