11. Molestias

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Como era de esperar, Adam no se callaba; seguía discutiendo con ellos, sin importarle estar en minoría. La única diferencia era que, aunque estaba enfurecido, no intentaba golpearlos, y ellos tampoco lo golpeaban; solo lo empujaban, arrinconándolo cada vez más contra la pared. La situación estaba fuera de control. 

Mientras Andrew y Leon forcejeaban con Adam, intenté interponerme, buscando separarlos, pero la furia de los tres era evidente. Los insultos iban y venían, y los empujones solo aumentaban la tensión. Sentía que, en cualquier momento, la situación iba a explotar. Justo cuando parecía inevitable que alguien se lastimara, Luis apareció en el pasillo. Su presencia impuso una calma tensa, y poco a poco los tres fueron cediendo, aunque la hostilidad aún flotaba en el aire.

—¡Basta ya! —gritó Luis, imponiendo su autoridad—. ¿Qué demonios está pasando aquí?

—Este imbécil nos está atacando. ¡Nos insultó y quiso golpear a Alex! —exclamó Andrew, todavía agitado, con la respiración entrecortada.

—Ella nos sacó y nos dijo que íbamos a vivir con ustedes. Adam no le gustó, y se volvió violento —añadió Leon, señalando hacia Adam.

Luis miró a Adam con desaprobación antes de volverse hacia mí.

—¿Qué pasó realmente, Alex?

Tomé aire para calmarme antes de explicarle la situación. Mencioné la orden de Luis de incluir a los nuevos, y cómo Adam había reaccionado violentamente al enterarse. Luis frunció el ceño, visiblemente frustrado.

—Adam, no puedes tomar decisiones por tu cuenta. Si di la orden de incluirlos, debes respetarla. La violencia no es la solución.

Adam se quedó en silencio, pero su expresión era clara: resentimiento y desacuerdo.

Luis se giró hacia Andrew y Leon, bajando un poco el tono.

—Lamento mucho este incidente. No es representativo del comportamiento que esperamos aquí. Voy a encargarme de este asunto. Ustedes dos son bienvenidos en nuestro refugio, y espero que podamos superar estos desafíos juntos.

Aunque la tensión seguía flotando en el aire, las palabras de Luis parecían haber calmado un poco la situación, aunque los roces entre los presentes aún eran palpables.

Después de una breve pausa, Luis ordenó que todos se retiraran a sus habitaciones para calmar los ánimos. La tensión en el refugio era palpable, y la necesidad de mantener la cohesión del grupo se volvía cada vez más urgente.

En los días siguientes, trabajé duro para restablecer la confianza y mitigar los conflictos que seguían latentes. Hablé con Adam sobre la importancia de la colaboración y la necesidad de respetar las decisiones del líder. Aunque su actitud no cambió de inmediato, al menos logré suavizar un poco la situación. Por otro lado, Andrew y Leon comenzaron a integrarse poco a poco en la dinámica del refugio. Participaron en las tareas asignadas, conocieron a otros miembros, y, con el tiempo, algunos empezaron a aceptarlos. Sin embargo, la sombra de la desconfianza seguía presente, como una nube invisible.

Una tarde, mientras caminaba por los pasillos del refugio, me encontré con Brahim. La tensión entre nosotros seguía siendo palpable, un eco del incidente anterior que aún no habíamos resuelto.

—Lo siento por lo que pasó. Adam no tenía derecho a atacarte de esa manera —comentó Brahim, su expresión mostrando una disculpa sincera.

—Gracias. Pero necesitamos mantener la calma aquí. No podemos permitirnos más conflictos internos.

Brahim asintió, y en ese momento decidí abordar algo que había estado evitando.

—¿Por qué te preocupas tanto por mí? No entiendo por qué te enojaste tanto con Leon y Andrew.

Will All This End?  Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora