Capítulo dos

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Echo a Noah de mi habitación, me miro al espejo y veo mi gran careto de dormida; acompañado de unos ojos irritados por haber pasado la tarde frente a una pantalla. Voy hacia el baño, tiro agua fría sobre mi cara y me recojo el pelo en una coleta alta. Aplico un poco de base de maquillaje de forma ligera sobre mi rostro y hago un delineado de gato sobre la linea de mis ojos que, para el cansancio que tengo, queda bastante decente.

Tardo un par de minutos más en acabar de maquillarme; quiero verme natural, aunque añado un pop de color en mis labios con un labial rojo de MAC, Roby Woo, mi favorito. Para mí, el labial rojo tiene el significado de control y también es un buen indicador de autoconfianza y autoestima.

Puedes tener el amor propio por los suelos, pero nunca mostrarlo. ¿Verdad?

En cuanto termino, me voy corriendo a mi habitación y elijo algo que ponerme. No tardo mucho ya que, gracias a la obsesión por la limpieza y el orden que genera vivir en mi familia, todo mi armario está perfectamente ordenado.

Elijo un vestido de tirantes con lentejuelas doradas corto y fluido que resalta el tono dorado de mi piel, resultante de los primeros días de verano. Dudo entre un par de zapatos, pero finalmente mis ojos se dirigen automáticamente a unas Vans negras. Agarro una chaqueta vaquera negra y salgo corriendo hacia la habitación de mi hermano.

—Wow, creí que ibas a ir en pijama o algo parecido.

—Cállate —le ordeno, sintiéndome divina.

—Ahora el problema ahora es cómo te saco de casa si pareces una bola de discoteca. ¿Sabes que vas a una fiesta con mis amigos, no? Ni que fuera nochevieja —se burla de mí, intentando ser irónico. Para variar, le sale mal.

La irónica de la familia soy yo. Suficiente tengo con descifrarme a mí misma como para tener que hacerlo con don testosterona. Agradezco que sea tan malo en ese campo.

—Ponte una bata y vete a la cocina. Cuando estés allí, sal por la ventana que está junto a la mesa del desayuno y ve hacia los arbustos de la piscina. Una vez llegues, sube al árbol y te quedas en el muro, que desde ese punto ya te yo ayudo a bajar.

—Pero quien crees que soy, ¿Kim Possible? Me voy a desnucar antes de llegar a la parte alta del muro.

—Vamos, ni que fuera la primera vez que te escapas de casa.

—Esas veces tenía una "buena" —hago el gesto de comillas con las manos— razón esperándome en el coche. Tu fiesta no vale mi cuello.

—Pues vete por el camino por el que te escapabas para ver a ese imbécil. Te espero en el coche —dice un tanto molesto, dejando notar su rencor a través de las palabras. Sigue dolido.

El imbécil al que se refiere tiene nombre, Paul. Fue mi amor de último curso, pero todo acabó cuando vio que tener a alguien que te quiera no es razón suficiente como para mantener la boquita quieta. Me puso los cuernos con la novia de mi hermano —así es, no había más personas en Los Ángeles.

Finalmente, decido seguir el camino que me indica mi hermano. Al bajar a la cocina la casa está en silencio. Estoy a punto de salir por la ventana cuando la enana aparece cual fantasma con deudas pendientes.

—Lizzie, ¿qué haces? —Musita Ashy con los ojos entrecerrados.

LLeva una coleta deshecha y enmarañada y va vestida con un pijama de verano rojo con la cara de Mickey Mouse impresa en el centro de la camiseta.

—Creí haber oído a alguien en el jardín.

—Si te vas a escapar, hazlo. Pero no me mientas, no nací ayer —espeta creyéndose una octogenaria. Por lo menos, esa es la impresión que me da al ver a una cría de 10 años hablar de que es mayor.

Él [#1]  (COMPLETA)✓ (Pronombres Que Terminan En Mi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora