16. Punto de quiebre

11 1 0
                                    

Andrew, en ese momento, no quiso hablar más al respecto y solo atinó a hacer lo que se suponía que era el plan: buscar agua. Todos estuvimos callados en aquel momento, mirando hacia los lados como si en cualquier momento algo fuera a aparecer. Lo hicimos rápido, por las dudas de que volviera aquel hombre misterioso. Apenas tuvimos todo listo, subimos al auto sin decir una sola palabra más, y nos alejamos del lugar como si nos estuvieran siguiendo. El camino de vuelta fue extraño, con un silencio que pesaba, y cada uno parecía estar metido en su propia cabeza.

Luego de esa conversación pasaron unas semanas, pero el tema no desapareció. A pesar de que intentábamos actuar como si nada hubiera pasado, era imposible no mencionarlo de vez en cuando. Aquella situación nos había dejado marcados; fue una mezcla de miedo y frustración que no terminábamos de digerir. Además, siempre teníamos el mismo problema: Becka no quería irse sin su madre, y aunque todos lo entendíamos, nos costaba aceptarlo. Su insistencia en quedarse con Guillermina era tan fuerte que no tuvimos otra opción más que decirle que sí. Sin embargo, le pedimos que no le dijera nada hasta que llegara el momento de irnos. No confiábamos en que esa mujer nos siguiera el apunte, y lo más probable era que al último momento nos dijera que no.

Cuando Becka no estaba, hablábamos sobre eso. Era obvio para todos que Guillermina no iba a aceptar irse, lo cual nos dejaba sin muchas opciones. Becka jamás se quedaría sola en el lugar, así que tomamos la decisión de esperar hasta el último momento y, por ahora, simplemente seguir con nuestras vidas como si nada. Total, todavía ni siquiera sabíamos a dónde ir.

A partir de un día, todo comenzó a volverse cada vez más extraño. Pasaban cosas que no tenían sentido, y nadie entendía por qué ocurrían. Los suministros de los almacenes se movían de lugar o, directamente, desaparecían. No podía ser culpa de nadie del grupo, ya que siempre sucedía de la noche a la mañana. Esto hizo que el grupo entero estuviera cada vez más asustado y atento a absolutamente todo. Algunas personas incluso decían haber oído ruidos por las noches, como si alguien estuviera caminando cerca de la mansión. Guillermina, preocupada por la seguridad de todos, empezó a repartir armas a cada habitante para que se sintieran más protegidos. Poco a poco, se armó al grupo con la intención de estar listos ante cualquier ataque. Cada día nos mantenían informados de cualquier movimiento sospechoso, pero el miedo no hacía más que crecer. Por las noches, ya no había solo una persona vigilando; eran varios los que patrullaban para asegurarse de que todo estuviera en orden.

Hasta que un día, al anochecer, mientras todos estábamos ordenando las mesas para cenar, ocurrió lo que tanto temíamos. Sin previo aviso, comenzaron a caer flechas con fuego en el patio de la mansión, provocando que el caos se desatara. El pánico invadió a todos. Algunas personas lograron esconderse dentro de la gran mansión, tratando de protegerse mutuamente, mientras que los que estaban mejor preparados se colocaron en sus puestos. Desde detrás de las rejas, respondieron al ataque disparando, intentando defender el hogar con todo lo que tenían. Afuera, un grupo numeroso de hombres disparaba sin descanso, acompañados por dos autos que usaban como cobertura. Los atacantes gritaban cosas que no alcanzábamos a entender del todo, pero su intención era clara. Apenas notamos la cantidad de enemigos, el terror se hizo presente en todos nosotros. Sin embargo, a pesar del miedo, nos armamos de valor y luchamos con todas nuestras fuerzas contra aquel brutal ataque. Fue desesperante al principio. Darme cuenta de que, por primera vez, debía defender a mi gente y poner mi vida en juego en esta batalla me hizo recordar el mundo en el que estábamos viviendo. No había opciones ni tiempo para dudar; tenía que actuar con inteligencia y rapidez. Debía encontrar la manera de enfrentar esto sin morir en el intento.

De un momento a otro, escuché a un compañero gritar "¡Cuidado!" desesperadamente mientras corría en la dirección opuesta a los enemigos. Al instante, una gran explosión destrozó completamente una pared no tan lejos de mí. Era una de las que habíamos estado reforzando, y gracias al impacto, se abrió un gran espacio por donde comenzaron a cruzar los atacantes. El estruendo fue tan fuerte que caí de inmediato al suelo, el pitido en mis oídos era insoportable. Intentaba levantarme, pero apenas podía ver, la oscuridad de la noche me lo impedía. La única luz que podía distinguir era la de los almacenes incendiados.

Will All This End?  Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora