Capítulo 33

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El desayuno por primera vez se sintió de otra manera

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El desayuno por primera vez se sintió de otra manera. Más especial.

Emilio sentado en la pequeña sala junto a sus hijos, el olor a café inundando el espacio, y el pastel de cumpleaños devorado por todos. Mas que nada por Ethan que robaba las frutillas bañadas en chocolate discretamente.

Todo era risas, conversaciones amenas, familiares. Demasiado bueno para ser verdad, y eso la tenía preocupada.

—...el equipo del Instituto jugará en Los Ángeles, tal vez pueda ir con ellos —relató Enzo luego de concluir con su historia de futbol.

—La seguridad de siempre, menos no —advirtió abriendo sus ojos en señal de advertencia. Eleanor se dejó maravillar por lo brillante que se veían, por el azul cielo que lucía hogareño, vivo, feliz.

—Yo puedo ir también —arremetió Ethan de rodillas sobre su silla.

—No, malysh, todavía no.

—Pero si Enzo va, él puede cuidarme ¿cierto?

Su hermano mayor soltó un jadeo atónito ante la idea de pasar más de veinticuatro horas de niñero lejos de su padre, ya de por si era un calvario en la casa, y si no fuese por la presencia de Eleanor estaría a los golpes con aquel demonio.

Supo en ese momento, en ese instante que ese hombre reía tirando su cabeza hacia atrás ante la cara de espanto de su hijo, que existía más de Emilio que no conocía, y que en lo desconocido era posible amarlo. Aunque no se lo dijera, aunque él tampoco lo haría.

Aunque estaban destinados a fallar.

La mano de Elliot sobre su antebrazo llamó su atención. Era imposible no recibirlo con una sonrisa, que su rostro no se transformara por completo, que cualquiera de sus malos días muriera en el acto ante todo lo que provocaba Elliot en ella.

Desde la falda de su padre, sentado cómodamente en una de sus piernas, aquel bebé le extendió uno de sus regalos, precisamente un camión que prendía luces. El brazo de Emilio lo rodeaba con firmeza mientras seguía en la disputa de la salida escolar de Enzo y las ganas de sumarse de Ethan.

Aprovechó para míralo, para deleitarse una vez más de su momento paternal, de lo absurdamente atractivo que se veía con esa camisa a cuadros de algodón gruesa, típica de invierno. Unos vaqueros que dejaban por sentado la musculatura de sus piernas.

Este Emilio era sincero, una mejor versión, nadie sabría a que se dedicaba si todos sus días fueran como esos. ¿Qué tan difícil sería encerrarse en esa casa lejos de todo y vivir una eternidad?

Desde que se despertó enredada en aquellas piernas y fuertes brazos, la presión en su pecho no se iba con nada, tampoco el mensaje de Antonio de su cabeza y la curiosidad que despertó en ella.

¿Qué más existía de Emilio que la involucraba? ¿Existía otra verdad? ¿Estaba dispuesta a arriesgar lo que él ya había arriesgado al enfrentarse a sus hermanos solo por encontrarse con Antonio?

Obstinado poder © (Markov I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora