8. Cautiva en la Mentira

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Fue un viaje completamente incómodo; el silencio pesaba en la atmósfera, y cualquier intento de comunicación era sofocado de inmediato. Me encontraba en una especie de purgatorio entre la incertidumbre y el temor. Mis intentos de obtener respuestas, incluso preguntando inocentemente qué planeaban hacer conmigo, resultaron en represalias severas. Adam, con su temperamento impredecible, decidió silenciarme amordazándome. Al ver que mi resistencia era firme y no me dejaba reducir sin luchar, contaron con la fuerza combinada de dos individuos para inmovilizarme y finalmente amordazarme.

A pesar de mi intento de conservar alguna autonomía al intentar desatarme a escondidas, cada nudo parecía un enigma insoluble. El temor palpable se apoderaba de mí con cada movimiento furtivo. La sensación de estar indefensa, rodeada por aquellos que claramente tenían el control, aumentaba mi ansiedad y miedo al llegar. La mordaza, además de silenciar mis palabras, parecía embotar mis sentidos y acentuar el miedo que se agolpaba en mi pecho. Cada segundo se volvía una eternidad, alimentando mi creciente temor.

(...)

Apenas llegamos, mis ojos se posaron en una imponente Casa de dos pisos con un tamaño destacable, envuelta en un aire de misterio y decadencia. Sus aproximadamente diez habitaciones se insinuaban a través de las ventanas, aunque su aspecto desgastado y la invasión de la vegetación circundante indicaban que el paso del tiempo la había tratado con crueldad. La paleta de colores estaba dominada por el gris, como si la tristeza y el abandono se hubieran impregnado en cada rincón. La majestuosa estructura estaba rodeada por paredes altas que delimitaban un extenso patio, testigo del paso de los años y las historias que la casa albergaba. Las paredes, aunque aún en pie, revelaban su lucha contra la naturaleza, con secciones derrumbadas que permitían vislumbrar el interior desde el exterior. Era como si la casa misma susurrara secretos olvidados, pero su entrada estaba celosamente protegida por obstáculos dispuestos estratégicamente.

El conjunto se hallaba enclavado en medio del bosque, como si la naturaleza misma intentara reclamarlo.A pesar del evidente estado de abandono, la organización meticulosa de la zona sugería una cuidadosa planificación por parte de quienes la habitaban. Al explorar más detenidamente, descubrí una zona repleta de troncos cortados, dispuestos con orden en un rincón del extenso patio. Junto a esta área se erguía un almacén, y otro más se alzaba al lado de una pequeña construcción. Mi curiosidad se agudizaba al intentar vislumbrar los detalles de aquel lugar inusual, pero mi atención fue bruscamente desviada cuando Adam descendió de la camioneta para abrir el imponente portón de metal. Luis, el conductor, maniobró el vehículo hasta estacionarlo, y de inmediato se sumergió en conversaciones con las personas que ya se encontraban en el lugar. Mark, sin titubear, tomó mi brazo y al bajarme del auto me condujo hacia la mansión con determinación, como si quisiera apartarme de la conversación de los demás. Ignoramos por completo a quienes ya estaban allí, adentrándonos en el corazón de la casa que, aunque mostraba señales de desgaste, aún conservaba la majestuosidad de tiempos pasados.

Juntos nos adentramos en el interior y de inmediato noté una familiaridad inquietante: la misma decoración que caracterizaba la casa de mis padres. A pesar de las grietas que surcaban las paredes, estas aún conservaban vestigios de un amarillo o anaranjado muy tenue. Cuadros dispersos intentaban adornar las paredes. Las diferentes estancias se conectaban entre sí en un gran salón, revelando a través de puertas cerradas la presencia de la cocina, el comedor, el living y otras habitaciones que permanecían en el primer piso. Un largo pasillo, flanqueado por puertas cerradas, se extendía ante nosotros. Mientras Mark ascendía las escaleras, intentaba tranquilizarme asegurándome que este sería un lugar donde podría vivir cómodamente. Sin embargo, mi confusión persistía, agravada por la expresión seria de Mark, quien mantenía un firme agarre en mi brazo. Al llegar al segundo piso, nos dirigimos hasta el final de un pasillo repleto de puertas cerradas. Con determinación, Mark abrió una de ellas y me instó a permanecer allí. Observé el entorno mientras la puerta se cerraba con un clic de llave, y me dejé caer en la cama en busca de un breve descanso. La habitación, a pesar de su desorden, revelaba detalles íntimos del ocupante anterior. Las paredes exhibían un tono celeste, y un ropero desordenado con ropa de hombre, junto a un escritorio con lápices y una hoja llena de tachaduras, completaban la atmósfera. En una repisa, dos cuchillos llamaron mi atención al ostentar la letra 'B' en rojo. Los devolví a su lugar y me aproximé a la hoja tachada en el escritorio, intentando descifrar lo que había sido oculto. Aunque el contenido estaba prácticamente ilegible, las marcas de cuchillo y manchas de sangre en el mueble sugerían una historia turbia.

Will All This End?  Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora