Capítulo 7

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—Ya está todo listo, señorita

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—Ya está todo listo, señorita.

Eleanor asintió de brazos cruzados frente a la ventana de su nueva oficina. Las dos personas que dejaron todas sus cajas habían culminado con su ayuda.

Se sentía como un pez de otra pecera. Nada de ahí lograba acoplarse a su esencia y esa oficina estaba a punta de tragarla viva. La decoración para colmo era desastrosa, únicamente un cuadro con unas letras en ruso colgaba de la pared frente a su escritorio, y el solo hecho de tener que traducirlo le dejaba una jaqueca.

—Muchas gracias —mencionó hacia su nueva secretaria.

Acompañando a esa mujer hasta la puerta decidió recorrer todo el piso que era dirigido a su empresa. Las oficinas de Lorenzo y Caroline estaban a un lado de la suya, y un enorme espacio abierto reclutaba más de veinte personas en diferentes cubículos. Una sala de reuniones esperaba al final del pasillo en caso de que tuvieran que planificar en equipo, y una cocina y baños sobre la derecha.

Era increíble, no iba a mentir que el lugar era justo lo que necesitaban para estar ahí, pero de solo saber que su propio edificio no contaba con su presencia durante algunos días a la semana no dejaba de parecerle una locura. Debía conformarse con que Pilar le enviara los informes por mail o avisara en caso de una emergencia.

Habían acordado junto a sus dos socios que cada día se turnarían para un viaje express hasta la empresa. Esperaba que el señor Markov estuviese de acuerdo, en caso contrario, que se fuera al demonio.

Ya demasiado tuvo en el evento y en el que se celebraría muy pronto para dar a conocer los primeros pasos en su visita a Irving. Debería viajar mañana para su primera recorrida, un trayecto de casi cuatro horas por carretera. Aun no entendía cómo carajos su vida cambió tanto, su ámbito laboral no era el mismo y para ese entonces no sabía si estaba funcionando como un robot o de verdad pensaba antes de actuar.

—El informe de las perdidas en Irving lo tendrá en una hora, señorita —le informó uno de los empleados desde su computador al verla acercarse a la amplia sala.

—¿Qué pasa con la solitud que pedí sobre las proyecciones a futuro?

El joven agachó su cabeza tímidamente.

—El señor Markov clasificó como confidencial esa información. No tenemos acceso.

Aquello fue suficiente para que Eleanor tirara su cabeza hacia atrás frustrada. No iba siquiera una semana desde que firmó el contrato, y Emilio ya ponía su primera traba. No era ninguna tonta para no darse cuenta que él pretendía supervisar su trabajo y entrometerse en todo lo que ella hiciera.

¿Cómo demonios iba a trabajar tranquila si lo tenía respirando en su nuca? Un piso completo para ella y su equipo, pero los ojos de ese hombre estaban en todas partes, provocando que tuviera que pedirle permiso para tomar decisiones de sus propias tareas.

Obstinado poder © (Markov I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora