4. Sustos

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Por suerte, él tenía una moto, lo que nos permitiría llegar cómodamente a su hogar. Mientras nos dirigíamos hacia allí, comenzó a hacerme preguntas sobre la gente que me abandonó. Le conté quiénes eran y desde cuándo habíamos estado juntos. Al mencionar a Luis, su reacción fue de sorpresa, y esto desencadenó un cambio en nuestra conversación, llevándola hacia otros temas más ligeros. A medida que avanzábamos por la carretera, rodeados de árboles y con la amenaza constante de caminantes entre los arbustos, la preocupación crecía. El miedo de que uno de esos errantes pudiera cruzarse en nuestro camino y causarnos algún problema nos mantenía alerta. A pesar de la tensión del momento, el camino no me generaba una sensación de peligro. Había una confianza incierta en él, aunque no estaba seguro de si era algo positivo. Después de todo, él fue quien me rescató de aquel hombre anterior. Sin embargo, esa acción planteaba una pregunta inquietante: ¿Por qué me salvaría si su intención era, en última instancia, perjudicarme? Resultaba extraño, especialmente porque no lograba imaginarlo capaz de algo así. La incertidumbre del futuro se entrelazaba con la paradoja de confiar en mi inusual compañero de viaje.

Al llegar al nuevo refugio, mi primera acción fue pedirle a Daryl que guardara silencio sobre el incidente con aquel hombre. Le rogué que solo compartiera detalles si alguien mostraba un interés directo o si la situación lo ameritaba. No quería que la gente empezara a indagar sobre mi pasado o, peor aún, que pensaran que yo sería una constante fuente de problemas. Daryl, con una expresión de duda, cuestionó el porqué de mi solicitud, así que procedí a explicarle detalladamente mis razones. Su respuesta fue simple: "Quizás estás viendo las cosas con demasiada intensidad; no te preocupes tanto". Después de este breve intercambio, decidí explorar el lugar con cautela. Aunque la incertidumbre persistía, el refugio era un antiguo edificio abandonado que la comunidad local había transformado en un espacio habitable. Las ventanas rotas habían sido reemplazadas por improvisadas cubiertas y las áreas comunes estaban decoradas con toques de creatividad. La parte exterior del mismo mantenía unas rejas altas dando así más seguridad y un patio en el cuál se podía estar con tranquilidad.

Desde la puerta de entrada que se encontraba abierta se podía observar el centro del edificio, había un espacio compartido que servía como punto de encuentro para los residentes. Sillas y mesas recicladas creaban un ambiente acogedor donde la gente compartía risas y experiencias. La comunidad se esforzaba por mantener un ambiente de colaboración y apoyo mutuo o al menos eso notaba al verlos tan felices a todos juntos charlando.

Daryl estacionó su moto cerca de la entrada principal, y un miembro de la comunidad, actuando como anfitrión, abrió la reja mientras nos miraba con una expresión amistosa. Juntos caminamos para poder acercarnos a los demás pero el hombre que acababa de abrir la puerta nos detuvo al nombrar el nombrar a mi compañero mientras me observaba con cierta mirada disconforme.

—Daryl—pronunció aquel hombre, por lo cual solo asintió con la cabeza hacia abajo dando a entender que lo escuchaba. El hombre cerró mejor la entrada con rejas y volvió a mirarnos

—¿Quién es ella?—

—Su nombre es Alex Riddle, Rick. Sé que no quieres nuevas personas, pero ella no tenía a dónde ir.

—Espero no traiga problemas—Recalcó luego de suspirar, me miró unos segundos en silencio— ¿Por qué no tienes un refugio?

—Me abandonaron en medio de una horda, y Daryl fue a salvarme. Si no fuera por él, no seguiría viviendo.

—Qué extraño que suceda eso y más con una niña—

—En su grupo había gente que conozco. Ellos hacen lo que sea por sobrevivir—él agarró su ballesta y comenzó a mirarla mientras sonreía—Además, Alex estaba haciendo un buen trabajo en medio de esa horda, tenías que verla golpeándolos y matándolos como toda una cazadora.

Will All This End?  Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora