Llevaba cerca de diez minutos en el mismo sitio, incapaz de interferir en la idílica imagen. Esa mañana despertó más tarde, tal vez por el cansancio del trabajo acumulado ahora que Donovan estaba de regreso en Rusia, o tal vez porque en el lugar más recóndito de su ser anhelaba más minutos en la misma cama que esa mujer, sentir el calor de su cuerpo casi que pegado al suyo, o el fresco aroma de flores emanado de sus rulos calándose por su nariz.
Pero Eleanor atendiendo a Elliot era algo de lo que jamás lograría acostumbrarse de ver. La forma en la que lo sostenía, le hablaba o simplemente lo miraba era una patada al pecho.
No quería permitirlo, no era sensato dejarla pasar tanto tiempo con su hijo, pero ¿Cómo detenerlo? ¿Cómo sacar la mano de Elliot del collar de Eleanor del cual se sostenía como si estuviese anclado a ella?
Pasaron dos semanas desde aquella confesión sobre Enzo y el futuro de Ethan. Habló bastante de su vida personal con quien no debía. Y comandar a su razón y a lo que batallaba por brotar en su pecho era una de las tareas más difíciles además de ser padre.
La contempló cambiar su ropa, perfumarlo y bajarlo del cambiador hacia el suelo rápidamente. Casi que en un segundo Emilio reaccionó lanzándose sobre ellos preso del pánico. Sentía su garganta arder, sin aire ingresando a sus pulmones, su cuerpo duro incapaz de obedecer las órdenes de movimiento.
Elliot estaba de pie. Con once meses era cuestión de pocos días para que caminara, y al parecer Eleanor eso ya lo sabía. Se le había adelantado, o quizá ni siquiera lo intentó poner a prueba por miedo.
—Me has asustado —susurró con voz serena notando su presencia, ignorando el galope desenfrenado del corazón de ese hombre por el susto de pensar que iba a lanzar a su hijo, y la imagen de verlo de pie agarrando las manos de su esposa —. ¿Estás bien, Emilio? Te ves pálido —meció su cabeza estudiándolo, su ceño fruncido acompañado de aquella coleta de rulos lo hicieron carraspear mirando hacia otro lado.
—No sabía que podía hacer eso —señaló rascando su cabeza. Sus manos temblaban, su pecho se apretaba imposibilitándole estar de pie. Se había llevado un buen susto y no hallaba la forma de hacer que sus piernas recobraran las fuerzas.
Carajo, fue todo tan rápido que creyó que iba a ver a su hijo desplomado. Necesitaba aire, un buen trago y acomodar sus ideas. Toda esa escena lo traía perturbado recordándole tantas cosas.
Eleanor sonrió agachando su mirada al el bebé que movía su pie en el aire queriendo dar otro torpe paso.
—Hace una semana lo intentamos, de a poco se afirma más. Laisha dice que en poco menos de dos semanas ya lo hará solo ¿No es genial? —preguntó dulcemente alzando su rostro hacia él. Sus ojos verdes brillaban como si ella hubiese sido parte de toda la vida de ese niño, de ellos...
—Lo es —asintió metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón de vestir.
Emilio continuó mirando el trayecto que Elliot hacia acompañado de esa mujer, lo rápido que quería irse hacia adelante y lo fuerte que Eleanor lo sostenía, con delicadeza, pero fuerte. Y esa fortaleza decía tanto, creaba un vínculo que no debía de existir, que a él se le fue de las manos, pero que su boca seca por tantas sensaciones le prohíba detener. Elliot parecía acostumbrarse a Eleanor de la misma manera que ella lo hizo con él.
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Obstinado poder © (Markov I)
RomanceUn matrimonio, un plan que no podía dejarse a un lado, una intención macabra. Una mujer que ignora el ambiente en el que creció. Un hombre que esperó años a tenerlo todo, que sabe jugar sus cartas para tener el poder que merece, y un lado oscuro qu...