Capítulo siete

1.5K 75 9
                                    

Intento despegar mis párpados, pero duele. Siento como si miles de granos de arena rozaran contra ellos, impidiéndome abrirlos. Cambio de lado y me acurruco contra mis piernas, consiguiendo formar un ovillo.

—Elizabeth, no son horas de estar en la cama. Te doy quince minutos para que bajes a desayunar —me ordena mi madre desde la puerta.

Doy un bufido a modo de respuesta antes de que se vaya y me siento en el borde de la cama. Miro el reloj de la mesilla de noche que marca las 7:35.

¡Por Dios santo, qué es domingo!

Acabo desistiendo y me lanzo de nuevo contra el colchón. El pelo enmarañado me cubre la cara y mis ganas de vivir están por los suelos. Finalmente, y tras luchas contra el maldito sueño que me invade y me hace sentir como si mi cuerpo pesara dos toneladas, consigo volver a sentarme en el borde de la cama, y tras agrupar todas las fuerzas que tengo, me levanto y me dirijo al baño. Me miro al espejo y todavía sigo con la camiseta de Avery. Ni siquiera me molesté en cámbiame al llegar. Mi cara está emborronada por el maquillaje de la noche anterior, pero aun así puedo ver mis ojos inflamados como consecuencia de mi berrinche tonto de hacía unas horas.

Me desvisto y lanzo la camiseta sobre el lavabo. Abro la llave del agua y espero a que se caliente hasta que se comienza a formar vaho en la mampara de cristal. Entro en la ducha y dejo que el agua caliente me evada un poco de la situación. Miro directamente hacia el agua dirjinedo mi cabeza hacia arriba y siento el alivio instantáneo en mis glóbulos oculares. Me enjabono enérgicamente para ahorrar algo de tiempo y agarro mi albornoz con la esperanza de no tropezarme al estirame para alcanzarlo.

Antes de salir del baño vuelvo a mirarme en el espejo —como nueva— digo en voz baja,antes de abandonar esa habitación para volver a mi cuarto, que está tan solo cruzando una puerta.

La luz al entrar invade mi campo de visión y hace que me acabe de despertar por completo. Voy al vestidor y agarro un pijama perfectamente doblado de una de las cajoneras, ese será mi uniforme de hoy. Se trata de un conjunto de tirantes y pantalón corto de algodón color crema, me lo pongo y la camiseta se ajusta perfectamente a mi cuerpo, mientras que el pantalón queda algo holgado dejándome la libertad justa que necesito para afrontar un día de sofá, cama y Netflix.

Cojo mi teléfono sin siquiera tener tentaciones de encenderlo y salgo por la puerta. En el pasillo me cruzo con un zombi viviente —alias mi hermano resacoso.

—Lo de anoche se queda entre nosotros —me dice, interponiéndose en mi camino con una postura autoritaria.

—No tenía la intención de contar nada durante el desayuno.

Paso a su lado dándole un pequeño empujón con la mitad de mi cuerpo. Puedo notar que se ha girado y está mirándome mientras avanzo hacia las escaleras.

Bajo los peldaños desganadamente con la cabeza agachada y, cuando llego a la cocina, agarro un vaso de zumo y una tostada. Me siento en el taburete izquierdo de la isla y dejo que mis pies se balanceen de lado a lado de forma natural. Le doy un bocado a la tostada y decido que no tengo hambre.

—¿Piensas estar en pijama todo el día? Esos no son modales, jovencita.

Mi tía está parada frente a la cafetera, con la jarra de cristal rebosante de café recién hecho en una mano y una taza sencilla blanca en la otra.

—Hoy tendremos visita, espero que adquieras un aspecto más decente a lo largo de la mañana. Te quiero lista a las 12:30, iremos a comer con los Ford a un restaurante. Tenemos que acabar de preparar las vacaciones.

—Está bien tía Amelia, en cuanto desayune me pongo ropa "decente"—digo la última palabra con retintín, pero mi tía hace caso omiso y, con su taza inmensa de café, abandona la cocina. Se dirige al jardín con el resto de los "adultos".

Acabo mi zumo de naranja y subo por fin a mi cuarto. Cierro la puerta tras entrar y hago la cama casi inmediatamente. Me siento en el escritorio y enciendo el ordenador. He dejado Whatsapp Web conectado por lo que nada más entrar me saltan un montón de notificaciones, pero entro en el chat de Avery casi de forma instantánea.

Avery:
¡Ei!, ¿Qué tal has dormido?

¿Has hablado ya con Noah?

Yo:
Hola, veo que no soy la única a la que han despertado.

No, no hemos hablado.
A

very:
¿Quieres que me ocupe yo? Aunque no creo que me haga tanto caso como a ti...

Yo:
No te preocupes.
Nos vemos para comer :).
A

very:

Nos vemos para comer ;).

Oigo como la puerta de mi habitación se abre, me giro y veo a mi hermano apoyado sobre el marco mirándome, como si estuviese esperando a que le viera para hablar.

—Oye —entra y cierra la puerta a su paso—, siento lo de anoche.

—¡Me dejaste tirada! Además, no olvidemos que, cuando llegué a la fiesta, te vi fumado. Después, te comportaste como un auténtico capullo y, por último...

—Lo admito —articula mientras me muestra la palma de sus manos—. Pero respecto a los porros...

—¡Dios, Noah! —me llevo las manos a la cabeza al oír esa palabra.

—Por eso no te llevé. Hunter había pillado y me avisó de última hora.

"Hunter", repito en mi cabeza. El chico del tintero. No sé por qué me sorprende; en general todos se veían en el mismo estado. Gran parte de la culpa de que mi hermano haya acabado así la tienen sus influencias. Sin emabargo, no puedo dejarlo como un angelito pervertido. Avery y él comparten amigos y mi hermano se ha dejado llevar por los malos caminos, mientras que Avery ha trazado los suyos propios.

Me levanto del escritorio dejando el portatil abierto, por lo que Noah no tarda mucho en fijarse en la pantalla y veo como su expresión se vuelve un tanto tensa. Carraspea y cambia la posición de su mirada cuando ve que estoy viendo que está leyendo mis mensajes.

—No sé por qué me meto esa mierda, solo sé que a veces lo necesito. Lizzie, sé de sobra lo malo que es, no me hacen falta reprimendas... Es solo que no quería que lo supieras.

—Noah, yo lo único que quiero es que vuelvas a casa sano y salvo. No pido tanto —le doy un abrazo—. Imagínate que tienes un accidente con el coche... No me hagas esto.

—E.T., lo siento. Intentaré controlarme por ti —aprieta aún más sus brazos contra mí.

—Más te vale no volver a acercarte a esa mierda.

Sé que se arrepiente, pero creo que es más de que yo le haya pillado que de hacerlo. No puedo perderlo, es la persona a la que más quiero en esta vida. Es quien ha estado ahí para levantarme y sacudirme las rodillas.

No puedo dejar que caiga en ese mundo, no sé si sabré como sacarlo.

Lo suelto y él me dedica una tenue sonrisa, antes de desaparecer por la puerta. Sé que va a intentar dejar de evadirse mediante las drogas, pero no creo que tenga la suficiente disciplina como para evitarlas habiéndose metido.

Puede parecer que la marihuana no es la peor droga, pero para mí, cualquier sustancia que provoque en nosotros dependencia debería consumirse de forma controlada y no como medio de evasión.

La marihuana no es una de esas dorgas que se pueda controlar; al final, acaba tirándote a un pozo sin fondo. Te da el poder durante unas cuantas primeras veces, pero después no puedes salir de fiesta sin un porrito porque no te diviertes y acabas probando otras sustancias...

Me duele que fume en vez de contarme sus problemas, es como si no confiara tanto en mí para esas cosas.

Él [#1]  (COMPLETA)✓ (Pronombres Que Terminan En Mi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora