Él no me respondía debido a que fingía que no me escuchaba, me daba la espalda mientras buscaba en un cajón de la cocina algo hasta que cambió de tema de la nada, quería evitar responderme preguntando lo primero que se le venía a la mente, yo trataba de seguir buscando su respuesta mediante preguntas al respecto pero me interrumpía una y otra vez hasta que en un momento me pidió que buscara unas tijeras que no encontraba ya que las necesitaba en ese momento, él abría todos los cajones que encontraba hasta que fui al baño a buscar allí y las terminé encontrando en el botiquín del baño, estaban protegidas con un plástico y no eran unas tijeras normales debido a su extraña forma en donde estaba el filo, realmente no entendía para que servían pero de igual manera se las llevé, me agradeció apenas las sostuvo en sus manos y me pidió que me sentara en una silla que él acomodó cuando me había alejado, me senté esperando que me dé una explicación al respecto pero noté que estaba en el medio de la sala dónde mejor daban las luces del techo, él agarró otros objetos mientras se acercaba y se colocó detrás mío, empezó a rociarme algo en el cabello logrando que la curiosidad me matara de tal forma que automáticamente me di vuelta para ver qué tenía en sus manos, tenía un pequeño frasco con un rociador como tapa y estaba lleno de agua.
—¿Que estás haciendo? — Pregunté con la mirada fija en el tarro y las tijeras que tenía en sus manos.
—Voy a cortarte ese cabello ¿No ves lo largo que está? —arqueó una ceja mientras con la mano en la que sostenía la tijera me lo apuntaba—Te está pasando la cadera y eso no te ayudará en nada, menos si no lo tienes recogido—
—¿Sabes cortar el cabello? —
—Siempre supe pero el idiota de William nunca me lo permitía. —
—¿William... Mi papá? —
—Ehh sí, Ese imbécil. No tengo tiempo Alex, siéntate en la silla o te voy a tener que demostrar por qué quiero cortarlo—
—¿A qué te refieres? —
Apenas dije eso él me agarró de la punta del cabello y casi sin fuerza me tironeó hacía la silla para que me sentara, me explicó que era muy fácil agarrarme si yo me mantenía con el cabello suelto o tan largo y que por esa razón la primera vez que nos habíamos encontrado a su gente se le hizo tan fácil agarrarme, no tener control al respecto de mi cabello era bastante molesto y compartía el pensamiento de que era peligroso, yo siempre buscaba cada vez que salíamos con el grupo alguna gomita para poder atarlo pero siempre estaban rotas o directamente no habían. Él agarró todo el pelo y lo colocó sobre el respaldar de la silla, comenzó a mojarlo hasta que poco a poco fui escuchando como cortaba, en completo silencio y con bastante rapidez lo hizo hasta llegar a mis hombros dado que preguntó si quería que fuera más corto o dónde yo lo sentía bien pero realmente no sabía ya que era la primera vez que lo tenía tan corto, le dije que cortara como él pensara que fuera mejor y es lo que hizo, llegó hasta mitad de mi cuello y frenó, quitó el pelo que tenía sobre mi ropa y fue hacía la habitación, trajo una remera junto con algo más de un color gris un poco extraño y con beige me pidió que me cambiara la remera debido a los pequeños pelitos que quedaron sobre mi ropa y que vuelva porque debía darme algo. Agarré aquella remera para poder encerrarme en la habitación y al tenerla bien acomodada salí esperando ver qué tenía que darme, me pare delante suya mientras le preguntaba que pasaba y él agarró aquella cosa que estaba hecha un bollo de una de las puntas, la misma se estiró y mostró ser una campera, era gris y por dentro tenía ese color beige, se veía calentita debido al tipo de tela que tenía dentro ya que era como de un peluche que Negan llamaba "corderito", estiró sus brazos para que me la pusiera y al hacerlo sonrió de oreja a oreja.
—Era de Lucille. Ella siempre estuvo con aquella campera a cualquier lado que íbamos... Se la había regalado dado que siempre quiso algo calentito en invierno—Al verme con la campera puesta sus ojos comenzaron a brillar más y noté sus ganas de llorar—Eres idéntica a ella—
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Will All This End? Parte I
Fiksi IlmiahOcho años. Apenas contaba con ocho años cuando mis ojos inocentes se encontraron por primera vez con la sombra de la muerte. A los once, fui testigo de cómo mis acciones desencadenaron ese oscuro e inevitable encuentro. Desde ese fatídico día, la mu...