—¡Que no quiero!
—Devuelve lo que le has robado.
—¡No! ¡Es mío! ¡Solo mío!
—Que lo hagas ahora.
—¡Dije que no!
Eleanor se levantó de golpe refregando sus ojos ante los gritos que venían de alguna parte de la casa. Miró la inmensa cama en la que durmió plácidamente y respiró con calma al darse cuenta que Emilio no estuvo ahí reclamando que cumpliera con lo que exigió en la boda.
Se colocó su abrigo de lana sobre su vestido de pijama y salió de la habitación dispuesta a averiguar qué estaba ocurriendo. Era muy pronto para aprenderse cada pasillo de esa casa, pero siguiendo la multitud de voces llegó hasta otra sala, diferente a la principal.
Los hijos de Emilio desayunaban mientras una mujer quien parecía trabajar ahí trataba de calmarlos.
—La comida es mía.
—La pones en el plato y te la comes, de ahí no te levantas hasta que pueda verme en él —exigió el más grande, precisamente Enzo, quien señalaba a su hermano de seis con ímpetu.
Con la luz calándose por los inmensos ventanales, Eleanor pudo apreciarlos mejor. Enzo era el vivo calco de Emilio, solo que, con cabello negro y ojos marrones, y para ese entonces habiendo escuchado un solo minuto de su carácter, se dio cuenta que no solo en las facciones de su rostro. Una silla especial para bebés era ocupada por un interesante Elliot que miraba a sus hermanos con curiosidad. El cabello rubio y sus ojos azules, iguales que su hermano de seis. Oh, pero Ethan...aquella mata de rulos que se sentaba en la cabecera de la mesa con ganas de planear asesinar a su hermano mayor, lo decía todo.
—Buenos días.
Se atrevió a anunciar su presencia a unos pasos de la mesa. El lío de comida esparcida fuera del plato de Ethan era toda una escena junto a la pobre mujer ahí de pie que no sabía qué hacer para calmarlo.
—Buenos días, señora Markov —saludó ella.
Eleanor asintió sonriendo.
—¿Cómo están? —preguntó hacia los niños.
—Sentados —respondió Ethan desinteresado y sacando la carne del plato de su hermano menor.
Oh, el graciosillo.
—Bien —corrigió Enzo su recargando su cuerpo en el respaldo.
—¿Saben dónde está su padre? —curioseó deseando no tener que cruzárselo, aunque fuese imposible no hacerlo en el trabajo.
Ninguno respondió.
—Trabajando, señora —aludió la mujer de pie.
—¿En la empresa?
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Obstinado poder © (Markov I)
RomanceUn matrimonio, un plan que no podía dejarse a un lado, una intención macabra. Una mujer que ignora el ambiente en el que creció. Un hombre que esperó años a tenerlo todo, que sabe jugar sus cartas para tener el poder que merece, y un lado oscuro qu...