Capítulo 3

1K 120 107
                                    

¿Estaba soñando? 

¿Ake le estaba jugando una broma con una de sus ilusiones?

No, no era nada de eso. Esta sensación se sentía tan real. Tampoco se trata de un sueño, sino más bien de la realidad.

No podía dejar de verlo, era como si hubiera sido cautivado por ese ser desconocido, había sido cautivado por esos ojos color azul como el mismo océano, cabello castaño y esa piel bronceada. Pero lo que más había cautivado al capitán, fue esa bella aleta dorada como el mismo oro, la cual ya había visto en más de una ocasión.

—¿Eres real?— su voz era un hilo, por un momento había pensando en que su voz ni siquiera iba a salir gracias a que no podía formar una palabra. La criatura frunció el ceño, como si estuviese indignado por las palabras del pirata —, ¿puedes entenderme?

«Quiero estar más cerca de él». Pensó el pirata.

—No des un paso más — movió esa daga que tiene en la mano, haciendo que el pirata diera un paso hacia atrás pero después lo volvió hacia enfrente, dispuesto estar más cerca de esa criatura.

—No voy a hacerte daño — le dijo —, no podría hacerte daño...nunca.

Lin se sentía confundido, ya que por un momento se sentía muy confiado en las palabras del pirata.

«Nunca confíes es la palabra de un humano, mucho menos si se trata de un pirata. Ellos son amables al principio y cuando les tomas confianza es cuando acaban contigo». Recordó las palabras que su madre siempre le repetía.

El joven príncipe no veía nada de maldad en ese humano, lo sabía porque sus ojos verdes — casi grises — mostraban mucha compasión, sus movimientos eran inútiles y sin nada de confianza y sin olvidar que la voz de ese humano temblaba un poco, quizá el no se había dado cuenta de eso.

«Nunca confíes en los humanos». Esa frase se repetía una y otra y otra vez en su mente, tanto que hizo que su cabeza le doliera un poco. Las sirenas tenían eso muy en mente, nunca confiar en los humanos, mucho menos dejarse llevar por esas palabras bonitas que decían. Lin  supo de inmediato que era lo mismo era para ellos, Lin tenía muy en claro que los humanos tenían una regla y era "no confiar en la belleza de una sirena o dejarse llevar por su bello canto", aunque era casi imposible no dejar de escuchar ese bello canto.

Parpadeó por unos leves segundos, como si esperara a que aquel humano se desvaneciera con el viento.

Debía ser una broma. Desde hace mucho tiempo los humanos no iban a la cueva Koryfí, ya que su madre había creado un campo de protección para que nadie pudiera pasarlo, en especial los humanos. Pero, ahora mismo Lin estaba enfrente de uno y eso sólo significaba que habían podido pasar ese campo, ¿su magia no fue lo suficientemente fuerte como para fortalecer el campo? ¿ese humano era un ser mágico? ¿se trata de una emboscada?

En todo el mundo, en todo Finternis solo había una persona que podía ser capaz de eliminar campos de protección como los hay en la cueva Koryfí, lo que significaba que ese humano tiene...

—Nigromante — la palabra salió de su boca sin que pudiera detenerla —, traes contigo a un nigromante, así fue cómo pudieron entrar a las aguas de la cueva.

—Así que después de todo Ake si sirve de algo — soltó una risa nerviosa —, y yo que pensaba en aventarlo al mar para que ya no dijera esas cosas del ver el futuro y la muerte y el más allá.

Lin lo miró con el ceño fruncido, ¿como es que estaba hablando con tanta naturalidad sobre ese nigromante que había roto el campo? A esas alturas Lin quería que el agua se lo tragara y que lo llevará a lo más profundo del océano para que su madre no le regañara.

Okeánia Agápi | Segunda versión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora