Capítulo 10

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Frente al espejo de su habitación, Eleanor se replantó la idea de ir a la boda junto a su propio socio

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Frente al espejo de su habitación, Eleanor se replantó la idea de ir a la boda junto a su propio socio. Y no era que le importase mucho lo que dijeran sobre él o ambos, sino la cantidad de preguntas que harían sobre Antonio, y tener que revivir la bronca de no haber tenido una respuesta sensata y solo un portazo en su cara por parte de quien fue su novio, era algo que esa noche deseaba olvidar.

Ni Lorenzo ni Caroline estaban al tanto de semejante locura, tampoco su madre que se caería de la silla al verla llegar con alguien al que no conocía. Daba igual, diría que era un amigo y que había ido para divertirse y celebra la unión de los novios, que si querían saber sobre su vida personal sacaran día y hora. Demasiado tenía en la cabeza como para lidiar con sus tías y primos.

En todo caso lo más importante y a lo que no había dejado de darle vueltas era el motivo por el que Emilio deseaba acompañarla. ¿Un favor? Si, claro.

Nada viniendo de ese hombre podría ser un favor. Estaba convencida que si le decía que el día estaba soleado debía salir y chequearlo ella misma. Era un hombre acaudalado, seguro de su presencia y propio poder y por tanto consciente que nadie le diría que no, menos una salida a una boda.

Pues bien, lo cierto era que ella no deseaba ir sola y estaba usándolo como excusa para que nadie la atosigara a preguntas. Apostaría que sus tías no se atreverían a mediar palabra si él ponía esa mueca de seriedad capaz de ahuyentar a cualquiera. Estaba aprovechándose de su propia situación, y por otro lado salvando a su equipo para continuar trabajando como venían.

Era un avance, y lo tomaría pese a ser consciente de que estaba poniéndose en desventaja.

Su vestido era negro.

Ni un centímetro de esa tela era del color que exigió Emilio y esa era su carta para no hacerle caso y someterlo a sus propias órdenes. Ahí nadie era jefe de nadie, y ellos eran socios, partes iguales pese a que él nadaba en dinero y el edificio fuese suyo.

No interesaba, le gustaba más ese vestido largo que se apretaba a su cuerpo hasta culminar en sus tobillos, dejando que sus curvas resaltaran sofisticadamente. Además, el vestido rojo que tenía no era de su estilo, ni llamativo, este si, al menos eso pensaba de la parte que apretaba su pecho como si fuese látex.

Parecía ahogarla y sus senos resaltaban con elegancia. Otro detalle que la familia de su padre notaría, más que nada las mujeres. Pues al diablo.

Con su cabello peinado hacia un costado en suaves ondas, sujetó su abrigo y cartera y salió a la sala al oír el timbre. Sabía que era Emilio, al menos fue lo que pensó al abrir la puerta y toparse con el mismo guardia que la escoltó el día de la visita a Irving.

Su inmensa figura derrochaba temor, incluso sus rasgos marcados y una cicatriz en su mejilla izquierda. Con sus manos en su espalda, meció su cabeza a modo de saludo, sin percatarse del esfuerzo que hacía Eleanor para no huir.

Obstinado poder © (Markov I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora