Capítulo XIX: "Verdades (P.3)"

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LOS ANGELES, CALIFORNIA

—Jennie. —Le dijo Lisa al oído, mientras la veía abrazaba y escuchaba cómo poco a poco, su llanto se iba calmado al punto de ser solo pequeños sollozos. El corazón de Lisa, se partía, con cada lágrima que veía salir de los ojos de Jennie. Sus labios, se pegaron a un costado de su cabeza y permanecieron ahí, hasta que el llanto de Jennie, se detuvo por completo—. Por favor, bonita. Si esto es mucho para tí, ya no sigas. —pidió Lisa, con dulzura.

— Yo, necesito seguir. —dijo con la voz entrecortada—. Solo... Duele aquí. —levantó una de sus manos y la llevó al lado izquierdo de su pecho—. Duele mucho.

Lisa al escucharla, abandonó su posición actual y en tres simples movimientos, ya se encontraba de rodillas frente a Jennie y había aprovechado que sus piernas estaban separadas, para quedar más cerca. Sin pensarlo mucho, tomó el rostro de Jennie y lo acercó al suyo haciendo que sus narices quedaran pegadas.

— Cuánto me gustaría tener alguna cura, para aliviar ese dolor en tu interior. —le dijo Lisa, viéndola directamente a los ojos y Jennie tragó fuerte al notar la cercanía y los pocos centímetros que separaban sus labios—. No sé, si lo que voy a hacer está bien, pero creo que te ayudará un poco a calmar el dolor.

Y sin más, hizo eso que tanto habían deseado hacer desde días atrás. Sus labios, por fin se unieron en un tímido beso, que no era más que una simple unión de labios, pero que era suficiente, cómo para hacer que el corazón de ambas, latiera con mucha fuerza.

Jennie, suspiró al sentir los suaves y tibios labios de Lisa sobre los suyos. Sus manos que antes estaban en su regazo, se movieron hasta quedar en la cintura de la más alta y acercarla un poco más. Conforme los segundos pasaban, la respiración de Jennie se hacía cada vez más irregular, que empezaba a sentirse cómo si hubiese corrido toda una maratón de 21 kilómetros. Sentía que el aire se estaba acabando y que la única manera de sobrevivir, era saciar su necesidad de mover sus labios por sobre los de Lisa.

Y así lo hizo.

De manera torpe y temerosa, empezó a moverlos, provocando que Lisa también lo hiciera. Un leve gemido salió de sus labios, cuando sintió uno de los pulgares de Lisa, acariciar sus mejillas, mientras el beso se hacía cada vez más apasionado.

Era uno de esos momentos, dónde sientes que estás por cometer la locura más grande de tu vida. Un momento, dónde sabes que todo a tu alrededor puede cambiar, pero que estás dispuesto a correr ese riesgo, si eso significa disfrutar por más tiempo de la cercanía que tanto habías deseado. Ese momento, dónde nada es más importante, que ser libre de mostrar esos sentimientos, sin importar que pasará mañana.

Jennie, volvió a soltar un suspiro, al percatarse que los movimientos eran lentos, pausados y cargados de ternura por parte de Lisa. Se alejó de ella, cuando el aire se hizo necesario. Aún con los ojos cerrados respiró hondo, sintiendo cómo su cuerpo estremecía de una manera que nunca antes lo había hecho. Sus ojos se abrieron lentamente y sonrió cuando se encontró con el rostro de Lisa, completamente sonrojado.

— ¿Sirvió de algo?. —preguntó Lisa apenada.

— Sirvió de mucho. —respondió Jennie, llevando una de sus manos al rosto de Lisa y acarició su mejilla con delicadeza—. Gracias.

— No fue nada. Ahora ya puedes continuar. —la animó Lisa, con una sonrisa. Cuánto deseaba abrirle su corazón a Jennie y decirle que el beso, le había ayudado a cofirmar sus sentimientos hacia ella, pero ya abría tiempo para eso. Ahora lo único que importaba era seguir escuchando a Jennie. 

Jennie, asintió a las palabras de Lisa y la ayudó a sentarse correctamente, antes de continuar con su relato.

— La muerte de Angie, nos hizo ser más reservadas con nuestra vida y encerrarnos aún más en nuestro propio mundo. Jisoo, se volvió una fanática completa de los videojuegos y pasaba día y noche frente al televisor o a su computadora, jugando. —explicó—. Yo por otro lado, me obsesioné en estudiar y ser la mejor en la carrera de Derecho. No tenía amigos y no me interesaba tenerlos, hasta que conocí a Jackson. Y tengo que decir que nuestra amistad, empezó por qué a mí me gustaba su auto. 

En Busca De Mis AlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora