Capítulo veintidós

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Londres, la mitad de mi infancia ocurrió aquí. 

Me sigue pareciendo que fue ayer el día en el que mi padre apareció por la puerta con cuatro billetes de avión y una hipoteca en Estados Unidos. Quien nos diría, por aquel entonces, que viviríamos en una de las típicas casas gigantes con piscina de LA.

Aunque no recuerdo mucho de mi vida aquí porque nos mudamos cuando yo era muy pequeña; el olor a humedad, el cielo sombrío y sus calles características siempre tendrán un pequeño rincón en mi corazón. Los veranos en casa de mis abuelos jugando bajo techo con Noah, Avery y Ethan  por las lluvias; la noticia de que iba a dejar de ser la pequeña de la familia, las tardes de turismo con la abuela Ford; lo que me costaba comer a la hora del desayuno y el hambre inmenso del almuerzo...

La abuela de Avery, Isabel, me recibe con los brazos abiertos, literalmente. Me abraza durante un par de minutos mientras me dice lo mucho que he crecido y lo guapa que estoy. Me pregunta por el novio y, mis ojos se dirigen a Avery para ver su cara; tiene los dientes apretados.

Subimos a las habitaciones, los Ford han preparado una cama para cada uno y han acondicionado el sótano como una sala recreativa con un sofá cama. Yo elijo la habitación pequeña en la última planta, solo tiene una cama por lo que podré dormir sola, Avery y Noah deciden quedarse en la habitación del segundo piso. Ashy ha conseguido convencer a mis padres para que la dejen quedarse en casa de mis abuelos y Ethan se ha quedado con el sótano.

Deshago la maleta y sin desdoblar la ropa la voy colocando en el armario con cuidado. Me pongo un pijama de pantalón largo y tirantes, cubro mis brazos con una sudadera de cremallera intentando evitar mirarlos. Bajo con el resto, que se encuentra en torno a una pequeña mesa redonda tomando algo de comer.

—Bueno Elizabeth, ¿en qué universidad vas a estudiar? —el señor Ford me pregunta desde el otro lado de la mesa mientras se sirve un vaso de agua.

—Harvard —mi hermano me mira atónito desde su sitio.

El señor Ford le da una palmada a Ethan en la espalda —vigila a estos tres, necesitan con urgencia unas correas. Seguro que estáis de fiesta todo el día —suspira—. ¡Ay, jóvenes!

Ayudo a recoger la mesa, estoy a punto de cerrar el lavavajillas cuando una mano me agarra mi brazo —Harvard eh, ¿qué pasa con Stanford? —Noah se sienta sobre la encimera delante de mí.

—He cambiado de planes, aún no había aceptado ninguna de las dos así que estoy a tiempo de hacer lo correcto.

—¿Tía Amelia tiene algo que ver en esta decisión tan repentina?

Muevo la cabeza a los lados como respuesta. No, mi tía no es la razón de que haya cambiado de idea de repente. El caso es que no quiero estar sola, a pesar de que en Stanford me encontraría más cerca de mis padres, la realidad es que me siento más segura con mi hermano y mis amigos de toda la vida. Me aterra la idea de quedarme completamente sola, sin nadie de confianza a quien acudir o en quien confiar lo suficiente como para no sentir que tengo que estar alerta por si pueden dañarme aún más de lo que estoy.

—He cambiado de idea.

—¿Va todo bien? —baja el volumen de su voz hasta que se convierte en un susurro—. Te noto... apagada.

Avery aparece en la cocina de la nada, agarra una taza del armario y se sirve café. Nos ofrece, pero ambos decimos que no a pesar de estar muriéndonos de sueño por el cambio horario y los vuelos.

—Prefiero una siesta, la verdad —me tapo la boca para bostezar.

Avery me sonríe con los ojos hinchados y rojos como tomates por la falta de sueño. Me quedo embobada mirando el frigorífico y usa su mano para sacarme del trance. La mueve delante de mis ojos y de un saltito vuelvo a sincronizarme con la realidad.

—En media hora vamos a casa de tus abuelos, te da tiempo a dar una cabezadita —dice, en tono cariñoso, dan ganas de abrazarlo cuando habla así.

—Voy a darme una ducha mejor y a ponerme algo decente.

—Yo también iba a ducharme.

De repente Noah sale corriendo de la cocina —Ethan está ocupando un baño y el otro ahora va a ser para mí. Buena suerte con el que queda, soldados.

Nos miramos fijamente y empezamos a correr hacia el último aseo libre en la planta de mi habitación. Tres pisos de escaleras después Avery me adelanta y toca la puerta del baño gritando «gané», pero le conozco demasiado bien como para saber que me va a dejar entrar primero. Sin decir nada abre la puerta y me indica con la mano que pase y, como tengo que lavarme el pelo, no le niego la invitación.

Aquí estoy de nuevo, a punto de meterme bajo el agua, a punto de sentirme incómoda de nuevo por el roce de las gotas contra mi piel. Voy a recordar y no quiero, necesito seguir teniendo las lagunas que tanto me han ayudado hasta ahora en mi mente.

Me desvisto y dejo la ropa tirada sobre el la encimera de mármol del lavabo. Tiro de la puerta corredera de cristal de la mampara encerrándome en el plato de ducha, parece una jaula de cristal. Tomo aire lo más fuerte que puedo para calmarme y abro la llave del agua caliente, me aparto rápidamente y vuelvo a coger aire antes de dejar que el agua roce mi cuerpo vulnerable. Me ducho lo más deprisa que soy capaz, me cubro con el albornoz y envuelvo mi pelo en una toalla blanca.

Voy hacia mi cuarto mientras me seco el pelo con la toalla y encuentro a Avery sentado sobre la cama—. Me toca —se levanta de un salto y se queda de nuevo mirándome fijamente—. ¿Me dejas ver tus muñecas?

Él [#1]  (COMPLETA)✓ (Pronombres Que Terminan En Mi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora