Capítulo 32

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La casa de campo quedaba exactamente a dos horas de Houston

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La casa de campo quedaba exactamente a dos horas de Houston. La propiedad, rodeada por un cerco eléctrico escondido entre la cantidad de arboles pasaba desapercibido para cualquiera, pero no para Eleanor que sabía que esa salida traía consigo riesgos. Riesgos que Emilio estaba dispuesto a correr.

—Enzo me ayudará a bajar los bolsos. Ustedes pueden entrar, Alek ya ha revisado toda la propiedad —le informó abriendo la puerta de la camioneta y extendiéndole la mano para ayudarla a bajar.

Detalles.

La casa no era tan grande como la que vivían, al contrario, era más acogedora, de una madera rústica y un enorme predio adornado y cuidado por los mejores jardineros.

Emilio sacó a Elliot de su silla y se lo colocó a Eleanor en brazos sin siquiera mirar o cuidar si lo sujetaba bien. Tampoco como Ethan se prendía de su mano y caminaban juntos hacia los escalones dejando a aquellos dos atrás bajando las cosas.

—Espero que en esta casa no se me pierda el conejo —comentó frente a la puerta, arrimando el animal contra su rostro tiernamente.

—Esperemos que no —le sonrió con sinceridad, revolviendo su mata de rulos dorados.

Moy ser —Alek irrumpió el firme análisis que llevaba haciendo Emilio de su esposa y la conversación con su hijo hasta que se perdieron dentro de la casa.

—¿Qué pasa?

—Su hermano Donovan está en el teléfono —le extendió el auricular inalámbrico enseguida. No hizo falta decirle a su guardia para qué llamaba Don, él parecía saberlo con anticipación por el cambio en el rostro de Emilio.

Mierda.

—Lleva los bolsos de Eleanor y Elliot que yo llevo el resto —se dirigió a Enzo que seguía sacando cosas de la valija.

Su hijo asintió y cargando sus manos trotó hacia la casa con rapidez.

Sabiendo que no podía prolongar más esa llamada, pues ya su teléfono colapsaba, Emilio colocó el auricular en su oreja, soltó una profunda bocanada de aire y se alejó unos metros para hablar tranquilo, aunque el recibimiento de su hermano mayor no le permitió ni saludar.

—Hol—

—¿Qué carajos es esto, Emilio? ¡Eh! —bramó estoico —. ¿Qué se supone que estás haciendo?

La presión en sus hombros volvió de prisa, así como la falta de aire en sus pulmones. Estaba arriesgándose como nunca, y las consecuencias iban a ser inminentes, bombardeándolo, pero valía la pena, presentía que sí.

—He tomado otra decisión, cambiaré el rumbo de las cosas —aclaró con firmeza empezando a recorrer la casa mostrándose ante sus hombres que iba en una llamada de negocios.

No puedes cambiar el rumbo de esto. Lo hemos planeado por meses, tenemos a Eleanor, ellos tienen a Dasha ¿Qué más quieres que vengarte de esa mujer?

Obstinado poder © (Markov I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora