Seis noches

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Ninguna persona sabe cómo ser feliz, porque ser feliz implica ser vulnerable, y ser vulnerable provoca pavor. Y el pavor a nadie le gusta. El turno de la tarde estaba por terminarse aunque le faltaban aún ciertas horas. Los huéspedes no tenían hambre ese día. Tal vez, como Jazmín, recién atravesaban por una ruptura y sus estómagos no hacían por digerir el alimento. Tampoco Jazmín se sentía con ánimo de ir a su casa a repetir el mismo esquema de las últimas seis noches de su vida. Girar en la cama como turbina. Despertar alterada y al borde del vómito. Las pesadillas atormentándola. El ardor debajo de las orejas y las cejas. Florencia entraba y salía de la oficina del hotel con carpetas, láminas y pósteres, en compañía de Lucía y otras tantas personas que Jazmín desconocía. La sonrisa radiante de Florencia la acechaba por las noches especialmente. Ninguna se invadía. Respetando los silencios de la otra. Esperando. Javo le contó hace unos días que Lucía le había ofrecido un trabajo a Florencia en la campaña del nuevo diputado de distrito. También le habló de la relación que Florencia empezaba a entablar con Teresa. Todo le parecía una maravilla, más que nada por lo que habían anticipado juntas, pero a la vez, todo le significaba una terrible decaída. Florencia estaba bien, se estaba moviendo, hacía algo de su vida. Un nuevo trabajo. Una nueva actitud. Y Jazmín seguía igual. Expectante. Ayudante de cocina, insomne, maltratada por sus terrores diurnos y nocturnos. Con una angustia inescapable, Jazmín reconocía que la había perdido. Era tarde para recuperarla. Una semana que en realidad suponía años. Llena de culpa por haber soñado con Elena. Arrepentida como perrito regañado. Dentro y fuera de sus sueños. Florencia tuvo mucha razón aquella mañana cuando le pedía que volvieran a conocerse. No se conocían. No se conocía ni ella mucho menos a Florencia. Ya era tarde. Dejó escapar la oportunidad por no escucharse a sí misma, por no atreverse a salir de su zona de confort, de su inmisericorde privilegio. Florencia le pidió que hablaran cuando estuvieran listas. ¿Cuándo sería eso? Seis noches y aún no se acercaban. Jazmín volteó a ver el reloj de la pared y después al comedor. Seguía vacío. Tomó un respiro y lanzó su delantal sobre la mesa. Caminó hacia al deck para despejarse. Solitario estaba también. Ni siquiera Federico detrás de la barra. Jazmín aprovechó la ausencia para robarse una cerveza de la nevera y sentarse un rato en la banca. Resignada y habituada a la soledad de los últimos días, colocó su cabeza sobre los almohadones y extendió su vista hacia las estrellas. Las mismas que hace tiempo compartió con Florencia. Después de algunos tragos a su cerveza escuchó los pasos de alguien acercándose, ladeó su cabeza y vio de reojo a Daniel caminando con una taza de café en la mano. Jazmín gruñó, lo último que necesitaba esa noche era un encuentro con él, a pesar de que Daniel apoyaba la relación entre ellas, nunca le creyó del todo esa madurez que mostraba. Daniel le sonrió y se sentó enseguida de ella. "Daniel no es un buen momento para regodearse, te juro, no estoy de humor" Se sorprendió ante la molestia de Jazmín, pero no se arrepintió de acompañarla. "No vengo a regodearme, Jazmín. ¿Cómo estás?" Jazmín se rio con cinismo, elevando su botella de cerveza en son celebratorio y dándole un gran trago antes de continuar la conversación. Verdad era que Jazmín se sentía sola, no había podido hablar mucho con Elena, no la había visto desde aquella noche en que la obligó a dormirse antes de abandonarla. Tampoco Javo estuvo muy disponible durante la última semana con toda la evolución acaecida entre Virginia y su vieja. Y a los amigos chefs no les había contado porque guardaba todavía la esperanza de que todo se resolviera pronto y sin graves consecuencias. "¿Qué te digo, Dani? Ha sido un paseo en el parque. ¿Cómo te enteraste? ¿Ya todos lo saben?" Daniel se encogió de hombros, dándole un trago a su café con cuidado de no quemarse la lengua. "No sé si lo saben todos. Lo sé yo porque me lo dijo ella el otro día. Fuimos a correr juntos en la mañana. No me regodeo, te prometo, Jazmín, pero hablamos mucho. Nos hizo bien a ambos. Cerramos ciclos, me parece" Jazmín tomó más de su cerveza tratando de suavizar el ardor que se acrecentaba en su garganta. "No me sorprende. Me da gusto que hayan hablado. Flor tenía tiempo queriendo hacerlo. ¿Cómo está?" Jazmín agachó la mirada, avergonzada por tener que recurrir a Daniel para saber cómo se encontraba Florencia, en lugar de atreverse a preguntarle directamente. "Está distinta, pero igual a la vez. No sé si tenga sentido lo que digo" Daniel puso la taza de café al otro lado sobre el cojín de la banca y se recargó como Jazmín en los almohadones. "Más sentido del que crees" Jazmín subió las piernas, cruzándolas contra su pecho y rodeándolas con sus brazos, intentando protegerse de lo inevitable. "Creo que por fin nos daremos la oportunidad de ser amigos" Jazmín volvió a emitir esa risa doliente que empezaba a caracterizarla. "Bueno, eso me da esperanza ¿no? Casi un año después de que ustedes terminaron pueden volver a ser amigos. Supongo que si me espero un año nosotras también volveremos a ser amigas" Daniel se rio de ella y se rascó la barba simulando recalcular el estimado temporal. "En tu caso, quizás dos años" Jazmín notó su tono juguetón y se rio de su despiadada observación. "Flor estaba enamorada de ti desde mucho antes incluso de aceptar casarse conmigo. No lo supo ver. Ahora es diferente, contigo no hay nadie más en la película, sólo dale tiempo de acomodarse" Jazmín se seguía riendo de tal ironía, que justo fuera Daniel quien le aconsejara esperar a Florencia. "¿Nadie más en la película? Por favor. ¿Ya conociste a Manuela? Si no la conociste te invito a mi inconsciente donde aparece todas las noches en el acto estelar y cada vez más deplorable con Florencia Estrella" Jazmín arqueó como si fuera a vomitar, sumando a su gestualidad dramática, se tapó la boca con la mano y cerró los ojos. Daniel sonrió y alzó una ceja dirigiéndose hacia ella. "¿Ahora si puedo regodearme un poco? Tú fuiste la protagonista de mi inconsciente durante meses. Y tus actos con Florencia igual de deplorables en mi cabeza" Daniel se estiró de nuevo por su café, inyectándole ligereza a la conversación. Jazmín, apenada, escondía su media sonrisa detrás de la botella. Sus mejillas enrojecidas. "¡Qué feo caso! Perdón, Dani, de verdad" Daniel negó con su cabeza con cuidado de no derramar el café sobre los almohadones. "No, no me pidas perdón. Uno no elige de quién se enamora... o de quién seguir enamorado a pesar de todo" Las sinceras palabras de Daniel dejaron atónita a Jazmín. Sabía que Daniel apreciaba la compañía de Florencia, pero nunca imaginó que siguiera enamorado, aunque tanto tiempo no había pasado entre la boda de ellos y la relación entre ellas. Jazmín gruñía de nuevo. Increíble la mucha razón que tenía Florencia. Los fundamentos endebles. La necesidad de reconstruirlos. Había tanto que desconocían una de la otra. Tan poco tiempo. "¿Será que ya no se quita? ¿Como una gripe mal cuidada que se vuelve crónica?" Jazmín seguía estupefacta por la confesión de Daniel, porque eso modificaba todo, la madurez de la que dudó antes, ahora la sabía real. Daniel se hizo a un lado para ver feliz a Florencia. Quizás debería tomarlo como ejemplo. "Nadie es Flor" Soltó Daniel con una resignación que replicaba la de Jazmín, quien únicamente se limitó a asentir su acuerdo con él. "Si te sirve de algo, Florencia está loca por ti, yo creo que sólo necesita tiempo para sentirse también loca por ella. Hubiera deseado que esta terapia de Florencia hubiera ocurrido antes de mí o conmigo, pero no fue así porque no debía ser así. Tú has tenido suerte, Jazmín, no pierdas eso de vista" Daniel se preparó para salir del deck, pero Jazmín lo detuvo de la muñeca. "Si ya te terminaste tu café, ¿quieres tomarte una cerveza conmigo?" Daniel asintió y caminó hacia la nevera detrás de la barra, sacó dos cervezas y volvió a la banca con ella. "Cuéntame ¿cómo fue eso de correr? No sabía que Florencia corría" Daniel abrió las dos cervezas y le pasó una para empezar a contarle todo lo que había sucedido entre ellos.

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