—Gira —ordenó desde el sofá frente a la cama.
Eleanor apretó sus puños nerviosa y giró como si se tratara de un casting de modelaje. Solo que el representante tenía otras intenciones, porque ahí, con sus piernas abiertas y tan relajado, con su cigarro en sus labios, amenazaba con saltar sobre ella y no sacarla de esa cama. Algo que absurdamente ella deseaba.
—¿Por qué has venido hoy? —preguntó al volver a enfrentarlo.
—Es mi casa, ¿No puedo volver? —refutó admirando la desnudez de sus piernas, su ropa interior rosa y su abdomen. Lo peor fue ver sus ojos abrirse sutilmente al llegar a su sostén que apretaba sobre ella resaltando sus senos.
Jamás nadie la había mirado de esa forma, jamás nadie logró que empezará a presenciar el ardor en su estómago solo con transmitirle el fuego puro en sus ojos.
—Supongo que no te ha ido tan bien con tu amante. Una pena —chistó agachándose para levantar su camisón.
—Si...una pena —murmuró roncamente.
Eleanor no se percató que ahora sus senos resaltaban mas al estar hacia abajo, incluso cuando lo vio tragar duramente pasando una de sus manos por su entrepierna.
Carajo. Aquello era abismal, pero no tanto como saber que él había admitido haberse visto con otra mujer, y eso era algo que no iba a permitir entre las sábanas que descansaba cada noche.
—Quiero que duermas en otra habitación a partir de hoy —soltó de brazos cruzados tirando su cabello hacia atrás.
Emilio soltó una escueta risa, posiblemente burlándose de sus mandatos.
—Yo quiero tantas cosas, empezando en verte desnuda en la cama mientras pruebo cada parte de tu cuerpo, pero aquí estoy...—abrió sus brazos al aire con una sonrisa que sostenía ese cigarro —. Esperando que te dignes a decirme qué mujer dices que es mi amante, lugar y fecha en la que me he visto con ella.
—Sabes bien que lo digo por —
—Mmm —jadeó asintiendo. Se acomodó hacia adelante dejando sus codos sobre sus rodillas. Tan masculino, la viva imagen de un depredador —. Quiero pruebas, Eleanor, pruebas de tus acusaciones en este preciso momento —recalcó alzando su ceja.
—¿Y si no las tengo?
—Si no las tienes...—acarició su mentón estudiándola. De repente alzó una de sus manos, esa donde lucía la alianza de su matrimonio, y le indicó que se acercara. Tal vez ella lo hizo porque el morboso ego de saber que esa joya llevaba su nombre se lo exigió junto a la excitación entre sus piernas de lo que fuera a pasar ahora. Emilio sujetó su mano tirando de ella hasta sentarla en una de sus piernas —. Es mejor que vayas pensando qué hacer para salir de esta habitación porque hoy no nos interrumpe ni Dios —espetó sujetándola de sus caderas apagando el cigarro en un pequeño cenicero de la mesilla.
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Obstinado poder © (Markov I)
RomanceUn matrimonio, un plan que no podía dejarse a un lado, una intención macabra. Una mujer que ignora el ambiente en el que creció. Un hombre que esperó años a tenerlo todo, que sabe jugar sus cartas para tener el poder que merece, y un lado oscuro qu...