14. No viene mal

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Intenté tranquilizarme, consciente de que perder la calma solo empeoraría la situación. La desesperación era una enemiga peligrosa, y si no lograba controlarla, jugaría en mi contra. Cerré los ojos por un instante y respiré profundamente, inhalando y exhalando con lentitud, buscando algún atisbo de alivio en medio del pánico que me atenazaba. Mantuve la mirada fija en la escalera, concentrada en la tenue luz que se filtraba por los bordes de la puerta. Aquella pequeña rendija de claridad me permitía asegurarme de que Adam, ahora un caminante, no estuviera subiendo los escalones. Los sonidos de sus pasos torpes y de sus quejidos inhumanos resonaban en el reducido espacio del sótano, cada vez más cercanos y amenazantes. El eco de esos ruidos era un recordatorio constante del peligro, y mi respiración, aunque lenta, comenzaba a entrecortarse. Sabía que cualquier error, cualquier paso en falso, podría significar el fin.

Permanecí sentada hasta lograr cierta estabilidad. Me levanté suavemente del suelo, intentando mantener el silencio, y me acerqué a la puerta subiendo los escalones que quedaban, a pesar de la completa oscuridad y las ráfagas de luces. Al llegar a la puerta, saqué el cuchillo que siempre llevaba en la cadera para intentar meter la punta en la cerradura. Desde ese pequeño hueco se podía ver la luz exterior, y lo que trataba de utilizar era demasiado grande para intentar falsear la cerradura. Busqué tocando mi cuerpo en busca de algo útil en los bolsillos o la misma prenda, pero no encontré nada; ni siquiera el botón del pantalón me podía servir para lo que planeaba hacer, lo que aumentó mi sensación de desesperación. Al intentar forcejear la puerta, generé un ruido que llamó la atención de Adam, y fue en ese momento cuando sus quejidos se volvieron más fuertes; el caminante acababa de descubrir que estaba allí. Mi corazón latía acelerado cuando, en medio del silencio, se escuchó cómo aquel muerto viviente acababa de tropezarse en las escaleras. Mi aire comenzaba a faltarme, y mi respiración se agitó nuevamente, pero en este momento volví a sentir muchísimo enojo. De la rabia, comencé a golpear la puerta con mi hombro, con la poca fuerza que podía ejercer en ese espacio tan pequeño. Con un pie al lado de la puerta y el otro en el escalón que le seguía, no estuve mucho tiempo en esa posición debido a mi gemelo, que obviamente complicaba la situación al seguir doliendo, temía abrir la lastimadura nuevamente.

Grité pidiendo ayuda y golpeé la puerta con furia, lanzando insultos y solicitando auxilio. Entre tanto enojo y desesperación, fui detenida por Adam, quien había logrado subir por las escaleras. Con mi pierna sana, pateé una de las piernas del muerto mientras desesperada aun me mantenía exigiendo que abrieran la puerta, pero nadie respondía. Fue entonces cuando me llené de valor en ese lugar oscuro e intenté agarrarlo de los brazos, evitando que me mordiera alguna parte de mis brazos.
Mientras forcejeaba con Adam, la oscuridad del sótano intensificaba mi lucha. Mis manos temblorosas buscaban desesperadamente una salida, sintiendo la frialdad de la piel del caminante. El eco de mis gritos resonaba, mezclándose con sus gemidos. Cada movimiento era una batalla contra el miedo y la desesperación, pero mi determinación se mantenía firme. Con un impulso desesperado, clavé el cuchillo en la cabeza de Adam, sintiendo la resistencia de su cráneo ceder ante el filo. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al confirmar que lo había neutralizado. El sonido sordo resonó cuando su cuerpo se desplomó por las escaleras, liberándome de su presencia amenazante. El eco de su caída se mezcló con mi respiración agitada, marcando el fin de un enfrentamiento.
Fue entonces cuando me mantuve sentada nuevamente, pensaba cómo iba a salir de este problema y mi ira se expresaba como un ardor en mi garganta, sentía que mis amigos no me iban a ayudar y el sabor asqueroso de una especie de traición me apoderaba. Estaba en silencio allí, abrumada pero no podía dejar de pensar.
En medio de mi reflexión, un sonido conocido llamó mi atención: la voz de mi amiga Becka se filtraba detrás de la puerta. El eco de sus palabras resonaba en el sótano, y eso me dió una chispa de esperanza. Aunque la confusión y la traición seguían presentes, la posibilidad de ayuda de mis amigos me reconfortó. Mi determinación creció, y decidí que, a pesar de la oscuridad que me rodeaba, no estaría sola en esta lucha. Con lentitud, me acerqué a la puerta, intentando descifrar lo que Becka decía y buscando una conexión que pudiera cambiar mi situación.

Will All This End?  Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora