Eva se encargó hábilmente de cerrarme las heridas y me recomendó que evitara hacer fuerza, ya que podría reabrir el corte en el gemelo. Explicó que la herida en el rostro había sido bastante profunda, lo que causó tanta sangre, ya que había alcanzado el hueso del pómulo en una pequeña zona. Le agradecí sinceramente por su ayuda mientras Leon y los demás continuaban preguntándome cómo me sentía. Intenté tranquilizarlos mientras me estiraba, sintiendo dolor en todo el cuerpo por las caídas que había tenido antes. Toqué mi mejilla con delicadeza, temiendo que me doliera más. Percibí los puntos debajo de las gasas que había colocado Eva y murmuré entre dientes, reflexionando sobre lo que podría haber hecho para evitar ese ataque. Sentí una intensa ira y, a la par, surgió una gran decepción hacia mí misma al darme cuenta de que, sin la ayuda de mi amigo, habría perdido; no fui capaz de defenderme. Ese chico tenía todas las ventajas a su favor, y me di cuenta de que mi fuerza era insignificante cuando necesitaba protegerme por mí misma. La impotencia me invadió, y mis ojos se llenaron de lágrimas mientras apretaba los dientes con fuerza.
Eva, al notar mi estado, se acercó nuevamente a mí y, con su voz más dulce, me preguntó qué estaba pensando. Moví la cabeza de un lado a otro lentamente y respondí: "Nada", intentando evitar una conversación al respecto. Ella acarició mi mejilla mientras Leon tocaba mi espalda, pero yo simplemente miré hacia el suelo para evitar el contacto visual con cualquiera de los dos. Suspiré mientras me daban espacio para ponerme de pie entre ellos. Apenas apoyé mi pierna, sentí una fuerte punzada en el gemelo, lo que me hizo agarrarme de ambos. Intentaron ayudarme a caminar, pero los solté para hacerlo sola. Salí de allí, decidida a ver qué había sucedido con el hijo de puta de Adam, pero Leon me siguió, y ambos nos acercamos a Luis para preguntarle qué habían hecho con él. Luis tenía el rostro completamente deprimido; se dio cuenta del gran problema que acababa de ocurrir. Todo estaba tan mal que era comprensible que sintiera que fallaba como líder, o simplemente se deprimiera al saber que, poco a poco, todos sus esfuerzos se iban a la basura.
—¿Dónde está?—pregunté, totalmente seria y con mucha molestia.
—Por ahora está encerrado, no sabemos qué hacer.—De inmediato supuse que estaba donde habíamos encerrado a Leon y Andrew.
—¿Luz se ha enterado de lo que pasó?—
—Ella aún duerme, creo que iban a despertarla apenas termine de amanecer y le iban a contar.—
Asentí con determinación mientras presionaba los labios, convencida de que era el momento adecuado. Lo observé detenidamente durante unos segundos y, sin ofrecerle respuesta, me dirigí hacia el almacén de utensilios. A pesar de que Leon me acompañaba y hablaba a mi lado, yo lo ignoraba por completo, con la mente enfocada en otra cosa, específicamente en Adam.
Al ingresar al almacén, noté que la escena permanecía inalterada; todas las cosas estaban en sus lugares habituales. Pude distinguir ambos cuchillos, así que tomé el que Adam solía usar y lo examiné detenidamente. Tenía manchas de mi sangre, pero esta vez estaban secas. Leon permaneció en silencio mientras me observaba; claramente, él comprendió lo que estaba pensando.—¿Crees que es necesario? —preguntó, mirando el cuchillo en mis manos.
—Quizás. —respondí, con un tono que no dejaba claro si estaba hablando de Adam o de mí misma.
—Creo que ya es suficiente que hayan perdido a su madre.
Lo miré, deteniéndome en sus palabras, dejando que su significado se asentara en mi mente.
—Déjalo que se pudra allí adentro, intenta descansar ahora. —añadió, mientras bajaba mi brazo que aún sostenía el cuchillo, como si el gesto mismo fuera una liberación.
No me quedaba otra opción más que fingir darle la razón. Leon ya me había indicado que lo mejor era dejarlo tranquilo y que yo debía relajarme para cuidar mis heridas, pero no lo veía de esa manera. Lo que había sucedido esa noche fue el punto de quiebre, el límite de lo que estaba dispuesta a soportar. Luis, un hombre que siempre intenta hacer las cosas bien, terminaba equivocándose una y otra vez, y esta vez no iba a ser diferente. No podía seguir conviviendo con gente violenta que había pasado de los golpes a un intento de asesinato. Tenía que quitarme a esas personas de encima con mis propias manos o nunca desaparecerían de mi vida. Me harté de vivir con miedo y dolor por la agresividad de Adam. Aunque en ese momento ya había logrado calmar mis nervios, no podía dejar de pensar en lo sucedido. Respiré profundamente, tratando de ordenar mis pensamientos. Caminé hacia la mansión con una calma que contrastaba con el torbellino en mi mente, y mi vista se enfocó en encontrar la puerta del sótano donde sabía que estaba Adam. Fue en ese momento cuando mis ojos se cruzaron con el gran espejo que siempre se destacaba en la sala. Estaba al final del pasillo, justo antes de llegar al sótano, y no había manera de evitar mirarme en él. Aunque me veía de lejos, no pude evitar notar que la herida en mi rostro se destacaba enormemente. Me acerqué lentamente al espejo y me observé con detenimiento. Mis dedos temblorosos exploraron la textura de mi piel. La línea recta, una cicatriz que comenzaba en el puente de mi nariz y se extendía hasta casi mi sien, ahora formaba parte de mí. Cerré los ojos, sintiendo los puntos que unían la piel cortada. No era solo una herida física; era un recordatorio constante de la violencia que había soportado durante todo este tiempo, y de cómo había llegado tan lejos por no haberlo detenido antes. Era espantoso. Observé mi reflejo, deseando que la herida fuera solo una pesadilla, pero allí estaba, desafiante. En mi mente, intenté minimizar la magnitud de la cicatriz, pero la realidad me golpeó de frente. Mi rostro ya no era el mismo; no solo las ojeras profundas que antes me preocupaban. Ahora, una marca permanente se había quedado en mi piel, una línea que desafiaba cualquier intento de aceptación. Era como si la fealdad se hubiera apoderado de mí, deformando lo que alguna vez conocí como mi propio reflejo, esa persona no podía ser yo.

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Will All This End? Parte I
Ciencia FicciónOcho años. Apenas contaba con ocho años cuando mis ojos inocentes se encontraron por primera vez con la sombra de la muerte. A los once, fui testigo de cómo mis acciones desencadenaron ese oscuro e inevitable encuentro. Desde ese fatídico día, la mu...